Portada » Filosofía » Conceptos Clave del Pensamiento de Nietzsche: Vida, Poder y Eterno Retorno
Nietzsche prefiere narrar en lugar de explicar conceptualmente. Para ello, critica los conceptos metafísicos, argumentando que son metáforas que han olvidado su origen metafórico. Denuncia el paso de la palabra viva al concepto abstracto. Las consecuencias de este paso son engañosas: erramos al suponer una identidad entre el ser y el concepto, confundimos el lenguaje con el mundo e idealizamos al creer que con el lenguaje captamos el mundo real. Esta crítica favorece la metáfora inacabada para expresar la realidad. Su perspectivismo (que permite afirmar que la metafísica y sus conceptos solo tienen valor como gramática, siendo un medio para que los hombres débiles se engañen sobre la existencia) es parte del método de la sospecha. Mediante el método genealógico, revisa la tradición occidental. La genealogía no recupera la necesidad de la metafísica, sino que establece su punto de emergencia o surgimiento. Su apuesta por el lenguaje se centra en la tensión entre la palabra (lenguaje creativo) y el concepto. Como ejemplo de la rigidez conceptual, se podría mencionar cómo ciertas convenciones lingüísticas pueden osificar el lenguaje.
En su crítica a la tradición, Nietzsche examina la tragedia ática. Ve en la tragedia griega primitiva una expresión de las fuerzas vitales. Considera que la tragedia muere con Eurípides y Sócrates, cuando se impone la idea de que «el bueno tiene que ser feliz» y se racionaliza el mito. La esencia de la tragedia griega original reside en la tensión armónica entre lo dionisíaco (desenfreno, sexualidad, embriaguez, caos vital) y lo apolíneo (lucidez, moralidad, razón, forma, orden). Esta tensión refleja un pensamiento trágico, plural y vital. Nietzsche valora la filosofía presocrática por encarnar este espíritu, oponiéndose a la interpretación tradicional que sitúa el culmen de la filosofía en Sócrates y Platón. Argumenta que Sócrates y Platón eliminan el espíritu dionisíaco, favoreciendo exclusivamente lo apolíneo y rompiendo así la tensión propia de un pensamiento vivo y afirmador de la vida. Nietzsche contrapone su filosofía al platonismo, al que considera una negación de la vida y una filosofía decadente. Su crítica afirma que el platonismo es una forma grave de decadencia y que la filosofía socrático-platónica, al volverse moralizante, se convierte en una filosofía para las masas, perdiendo su fuerza aristocrática y vital.
En su crítica a la modernidad, Nietzsche observa el dominio de los saberes técnico-científicos y la racionalidad instrumental (calculadora, matemática), que dejan atrás los saberes artísticos y la racionalidad intensiva, creativa y poética. Este proceso se relaciona con la «muerte de Dios», que simboliza la pérdida de los valores supremos que daban sentido a la cultura occidental (basados en el platonismo y el cristianismo). La modernidad, heredera de estos valores pero ya sin creer en su fundamento trascendente, vive una época de nihilismo y decadencia. La «muerte de Dios» implica una inversión: lo que antes se consideraba bueno (basado en la fe, la trascendencia) ahora puede verse como limitante o «malvado» para la vida, y lo que antes era considerado débil o pecaminoso (los instintos, la tierra) debe ser revalorizado. Ante esto, Nietzsche propone una transvaloración de todos los valores, un cambio radical para superar el nihilismo y afirmar nuevamente la vida, acabando con el espíritu decadente.
El paso del «no» (propio del nihilismo y la moral reactiva) al «sí» (la afirmación de la vida) se encarna filosóficamente en el personaje de Zaratustra, protagonista del libro Así habló Zaratustra. Zaratustra es el profeta que anuncia la muerte de Dios y la llegada de un nuevo tiempo, el del superhombre (Übermensch). En el texto, Zaratustra baja de la montaña al mercado y anuncia: «¡Dios ha muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado!». Se dirige a la multitud incrédula, explicando que esta muerte significa que hemos «borrado el horizonte», «bebido el mar» (eliminado los fundamentos absolutos) y ahora vivimos en un mundo sin la luz trascendente, enfrentándonos a la descomposición de los viejos valores («putrefacción»). La elección del nombre Zaratustra tiene una referencia histórica e irónica: Zoroastro (o Zaratustra) fue un profeta persa (zoroastrismo, religión dualista del Avesta, Ahura Mazda) que históricamente introdujo una fuerte distinción moral entre el bien y el mal. Nietzsche se apropia de su figura para anunciar precisamente la superación de esa moral dualista.
El «sí a la vida» en Nietzsche significa aceptar la existencia en su totalidad, incluyendo su carácter trágico, su falta de sentido trascendente, su mezcla inherente de orden y caos, creación y destrucción, placer y dolor. Es una afirmación incondicional de la vida como un acontecimiento único e irrepetible, sin buscar consuelos metafísicos o morales fuera de ella misma.
La voluntad de poder es el principio fundamental que, según Nietzsche, impulsa toda la realidad, no solo la humana. Es una fuerza expansiva, creativa y dominante. Afirma que necesitamos las «mentiras» del arte para poder soportar la verdad cruda de la existencia y no perecer. En el ámbito humano, la voluntad de poder se manifiesta de diversas formas:
El eterno retorno de lo mismo es uno de los pensamientos más profundos y difíciles de Nietzsche. No significa un retorno de lo idéntico, sino la repetición eterna del ciclo de la vida, con todas sus diferencias, alegrías y dolores. Es la idea de que cada instante, cada acontecimiento, volverá a ocurrir infinitas veces exactamente de la misma manera. La pregunta clave es: ¿amarías tu vida hasta el punto de desear que se repitiera eternamente, tal cual es? El eterno retorno es, por tanto, el símbolo supremo de la afirmación de la vida («sí a la vida»), la prueba definitiva para el espíritu libre. Representa la fidelidad al sentido de la tierra y la afirmación de la inocencia del devenir (el mundo no tiene una finalidad moral, simplemente es). Este pensamiento supera el dualismo platónico (mundo sensible vs. mundo inteligible) y toda forma de escapismo, ya que considera que estos dualismos nacen del miedo y el resentimiento hacia el carácter trágico e inmanente de la vida.