Antonio Buero Vallejo nacíó en 1916 en Guadalajara. Vivíó toda su vida allí menos los años 1927 y 1928 que la familia se trasladó a Marruecos donde fue destinado su padre, de profesión militar. Era un gran aficionado a la pintura, es famoso el retrato que hizo de Miguel Hernández. Se trasladó a Madrid a estudiar en 1934, lo que supuso una doble revelación para él; por un lado, el Museo del Prado le permitíó seguir aprendiendo y, por otro, la rica oferta teatral supuso para él una ventaja, se afilió a la Federación Universitaria Escolar (FUE) que había sido decisiva en la caída de Primo de Rivera.
Al estallar la Guerra Civil, esperó, por consejo de su padre, al alistamiento obligatorio para defender Madrid. En Octubre de 1936, pese a su lealtad a la República, su padre fue asesinado por esta; no obstante, siguió apoyando la causa republicana. En Julio de 1937 fue llamado a filas y durante la Guerra se afilió al Partido Comunista Español. Al acabar la Guerra fue detenido en Valencia y llevado al campo de concentración de Soneja (Castellón). Ya en Madrid se integró en una célula clandestina del PCE como falsificador. Fue detenido en Agosto de 1939 y condenado a muerte en Enero de 1940.
En Octubre le conmutaron la pena a treinta años, que, cuatro años después, fue rebajada a veinte. Pasó por varias cárceles donde conocíó a Miguel Hernández. El 17 de Febrero de 1946 salíó en libertad condicional. En verano de ese año escribíó su primeraobra titulada En la ardiente oscuridad.
En esos meses emprendíó la escritura de otras dos obras que más tarde destruyó, antes de emprender en 1947 la escritura de La escalera, más tarde rebautizada como Historia de una escalera, con la que ganó el premio Lope de Vega y con la que fue consagrada como dramaturgo.
A lo largo de los siguientes cincuenta años Buero estrenó en Madrid casi treinta obras, algunas de ellas prohibidas por la censura como Aventura en lo gris y La doble historia del doctor Valmy. En 1959 se casó con la actriz Victoria Rodríguez y tuvo dos hijos. Poco después se vio envuelto en la polémica con Alfonso Sastre sobre el posibilismo de Buero (jugaba con los límites que el franquismo podía tolerar como representables) y el imposibilismo de Sastre (configuración directa con las prohibiciones del franquismo y defensa del teatro clandestino). Todo esto no impidió que Buero firmase, junto a otros intelectuales de la época, una carta dirigida al gobierno franquista donde pedían explicaciones sobre la brutalidad con que la policía había tratado a los
mineros asturianos en huelga. Esto le enemistó con algunos empresarios teatrales, lo que le impidió estrenar hasta que en 1971 fue elegido miembro de la Real Academia Española.
En 1980 se le concedíó el Premio nacional de Teatro, en 1986 el Premio Cervantes y en 1996 el Premio de las Letras españolas. Estrenó su última obra, Misión al pueblo desierto, en 1999 y murió en Madrid el 29 de Abril del 2000.
Desde el punto de vista biográfico, Buero Vallejo pertenece a la generación del 36, también denominada primera generación de posguerra. Esta recoge a escritores nacidos entre el 1910 y el 1920 que se formaron en los ambientes culturales y universitarios durante la dictadura de Primo de Rivera y la II República. Rechazan el arte deshumanizado de las vanguardias y reivindican un arte cercano a los problemas sociales mediante una vuelta a la humanización de la literatura. Por todo esto, vuelven al Realismo, regeneracionismo y existencialismo noventayochista.
La experiencia de la Guerra Civil dividíó a estos escritores en dos partes, la primera cercana al bando de los vencedores, exaltadora de los valores patrios y arraigada; la segunda, perteneciente al bando de los vencidos, desarraigada y solitaria. Una generación de intelectuales arrojados al exilio, a las cárceles, y también al cuestionamiento de los valores inicialmente defendidos. Esta generación, a partir de 1939, se movíó en un posibilismo simbolista cuyas obras sortearan la censura.
