Portada » Filosofía » Conceptos Clave de Nietzsche: Nihilismo, Verdad, Superhombre y Más
Auguste Comte, considerado el creador de la sociología y pionero del positivismo filosófico, propuso una de sus aportaciones más conocidas: la «ley de los tres estados». Según esta ley, nuestras explicaciones pasan por tres fases:
Este esquema se aplica tanto a la evolución individual como a la historia del pensamiento.
Para Nietzsche, la verdad se define como «ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible». También la describe como «aquella clase de error sin la que una determinada especie de seres vivos no podrían vivir». El impulso de ser veraz se ha transformado en un impulso de mentir. Nietzsche ve su misión como filósofo en desenmascarar la mentira de los ídolos o dogmas vigentes, buscando presentar la verdad desde la intemperie de la vida, sin supuestos.
Nietzsche anuncia el advenimiento del nihilismo, del cual es testigo y, a la vez, busca superarlo. La cultura occidental, en su propia dinámica, ha llegado a la pérdida del sentido, al decaimiento del «mundo en sí» que habían inventado la metafísica y la religión. El «mundo verdadero» se ha convertido en «mundo en sí». La expresión «Dios ha muerto» designa la consecuencia necesaria a la que ha llevado la voluntad de decadencia del cristianismo: la negación del mundo del devenir. Nietzsche propone un nihilismo positivo: una voluntad de nada, una ausencia de meta y de porqué, que se resuelve en pura voluntad de poder, voluntad de eternidad y amor fati: eterno retorno.
En Nietzsche, el cambio se entiende en referencia a una necesidad, pero el ser se define como eterno retorno de lo mismo. Puesto que el pasado ya no puede ser de otro modo, la libertad consiste en que mi voluntad lo quiera y afirme positivamente. El amor fati es el eterno retorno de los estoicos, pero interpretado de forma diferente: para ellos, tiene el sentido de resignación o sometimiento a los designios de una ley (fatum) a la que no podemos oponernos; en Nietzsche, es un querer positivo: «¡Redimir el pasado y transformar todo «fue» en un «así lo quiero»!».
Mediante la concepción del eterno retorno, se asume con libertad que solo existe el devenir puro, sin sentido ni meta. Esa voluntad contiene una cierta moral que considera toda voluntad como simple refuerzo y potenciación de la energía vital, no como búsqueda de algo mejor. El eterno retorno es la idea fundamental de la metafísica de Nietzsche. Él mismo lo expresa así: «El que todo retorna es la extrema aproximación de un mundo del devenir al mundo del ser: cumbre de la meditación».
La proclamación nihilista de la cultura occidental, en todas sus manifestaciones, exige dar un paso siempre más allá del bien y del mal, y más allá del hombre. Ese ir más allá es un volver al origen no corrompido por las mentiras. El saber se vuelve alegre, la voluntad se libera de la culpa. Lejos de buscar el sentido en un mundo alejado de la vida, en Dios o en realidades subsistentes de tipo platónico, solo tiene sentido identificarse con el devenir y con el «yo quiero». El superhombre tiene el valor de decir sí a la absoluta falta de sentido.
«El espíritu libre es la excepción, los espíritus siervos son la regla»; frente al «rebaño» humano, está el que mira orgulloso desde lo alto y es perseguido por ello. El espíritu libre busca el mayor poderío. Investiga y busca razones, no creencias; su verdad reside en haberse liberado del sometimiento a las mentiras establecidas. Es un espíritu que busca todo, desde todas las perspectivas, a la luz del mediodía. Impetuoso, peregrino, extraño, frío, desintoxicado, sacrílego de lo que antes amaba y oraba, quizá con rubor por lo que acaba de hacer, pero con alegría de haberlo hecho.
La contraposición entre Apolo y Dionisos define el estilo de Nietzsche. Dionisos es la vida, la fuerza destructora, inexpresable, artística e incontenible. Apolo representa la medida, la forma, la belleza, la contención, la mesura, la luz. Su carácter dionisíaco se manifiesta en una concepción dialéctica de la realidad, al estilo de Heráclito o de Hegel. También tiene una raíz dionisíaca su enfoque genealógico: al buscar el origen, descubrimos la mentira del lenguaje y estamos en disposición de destruir esa mentira y permitir la libre creatividad de la vida. Esto nos lleva a una mirada de artista sobre la realidad: lo inexpresable, la vida, ha de ser transmitido por metáforas; el arte nos permite alejarnos de nosotros mismos y sumergirnos en la realidad eterna.
El origen de la tragedia es, según Nietzsche, un ensayo sobre cómo los griegos superaron el pesimismo. La tragedia es la prueba de que los griegos no eran pesimistas. El pensamiento de Schopenhauer deriva del contraste entre la inevitable tendencia a vivir de los individuos y el absurdo del mundo en sí en el que desembocamos con la metafísica. El ser humano es el ser más desgraciado porque tiene conciencia de ese absurdo. El fondo de la vida es el dolor; el delito mayor, haber nacido. Nietzsche constata la decadencia de la razón, base del pesimismo, y opone al pesimismo su voluntad de poder.