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La experiencia como origen del conocimiento.
A diferencia del racionalismo, el empirismo de Hume toma la experiencia como origen y límite de nuestros conocimientos. Supone la crítica al innatismo, que afirma la existencia de ‘’ideas’’ producidas por la mente y no por la experiencia. Al nacer, nuestra mente está en blanco, y se va formando de la experiencia. Hume se plantea cuáles son las formas posibles de conocimiento, y basándose en Leibniz, este autor dirá que todos los objetos de la razón e investigación humana se dividen en dos grupos: relaciones de ideas y cuestiones de hecho.
Los objetos de la razón pertenecientes al primer grupo son aquellos que sean intuitiva o demostrativamente cierto, como la Geometría o el Álgebra. Estos son conocidos independientemente de lo que exista. Dependen de la actividad de la razón, ya que aun suponiendo que no existe un triangulo, la hipotenusa de este al cuadrado es igual a la suma de los dos catetos al cuadrado, pues es una relación entre varios elementos que son verdaderos. Estas proposiciones expresan las relaciones entre ideas, de modo que el principio de contradicción sería la guía para determinar su falsedad o su verdad. El segundo tipo de objetos de la razón, las cuestiones de hecho, no pueden ser investigadas de la misma forma, ya que u hecho es, normalmente, siempre posible. Así, Hume, se pregunta cuál de las dos afirmaciones será la verdadera, si la de que el Sol saldrá mañana, o por el contrario, no lo hará. De este modo no se puede recurrir al anterior sistema de contradicción para averiguar si es verdadera o falsa, sino que sus principios estarán en la relación causa y efecto.
Entonces, cuando estamos completamente seguros de la veracidad de los hechos, no será por otra cosa más que por la experiencia, que nos hace asociarlo con otro hecho que le sigue (causa y efecto). Así pues, al oír una voz en la oscuridad, sabemos que hay una persona porque la experiencia nos hace unir elementos particulares entre sí que nos dan una respuesta. Las causas y los efectos, por lo tanto, solo pueden ser descubiertas por la experiencia, no por la razón. Podemos hablar entonces de dos tipos de conocimientos en Hume: el conocimiento de relaciones de ideas y el conocimiento de hechos. El primero depende de las operaciones de entendimiento regulados por el principio de contradicción; el segundo el entendimiento está regulado por la experiencia, pues depende de la ley causa-efecto y no hay un razonamiento a priori que nos permita deducir una a partir de otro. Por lo general, el empirismo supone la aceptación de objetos exteriores que sea todo lo que me produzca mis impresiones, y por lo tanto, mis conocimientos. Hume aceptara esta teoría siempre que se tenga en cuenta que ello es una aprobación del sentido común, pero que no se puede demostrar que los objetos exteriores sean la causa de mis impresiones.
La Crítica de los conceptos metafísicos. Aristóteles define substancia como aquello que no necesita de nada para existir. Aquello auténticamente real, es el objeto físico y el sujeto (yo). El problema para el empirismo es si su referente ontológico puede ser objeto de experiencia. Locke cree que substancia es una idea compleja que la mente crea a partir de ideas de todo lo que forjamos con la experiencia, la base sobre la que se levanten las cualidades sensibles. Locke interpreta esta noción como una idea compleja que la mente elabora para dar explicación a las cualidades sensibles que la experiencia muestra. Hume niega la existencia de sustancias materiales y la existencia del “yo”, puesto que no hay ningún referente empírico. Así las impresiones serán cambiantes y no existen más que en momentos puntuales. De esta forma no hay ninguna impresión que se corresponda con la idea de sustancia, que es continua, ya que incluso el “yo” es una estructura de percepciones que se mueve por la imaginación y las pasiones. Hume establece el principio de causalidad, origen de la racionalidad, el elemento básico en toda la explicación de los fenómenos: conocer algo es conocer sus causas. Hume, sostiene que sólo podemos conocer la relación causa-efecto por la experiencia, nunca mediante la deducción. Para ver si es verdadero, debemos acudir a la sensibilidad y establecer que impresión o impresiones son aquellas que corresponden con la categoría de causalidad. Así, el principio de causalidad es el fundamento de los conocimientos empíricos no inmediatos, pero no se sabe qué valor tiene este principio, o si es una idea cognoscitiva o una mera construcción de la fantasía que no se corresponde con nada de la realidad. Hume responde a esto guiándose por la experiencia para buscar allí las impresiones sensibles de las que deriva la idea de causalidad. Observa, que entre los dos fenómenos se encuentra la Contigüidad en el espacio y en el tiempo; la prioridad de la causa con respecto al efecto y la Conjunción constante entre causa y efecto. Pero se da cuenta de que en ninguno de estos aparece la conexión necesaria que nos permita deducir necesariamente el efecto de la causa. El problema está en encontrar el origen empírico de la conexión, que no se puede establecer mediante razonamientos, puesto que sería una demostración y no puede serlo porque no implica contradicción. Sólo puede provenir, por lo tanto, de la experiencia. Esta conexión necesaria, tampoco se encuentra en la experiencia, viene de un razonamiento, pues recurrir a la experiencia implica pensar que los hechos están regidos por una ley universal, inmutable y constante, que nos llevaría a pensar que el futuro será como el pasado, que las mismas leyes del futuro son las que rigieron el pasado y esto no se puede demostrar por la experiencia ni por otro razonamiento. Hume cree que es la costumbre, que nos hace creer que lo pasó en el pasado, se repetirá en el futuro. Todos nuestros conocimientos empíricos son creencias que nuestra mente mantiene por los hechos pasados. En definitiva, racionalmente nunca podemos estar seguros de nada. Para la vida práctica es necesaria y válida esta creencia, que aunque no tenga una justificación racional, nos permiten seguir existiendo, por lo que aunque ninguna creencia pueda basarse en la razón, no podemos dejar de creer. Descartes y Locke recurrieron al principio de causalidad para demostrar que Dios existe (Dios es la causa primera de todos los fenómenos de la experiencia), pero Hume considera válidos sus argumentos porque pretenden dar el salto desde una serie de impresiones particulares a Dios, del que no tenemos impresión alguna. Para Hume es imposible averiguar si existe Dios a un mundo más allá de nuestras impresiones: nuestras nociones de Dios y del mundo exterior, son un misterio, constituyen la frontera y el límite de nuestro conocimiento.