Algunos escritores pertenecientes a esta generación son los poetas Miguel Hernández y Luis Rosales; los narradores Camilo José Cela y Torrente Ballester; y, por último, los ensayistas José Ferrater Mora y José L. Aranguren.
La obra de Buero Vallejo se puede clasificar en tres grandes etapas:
TEATRO TRADICIONAL (1946- 1957)
Teatro con una estética realista y estructura armada:
o Desarrollo temporal de la acción, sin saltos en el tiempo.
o Espacio escénico tradicional (solo un espacio).
o Refleja la realidad cotidiana contemporánea.
El interés en estas obras se centra en los problemas personales de los personajes y sus conflictos sociales donde son importantes los símbolos como la ceguera (incapacidad de las personas para comprender la realidad). Por último, introduce algunas novedades formales
como el efecto de inmersión que consiste en lograr que el espectador perciba lo mismo que los personajes a través de los sentidos para poder identificarse mejor con ellos.
Pertenecen a esta tendencia Historia de una escalera y Hoy es fiesta (1955).
• TEATRO HISTÓRICO (1958- 1968)
La censura recortaba la crítica franquista, por eso los autores ambientaban sus obras en el pasado para difuminar las alusiones. Es el momento en el que Buero es acusado por Sastre de posibilista.
La estructura de esta etapa es más abierta, lo que permite:
o Saltos temporales.
o Espacios escénicos múltiples y abstractos.
o Se introducen narradores intermedios entre la acción y el público.
o Acciones ubicadas en el pasado histórico y el lenguaje se adapta a la época.
o Interés por los asuntos sociales.
Obras: Un soñador para un pueblo (1958), El tragaluz (1967), Las Meninas (1960), El concierto de San Ovidio (1962).
• TEATRO DE RENOVACIÓN FORMAL (1969- 1999)
o Temas sociales y políticos.
o Experimentación formal.
o Progresión no lineal del tiempo.
Obras: El sueño de la razón (1970), La Fundación (1974), Misión al pueblo desierto (1999).
La obra fue estrenada en el Teatro Español de Madrid la noche del 14 de Octubre de 1949, ya que había ganado el premio Lope de Vega en 1948 y, además de aportación económica, uno
de los premios era su estreno en dicho teatro. Fue un éxito inmediato que consagró a Buero Vallejo como dramaturgo de primera línea aclamado por la crítica.
Este drama, con apariencia de comedia o sainete, presenta en tono falsamente amable y desenfadado la vida de un vecindario humilde en una escalera de vecindad. Nunca se nombra la fecha exacta ni la ciudad donde está situada la acción, pero hay en el texto suficientes datos para deducir que se trata del Madrid de los años cuarenta.
Usando un tono cercano al de las fábulas morales y al del teatro burgués y urdiendo una mezcla de pequeñas historias sin importancia acerca de la vida de unos vecinos de la clase obrera madrileña, Buero logró un retrato colectivo de un grupo de olvidados.
Los tres actos de la obra se desarrollan en un tramo de escalera con dos rellanos, allí se comentan los chismes y se escuchan las discusiones; allí se reflejan los proyectos y los sueños de todos los vecinos. Todos los vecinos se sienten ligados a ella, algunos la odian porque, al sentirse encadenados a esta escalera, han ido perdiendo sus sueños; otros la consideran una vieja compañera.
La crítica considera que la escalera es el elemento central de la obra, un elemento que da lugar a múltiples interpretaciones, como la de considerarla un personaje más de la obra, símbolo del fracaso y del paso del tiempo, envejece junto a los personajes y es imagen de la inmovilidad social y personal pues asfixia las ilusiones de los personajes, los que pueden salir al exterior, pero siempre volverán a ella.
El título posee una doble lectura, por un lado, encontramos la literal o denotativa que se basa en la narración de una serie de acontecimientos que transcurren en la escalera de una casa modesta de vecindad; por otro lado, tenemos la lectura simbólica o connotativa que se refiere al espacio social cerrado del que los personajes no pueden salir (inmovilismo social).