Portada » Historia » Consecuencias de la desintegración de la gran Colombia
A finales del Siglo XIX España era una potencia de tercer orden en el contexto internacional. Al fracaso de la revolución industrial en el país, con el consiguiente subdesarrollo económico y conflictividad social, se unía un sistema político, el de la Restauración, muy poco democrático, con las consecuencias de una fuerte conflictividad política interna y un alto grado de corrupción. Además, el país se encontraba aislado internacionalmente, no contando en ninguna de las alianzas entre las potencias europeas de la Europa de la Paz Armada. Todo ello explica que cuando se enfrente a EEUU, una potencia económica y militar emergente, por la posesión de Cuba, España sufra una humillante derrota que la hará consciente de su debilidad. Frente a los intentos de continuar con el sistema político imperante por parte de las clases dirigentes encuadradas en los partidos dinásticos, surgen las tesis regeneracionistas que intentan una reforma profunda de la estructura política, económica y social del país. Su fracaso supondrá el reforzamiento de las fuerzas políticas situadas al margen del sistema. Conseguida la unidad política, Alemania ejercíó su liderazgo en el continente europeo. Mientras tanto, Francia vive la III República y Gran Bretaña los años de la era victoriana. Estos dos últimos países lideran el dominio colonial que impulsan las naciones industrializadas del último tercio del Siglo XIX. Europa se lanzó a la conquista de África y Asía y Estados Unidos, superada la Guerra de Secesión, empezó a interesarse por los últimos dominios coloniales españoles: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. España, que no había formado parte de los sistemas bismarckianos se encontró aislada e incapaz de hacer frente al empuje del imperialismo norteamericano.
Como consecuencia vivirá una grave crisis en 1898. La pérdida de las posesiones españolas en el Caribe y Pacifico están ligadas a la remodelación del mapa colonial impuesto por las grandes potencias industriales: el segundo reparto colonial.
Se reprodujo en Cuba una insurrección bajo el denominado Grito de Baire. Comenzaba así el levantamiento que llevaría a la isla a la independencia en 1898. Al mismo tiempo, en Filipinas (1896) se produjeron movimientos emancipadores dirigidos por José Rizal. Las causas que habían conducido a esta situación son las siguientes: • El incumplimiento por parte de España de lo pactado en el Convenio de Zanjón de 1878 provocó el malestar de los criollos ante la situación financiera, política y económica de la isla • La incapacidad económica española para absorber la producción de azúcar y otros productos cubanos y para proveer a la isla de productos manufacturados Los criollos consideraban que el atraso económico de España respecto a otras potencias industriales estaba bloqueando la economía de la isla. Los sectores más dinámicos de la economía cubana se sintieron atraídos por la órbita de influencia norteamericana, cuyas clases dirigentes veían en Cuba un gran mercado y una importante zona de expansión. • Es España no se había llevado bien el problema cubano. Un proyecto de autonomía propuesto en 1893 por Antonio Maura fue rechazado al considerar que atentaba contra la unidad nacional; cuando en 1895 se concedíó una ley de autonomía, los cubanos no la aceptaron y se inició la sublevación. • Por último, hay que destacar el aumento de un sentimiento patriótico, tanto en Cuba como en Filipinas, apoyado por los intereses de los Estados Unidos.
El levantamiento cubano fue dirigido por José Martí, quien, apoyado por los campesinos, sublevó en 1895 la parte oriental de la isla (la más antiespañola). Cánovas decidíó aplicar una política de reconciliación, enviando al general Martínez Campos para negociar e impedir el avance de los sublevados, pero al no conseguirlo, fue sustituido por el general Valeriano Weyler. Éste aplicó una táctica de guerra total: creó las célebres "trochas", unas líneas fortificadas que dividieron la isla en tres sectores aislados con el fin de dificultar el movimiento de la columnas insurgentes; reconcentró a la población campesina en los poblados, para impedir que prestaran ayuda a los rebeldes; y destruyó las edificaciones que pudieran servir de refugio a los sublevados. Las medidas consiguieron reducir en gran medida las posiciones de los rebeldes, pero no lograron someterlos. La prolongación de las operaciones y la dureza de las mismas ocasionaron las protestas de Estados Unidos, cuyo Senado recomendó al presidente Cleveland que reconociera el estado de guerra en Cuba; poco después darían un paso más, ofrecíéndose como mediadores en el conflicto hispano- cubano y pidiendo la concesión de una amplia autonomía para Cuba. Cánovas rechazó la propuesta y redactó un memorándum en el que concedía libertades y cierta autonomía a la isla una vez pacificada. Con ello y con su muerte la situación empeoró. El nuevo presidente norteamericano, William McKinley, protestante el gobierno español por la dura actitud de Weyler, exigiendo la pacificación de la isla. Llegó a gestionar con la reina Mª Cristina la compra de la isla, a lo que la Reina y el Gobierno españoles opusieron rotundamente.
