Portada » Español » Contexto histórico y renovación narrativa en la literatura hispanoamericana
Los países de Hispanoamérica, excepto Cuba y Puerto Rico, logran la independencia de España en la primera mitad del siglo XIX. A pesar de sus ansias de libertad, sus enormes recursos naturales serán explotados por una minoría adinerada y ajena. A esto se sumará una situación de constante sobresalto político, marcada por la alternancia de periodos democráticos y de golpes militares (que instauran dictaduras fascistas). Así pues, la explotación social y las desigualdades económicas, a la par que la inseguridad política, marcan el siglo XIX en Hispanoamérica.
La aparición del término ‘R.M.’ se ubica en los años 1920-30 cuando la crítica intentaba definir los trabajos de los pintores germanos de postguerra. Los críticos literarios lo empiezan a utilizar en los años 40 para definir el estilo narrativo de algunos autores, que se caracterizaría por diluir la frontera entre la realidad y la fantasía mediante la presentación de sucesos como si fueran naturales y, a la inversa, sucesos cotidianos como si fueran fantásticos.
A partir de 1940 y hasta 1960 aproximadamente, la novela hispanoamericana inicia un proceso de renovación narrativa que deja atrás el enfoque realista del periodo anterior. Los narradores son muy distintos entre sí pero se dan algunas características comunes en sus obras como la incorporación de lo mágico a la realidad, las intenciones políticas y sociales, el interés por lo rural de la etapa anterior pero incorporando también el espacio urbano (marcado por preocupaciones existenciales). Al mismo tiempo, emplean nuevas técnicas (como el monólogo interior o el desorden cronológico) y renuevan el lenguaje, que mezclará estilos y registros. En cuanto a los temas, se mantendrán los temas políticos, sociales e indigenistas de la novela realista, pero se incorporarán temas urbanos y existenciales que reflejan la crisis existencial del individuo (la sexualidad, la muerte o la soledad). Por otro lado, la figura del director y la historia de Hispanoamérica serán también temas recurrentes en la nueva narrativa.
La primera etapa de renovación narrativa se abre con el relato que marca el cambio de rumbo: El pozo (1939) de Juan Carlos Onetti. En esta década pueden destacarse El señor presidente de Miguel Ángel Asturias y El túnel de E. Sábato. En los años cincuenta, continúan la renovación Pedro Páramo, de Juan Rulfo, o La región más transparente de Carlos Fuentes. Jorge Luis Borges destaca como cuentista en Ficciones y a partir de los años sesenta, con el fenómeno del ‘boom’, el mundo conocerá las obras de Mario Vargas Llosa (La ciudad y los perros, 1962), Julio Cortázar (Rayuela, 1963) o el emblemático Gabriel García Márquez (Cien años de soledad, 1967).
Estamos ante un texto literario como demuestra su fuente, la obra X de X. Por otro lado, podemos decir que se trata de un texto literario atendiendo al tema, que se aleja de cualquier voluntad práctica. Su finalidad es artística: crear un mundo de ficción (EJ: el protagonista se enfrenta a su pasado) que perdure en el tiempo. Así pues, predomina en el texto la función poética pues que la intención comunicativa principal es crear belleza con el mensaje gracias al código.
Asimismo, podemos observar rasgos lingüísticos propios de esta tipología textual puesto que predomina el lenguaje connotativo (ej. remover los recuerdos), así como los epítetos (ej. lugar espacioso). El lenguaje y su sonoridad están, por tanto, al servicio del valor estético del texto literario.
En cuanto a la modalidad textual escogida por el emisor, se combina la narración (indicar L) y la descripción (indicar L, si es claro decir cuál predomina). En cuanto a la narración, destaca la elección de un narrador protagonista, que cuenta la historia en primera persona, desde su punto de vista, los hechos que le ocurren en un lugar (indicar) y un tiempo interno pasado. En cuanto a los rasgos lingüísticos de la narración, encontramos destacado el uso de pretérito perfecto simple (empezó, pasé, fue…) así como de formas verbales en general, por encima de sustantivos o adjetivos, lo que fuerza el carácter dinámico de la narración (otro rasgo son las oraciones con predicado verbal que favorecen la aparición de verbos de acción). A partir de la L. X, la forma de expresión es predominantemente descriptiva (y topográfica, puesto que se describe X). Se trata de una descripción de tipo subjetiva (normalmente) en la que lo descrito y el estado de ánimo del personaje se funden (L.X–> X). Finalmente, vemos rasgos lingüísticos propios de la descripción como el predominio de sustantivos y adjetivos (ejemplos), el empleo de sinónimos (ejemplo), oraciones con predicado nominal (ejemplos), oraciones coordinadas y yuxtapuestas (ejemplos).
PONER DOS RASGOS LINGÜÍSTICOS DE CADA MODALIDAD
YUXTA. COORDINADA COPULATIVA: Expresan adición, los significados de las proposiciones se suman (Y/E, NI)
YUXTA. COORDINADA DISYUNTIVA: Expresan dos o más opciones que se excluyen entre sí. Implican elegir (O/U, O BIEN)
YUXTA. COORDINADA EXPLICATIVA: La segunda proposición aclara o explica el significado de la primera (ES DECIR, ESTO ES, O SEA)
YUXTA. COORDINADAS DISTRIBUTIVAS: Presentan alternancia entre dos ideas que no tienen por qué excluirse (BIEN….BIEN, YA…YA, ORA…ORA, UNOS..OTROS, ESTE…AQUEL)
YUXTA. COORDINADAS ADVERSATIVAS: Una de las proposiciones limita o se contrapone al significado de la otra (PERO, MAS, AUNQUE, SIN EMBARGO, NO OBSTANTE, SI BIEN, CON TODO, SINO, SINO QUE, ANTES BIEN)
PROPOSICIONES SUBORDINADAS SUSTANTIVAS: Equivale a un SN o un SPrep. Sustituir por ESTO, ESO, AQUELLO, suelen tener verbo delante
PREPOSICIONES SUBORDINADAS ADJETIVA: Equivale a un S.ADJ, tiene antecedente (nom)