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Pío Baroja:
El árbol de la ciencia
Relacione la obra a la que pertenece el fragmento con su autor y con su época literaria
Este fragmento pertenece a la novela El árbol de la ciencia, considerada una de las obras maestras de Pío Baroja, que fue publicada en 1911 y su acción se desarrolla entre los años 1887 y 1898. En esta novela se nos presenta una visión hostil, agria y pesimista de la España de finales del Siglo XIX, lo cual encaja perfectamente con la personalidad de Baroja y con el ambiente dominante en la sociedad española de la época.
Ante todo, esta novela tiene mucho de autobiografía
: Baroja estudió Medicina, tuvo una estancia en Valencia, se le murió un hermano y ejercíó durante poco tiempo como médico en un pueblo (Cestona); experiencias que vive Andrés Hurtado, el protagonista de esta novela y trasunto literario del propio Baroja.
Pero esta obra es también representativa de la literatura de fin de siglo, que refleja esta época de cambio y, concretamente, de la Generación del 98, con el pesimismo, el problema existencial y la preocupación por España que la caracteriza. Además de recoger el propio desastre del 98, que da nombre a la generación, por el que España pierde las últimas colonias de ultramar: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Acontecimiento comentado por Andrés Hurtado y su tío Iturrioz, y al que hacen referencia las informaciones tendenciosas que dan los periódicos, como si España fuera a vencer a Estados Unidos en aquel conflicto bélico. El desengaño de esta pérdida conduce al pesimismo que recorre en general la literatura, pero que en El árbol de la ciencia no es el único porque la vida del protagonista constituye una sucesión de desengaños, incluida la muerte de su hijo y de su mujer, que lleva a Andrés al suicidio. Tal pesimismo hace que veamos el sentido existencial de la novela. En lo religioso Andrés dice que “eso del alma es una pamplina” y que en Kant ha leído que los postulados de la religión “son indemostrables”. La ciencia tampoco le proporciona las respuestas que busca a sus grandes interrogantes sobre el sentido de la vida y del mundo, al contrario, según Baroja no hace sino agudizar el dolor de vivir. Así surge la idea que da título a la novela:
“…en el centro del Paraíso había dos árboles: el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. El árbol de la vida era inmenso, frondoso y, según algunos santos padres, daba la inmortalidad. El árbol de la ciencia no se dice cómo era; probablemente sería mezquino y triste.”
En definitiva, las lecturas filosóficas de Andrés, que son las mismas que las de Baroja, le llevan a la concepción desesperada de una vida sin sentido. La principal influencia es la de Schopenhauer, de quien proceden algunas definiciones de la vida en esta novela como “La vida en general, y sobre todo la suya, le parecía una cosa fea, turbia, dolorosa e indominable”. Con ello se combina la idea de “la lucha por la vida”(Darwin), tan barojiana que da título a una de sus trilogías más famosas. En El árbol de la ciencia se dice: “La vida es una lucha constante”.
En cuanto a la preocupación por España, los personajes y ambientes constituyen un mosaico de la vida española de la época, que Baroja critica porque ve que se descompone ante la despreocupación de la mayoría en torno al 98. También evidencia la pobreza cultural del país (actitud inapropiada de los estudiantes, ineptitud de los profesores) a propósito de los estudios de Andrés; y varias veces se insistirá en el desprecio por la ciencia y la investigación, así como en la falta de humanidad o profesionalidad que observa en las prácticas hospitalarias. Pero la visión de la realidad española se estructura más adelante (V y VI) en la oposición campo/ciudad.
El mundo rural (Alcolea del Campo) es un mundo inmóvil como “un cementerio bien cuidado”, presidido por la insolidaridad y la pasividad ante las injusticias. Palabras como egoísmo, prejuicios, envidia, crueldad, etc., son las que lo describen. De paso, se denuncia el caciquismo asociado a la rapacidad de los políticos.
La ciudad, Madrid, es “un campo de ceniza” por donde discurre una “vida sin vida”. De nuevo se nos presentan muestras de absoluta miseria en contraste con la despreocupación de los “señoritos juerguistas”.
Ante la “iniquidad social”, el protagonista siente una cólera impotente que casi refleja el Regeneracionismo del que fue partidario Baroja: “La verdad es que, si el pueblo lo comprendiese –pensaba Hurtado-, se mataría por intentar una revolución social”. Sin embargo, el pueblo está cada vez más “degenerado”, por lo que no ve solución Andrés (ni Baroja), que “Se iba inclinando a un anarquismo espiritual, basado en la simpatía y en la piedad, sin solución práctica ninguna.” La frase es tan reveladora como aquella otra de su tío, Iturrioz: “La justicia es una ilusión humana.”
Y todos estos contenidos están expresados mediante un estilo que busca la espontaneidad narrativa con una prosa clara, precisa y rápida, frase cortay párrafo breve. Hay un tono “agrio” que corresponde a su temperamento amargado, pero también destaca la viveza y amenidad del relato, el relieve de sus descripciones…Pero es en la autenticidad de los diálogos donde destaca como maestro insuperable.
En suma, El árbol… es tan barojiana por su contenido como por sus aspectos formales, tanto que se considera “la más representativa de las novelas barojianas”.
A la vez , es sumamente representativa de la época: algunos críticos literarios la consideran la novela más representativa de la generación del 98.