Aquello, aparte del deshonor hubiera significado el fin de la monarquía. Pero los Estados Unidos no cejaron en sus objetivos y, aprovechando la voladura del acorazado Maine (buque americano anclado en el puerto de La Habana), declararon la guerra a España y exigieron la renuncia española a la soberanía sobre Cuba. La guerra contra los Estados Unidos supuso unos día de entusiasmo ante la idea de vencer a EE.UU alentada por la clase política y la prensa. En realidad España no estaba preparado para ello. La guerra añadía al dificultad de desarrollarse en dos frentes lejanos , el Pacifico /Filipinas ) y el Atlántico (Cuba y Puerto Rico). Los primeros combates entre españoles y norteamericanos se produjeron en el Pacifico. La escuadra norteamericana puso rumbo a Filipinas. El objetivo era Manila, donde el almirante Montojo había refugiado la flota pensando en la defensa de las baterías de costa que protegían el puerto. La desigualdad de fuerzas era manifiesta: la flota española carecía de la protección de los acorazados estadounidenses mandados por Dewey. La batalla de Cavite supuso que la flota española fuera aniquilada por la estadounidense en la bahía de Manila. Cavite se rindió, sublevándose Filipinas al mando de Emilio Aguinaldo El el Atlántico se ordenó a la escuadra española, que operaba cerca de Canarias , que se dirigiera a Puerto Rico al mando del almirante Cervera para proteger Cuba. Cuando repostaba en Santiago de Cuba quedó bloqueada por la estadounidense. Aprovechando esta situación las tropas norteamericanas al mando de Theodore Roosevelt (futuro presidente) desembarcaron en Cuba, tomando Caney y la loma de San Juan. Atacaron a la flota española que fue aniquilada. Santiago se rindió y los norteamericanos entraron en Puerto Rico y Filipinas. La guerra había terminado.
La principal consecuencia de la guerra fue la firma del TRATADO DE PARÍS. El Tratado de París de 1898, firmado el 10 de Diciembre, 1898, terminó la Guerra hispano- estadounidense. Los Estados Unidos pagaron a España 20 millones de dólares por la posesión de Guam, Puerto Rico y las Filipinas que pensándose libremente en regla colonial luchó los Estados Unidos en la guerra Filipino-Americana. Puerto Rico y Guam también quedaron bajo control americano, y España abandonó sus demandas sobre Cuba y declaró su independencia. La derrota puso fin al Imperio español y marcó el principio de un período de poder colonial de Estados Unidos. Sin la presencia de los representantes del pueblo cubano, el 10 de Diciembre de 1898 se firmó en París el Tratado de Paz entre España y los Estados Unidos de América, el cual ponía fin a la guerra. Comenzaba un incierto período de la historia de Cuba, Tras el final de las conversaciones sobre asuntos cubanos, Estados Unidos también impuso que España entregaría Filipinas, Puerto Rico y Guam a los Estados Unidos. Los negociadores se centraron entonces sobre la cuestión de las Filipinas, con los miembros de la delegación española albergando inocentemente la esperanza de ceder sólo Mindanao y las islas de Sulú, manteniendo bajo administración española el resto del archipiélago, algo a lo que los estadounidenses se negaron rotundamente. Tras un breve debate, la delegación estadounidense ofrecíó veinte millones de dólares. El resto de las posesiones (islas Marianas, Palaos y Carolinas) fueron vendidas a Alemania por 25 millones de marcos. Otras consecuencias son políticas: aunque herido de muerte, el sistema político de la Restauración sobrevivíó temporalmente al desastre, mostrando una gran capacidad de recuperación. En todo caso, supusieron un reforzamiento de las tendencias nacionalistas, al contar con un apoyo más decidido de la burguésía industrial, que solicitaba reformas, y un cambio en la actitud del Ejército que, ante las críticas y el creciente antimilitarismo, carga las culpas en los políticos y vuelve a defender la injerencia en la vida política.
Por el Tratado de París , España `perdía los últimos territorios de su Imperio ultramarino. Esto supuso una crisis moral en el pueblo español que tuvo su mejor expresión en la reacción intelectual que centró sus esfuerzos en modernizar al país. Se trata de la Generación del 98 integrada por una serie de escritores (Unamuno, Azorín, Baroja,…) que desarrollaran el afán regeneracionista y criticaran los males del país y las secuelas de la oligarquía y el caciquismo. Este grupo intelectual se caracteriza por su pesimismo, su crítica al atraso peninsular y el planteamiento de una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la historia. El Regeneracionismo, es un movimiento que desde una óptica cultural o política criticó al sistema político de la Restauración y defendía la necesidad de una regeneración y modernización de la política española. En el aspecto político destacó Joaquín Costa que propónía dejar atrás los mitos del pasado imperial, modernizar la economía, fomentar la educación y acabar con el fraude electoral (turnismo y caciquismo). Estas peticiones regeneracionistas intentaron ser puestas en práctica por el nuevo líder del Partido Conservador, Francisco Silvela, que sustituye al liberal Sagasta en la presidencia del gobierno en 1899. Sin embargo, sus medidas (proyecto de descentralización administrativa, aumento de los impuestos sobre los productos de primera necesidad provocaron el aumento de la oposición y la dimisión de los ministros más renovadores, cayendo finalmente el gobierno en 1901, sustituido por los liberales. Pese a acceder de nuevo a la presidencia volvíó a fracasar en sus intentos de reforma. La extensión de las ideas regeneracionistas y la incapacidad de ponerlas en práctica desde dentro del sistema suponen un reforzamiento de las opciones políticas situadas fuera del sistema (nacionalismo, movimiento obrero, republicanismo) y una nueva injerencia del Ejército en la vida política del país, lo que explica la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), cuya caída supondrá también la de la Monarquía, proclamándose en 1931 la II República, un nuevo intento de establecer un régimen político democrático en España.