Portada » Filosofía » Conocimiento y Realidad en Platón: Explorando la Alegoría de la Línea
Este texto pertenece al libro VI de la República, un diálogo que Platón escribió en su etapa de madurez. Su título original es Politeia, que puede traducirse como “gobierno de la polis” o también como “organización política del Estado”. El subtítulo de la obra, Acerca de la Justicia, fue agregado posteriormente en el siglo I de nuestra era.
Es el diálogo más ambicioso de Platón en cuanto a su riqueza temática, ya que constituye un compendio de toda su filosofía, por lo que se considera la obra más importante del autor. En ella, Platón describe detalladamente cómo debe organizarse la polis para que en ella reine la justicia y, por lo tanto, todos sus ciudadanos sean felices.
Los libros V, VI y VII son la parte más importante del diálogo, en la que se exponen los elementos fundamentales de su filosofía. Habla de injusticia, de las formas degeneradas de Estado, de la educación de los gobernantes, expone la teoría de las Ideas, los grados de conocimiento y el método dialéctico. En el fragmento que vamos a comentar, veremos la alegoría de la línea, con la que Platón ilustra su teoría del conocimiento, en concreto los distintos niveles de conocimiento.
El interlocutor con el que habla Sócrates en este fragmento es Glaucón, uno de los hermanos de Platón. Como es bien sabido, casi la totalidad de las obras de Platón están escritas en forma de diálogo; en ellas, Platón pone en boca de Sócrates su propia teoría.
Como se ha mencionado, en este fragmento Sócrates expone la metáfora de la línea, con ella señala los distintos grados de conocimiento. El problema filosófico que muestra es, por tanto, de índole gnoseológica y/o epistemológica, pero también hace referencia a las relaciones entre el mundo sensible y el inteligible, por lo que estamos hablando de un problema ontológico o metafísico. Y es que para Platón los dos ámbitos están íntimamente relacionados.
Para explicar los grados o niveles de conocimiento, propone hacer una línea que estará dividida en dos partes: una se corresponde con la doxa, es decir, el conocimiento que obtenemos a través de los sentidos, al que no considera auténtico conocimiento. En el fragmento la identifica con “lo que se ve”, con la “oscuridad”. La otra parte se corresponde con la episteme, el conocimiento auténtico, el que obtenemos a través de la razón; en el texto menciona que es lo que se “intelige”, la “claridad”.
Cada una de estas secciones se subdividen a su vez en otras dos. En la doxa se distinguen dos grados:
En la episteme también distingue dos grados:
Como se ha comentado anteriormente, en la filosofía de Platón se relacionan todos los aspectos, se conectan tres cuestiones: política, epistemológica y metafísica. Están íntimamente relacionadas, y Platón usará unas para fundamentar las otras en un continuo círculo en el que no se puede decir, al menos en cuanto a su exposición y desarrollo, que una sea anterior a la otra. Además de estas tres cuestiones, Platón tratará otros temas como el de la inmortalidad del alma.
En su aspecto ontológico podemos hablar de dualismo, ya que Platón distingue dos mundos:
En su aspecto gnoseológico también podemos afirmar, como ya se ha analizado en la primera cuestión, que la teoría platónica del conocimiento es dualista, es decir, distingue dos tipos de conocimiento:
Debemos señalar que, según él, el conocimiento intelectual es anterior al sensible. El alma pertenece al mundo de las Ideas y tenía el conocimiento de éstas antes de unirse al cuerpo, pero lo pierde al encarnarse en un cuerpo. Si lo persigue, lo recuperará. Conocer es recordar. El conocimiento es reminiscencia; en el Fedón nos habla claramente de esta teoría, la anámnesis.
Pero para conseguir recuperar el conocimiento de las Ideas hay que seguir un camino marcado por el esfuerzo, desde la ignorancia hacia la sabiduría. Este camino se denomina dialéctica, y pasa por cuatro fases que Platón nos ilustra con el símil de la línea que nos muestra el fragmento que estamos comentando. Dos de ellas pertenecen al conocimiento sensible (doxa) y son:
Las otras dos fases pertenecen al conocimiento intelectual (episteme) y son:
Lo que mueve al ser humano a caminar desde la ignorancia hacia la sabiduría es el Eros, el amor, entendido como el reconocimiento de aquello de lo que se carece y su búsqueda.
Para Platón, la dialéctica no es sólo diálogo para llegar a la verdad, sino también un proceso de purificación del alma. La dialéctica tiene una doble dirección:
Los que han llegado al nivel superior de conocimiento serán los filósofos, preparados para gobernar con justicia en la polis.
El Fedón trata de demostrar que el alma es inmortal, a partir del argumento de la reminiscencia. Cuando observamos cosas iguales, nos referimos a la Idea de igualdad, a la igualdad en sí, que es justamente la que nos permite aceptar y reconocer que tales objetos son iguales. Pero esta igualdad en sí no la encontramos en ninguno de los objetos sensibles que consideramos iguales, porque éstos nos aparecen unas veces como iguales, pero otras, no. De ahí que sea necesario que, al ver estas cosas que son iguales, pero sólo de una forma imperfecta, recordemos la Idea de igualdad que hemos conocido en otro tiempo y de la que participan las cosas sensibles. Sócrates se pregunta cómo podemos decir de dos cosas que son iguales si la percepción de un individuo de que dos maderos son iguales puede diferir de la opinión de otro.
A pesar de que en el mundo sensible el concepto de igual se da de manera imperfecta, somos capaces de pensar lo igual en sí mismo, es decir, el concepto (Idea) de igualdad. ¿De dónde hemos sacado ese conocimiento? Tenemos que haberlo recordado a partir de las imperfectas imitaciones sensibles de lo igual, y para haberlo recordado, nuestra alma ha tenido que conocer las Ideas antes de unirse a nuestro cuerpo. Este argumento puede afectar no sólo a los conceptos matemáticos como igual, mayor, menor, sino también a la belleza, la justicia, etc. El hecho de poder recordar las Ideas muestra que el alma ya existía antes de unirse al cuerpo. La reminiscencia se convierte así en la base para demostrar la preexistencia del alma.