Portada » Historia » Consecuencias de la Pérdida de las Colonias Españolas y el Regeneracionismo
La crisis de 1898 se considera un hito esencial en la historia de España, marcando un antes y un después. La política exterior de la Restauración tuvo consecuencias negativas: a finales del siglo XIX, España se encontraba aislada internacionalmente, sin haber logrado integrarse en los sistemas bismarckianos ni en el reparto de África. Además, en la década de 1890, se produjo un reajuste internacional de las colonias en el contexto del imperialismo, en el que España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Esta pérdida provocó una crisis de tal magnitud que se denominó el Desastre del 98 o la Crisis del 98. Más que una crisis económica, fue una depresión moral y anímica colectiva. Significó el fin de una época y el inicio de otra: la crisis de la Restauración.
Antes de la guerra definitiva de 1898, hubo conflictos coloniales previos:
Las causas de la guerra se encuentran en:
Se distinguen dos etapas: una primera fase de guerra de guerrillas y una segunda fase definitiva a partir de la intervención de EE. UU.
Primera etapa: Guerra de Guerrillas (1895): Los líderes insurrectos sublevaron la parte oriental de la isla, la más antiespañola. Cánovas envió a Martínez Campos para combinar negociación y guerra. Al no tener éxito, lo sustituyó por el General Weyler, quien impuso una línea dura y represiva. Dividió el territorio en tres partes mediante trochas o líneas fortificadas para impedir el paso de los insurrectos y facilitar su eliminación. Con la muerte de Maceo, la guerra estaba prácticamente ganada por España, pero se produjo la intervención estadounidense. La crueldad de Weyler provocó una protesta internacional, que EE. UU. aprovechó para intervenir.
Segunda fase: Intervención de EE. UU.: El presidente estadounidense McKinley protestó por la dureza de Weyler y intentó comprar la isla por 300 millones de dólares, a lo que el gobierno español se negó. Sagasta destituyó a Weyler e inició negociaciones que condujeron a una amplia autonomía para Cuba y Puerto Rico (enero de 1898). Sin embargo, EE. UU. estaba decidido a intervenir y envió el crucero “Maine” al puerto de La Habana, que explotó accidentalmente el 15 de febrero de 1898. La prensa estadounidense acusó al gobierno español del “atentado” y su gobierno dio a España un plazo de tres días para abandonar la isla, lo que equivalía a una declaración de guerra (20 de abril).
De abril a agosto, se produjo el enfrentamiento entre la moderna flota estadounidense y los anticuados barcos españoles en Manila (Batalla de Cavite), Santiago de Cuba y Puerto Rico. Sagasta intentó negociar la paz, pero EE. UU. impuso sus condiciones en la Paz de París (diciembre de 1898). Por 20 millones de dólares, España cedió a EE. UU. Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam. En febrero de 1899, vendió a Alemania las últimas islas que le quedaban en el Pacífico (Marianas, Carolinas y Palaos). EE. UU. y Alemania impulsaban su política imperialista, mientras que España ponía fin a su imperio de Ultramar.
La derrota de España frente a EE. UU. puso de manifiesto el problema de España: su atraso y aislamiento respecto a Europa y EE. UU. Hubo diversas interpretaciones sobre las causas de este atraso:
Las consecuencias del “Desastre del 98” no solo fueron territoriales, sino que afectaron al conjunto del sistema:
La crisis del 98 puso en escena el debate sobre el problema de España, entendido como la confluencia de varios problemas:
El regeneracionismo es el movimiento ideológico que culpaba a la Restauración de todos los males de España y propugnaba la necesidad de una modernización política, económica y social.
Regeneracionismo Intelectual: Liderado por intelectuales como Lucas Mallada, Macías Picavea, la Generación del 98 y, sobre todo, Joaquín Costa. Joaquín Costa defendía la necesidad de modernizar España y olvidar las glorias del pasado. Pretendía sustituir el régimen de la Restauración, que favorecía a la oligarquía, por otro que favoreciera a las clases medias. Proponía:
A este regeneracionismo intelectual le sucedió otro más práctico, el de los políticos, con muchas variantes ideológicas, dando lugar a varios regeneracionismos.
Regeneracionismo Militar: Partía de los mismos principios, la necesidad de superar el atraso y modernizar España, pero proponiendo una opción autoritaria de gobierno, la eliminación del liberalismo y del caciquismo, y oponiéndose al movimiento obrero y a los nacionalismos periféricos. Se materializó con la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930).
La Generación del 98: Desde el punto de vista literario, este grupo se formó influenciado por el desastre del 98, el regeneracionismo y Joaquín Costa. Compartían su procedencia periférica: los hermanos Machado (andaluces), Unamuno y Baroja (vascos), Valle-Inclán (gallego), Azorín (valenciano), su interés por Castilla y, sobre todo, su preocupación por “el problema de España”. Pasaron del pesimismo por el desastre a la exaltación de Castilla y a la necesidad de que España se europeizase. Esta apertura a Europa (europeísmo) y la búsqueda de los valores propios hispanos (casticismo) iniciaron una etapa muy fructífera, conocida como la Edad de Plata de la cultura española en el primer tercio del siglo XX.
Regeneracionismo Político: El regeneracionismo afectó a la vida política diaria. La crítica al sistema de la Restauración y al caciquismo, que impedían la modernización de España, era común, pero no la forma de conseguir esa modernización. Se puede dividir entre el regeneracionismo nacido del régimen (partidarios de la revolución desde arriba, como los partidos dinásticos) y el regeneracionismo partidario de la revolución desde abajo (republicanos y socialistas).
Todos estos regeneracionismos, salvo el de los partidos dinásticos, confluyeron en la crisis de 1917. Estos distintos tipos de regeneracionismos, con diversas fuentes ideológicas, fueron confluyendo en vísperas de la Segunda República en dos grupos antagónicos, que se enfrentarían en la Guerra Civil (1936-1939):