Portada » Lengua y literatura » Claves de El Cuarto de Atrás: Memoria, Símbolos y Creación en la Obra de Martín Gaite
Una metanovela es aquella que reflexiona sobre su propio proceso de creación mientras narra una historia. El Cuarto de Atrás es un claro ejemplo por varias razones:
El Cuarto de Atrás se sitúa en la segunda etapa de la producción literaria de Carmen Martín Gaite, correspondiente a las llamadas novelas de la transición democrática. Las obras de este periodo plantean la necesidad de un interlocutor (por eso combina el diálogo y el monólogo) y reivindican la importancia del lenguaje como medio de comunicación que salve al individuo de sus terrores y su aislamiento.
La novela se enmarca y evoca la España bajo la dictadura del general Franco. Durante este periodo, la Falange era el partido único que controlaba la vida política y social, y la Iglesia Católica extendía su influencia, especialmente en la enseñanza. Socialmente, aunque la novela se escribe en la Transición, rememora décadas anteriores. Ya en los años 50, comenzaron a surgir protestas de trabajadores y estudiantes universitarios contra la dictadura. A pesar del control férreo, hubo un crecimiento económico y desarrollo industrial (propiciado en parte por la apertura exterior), pero también creció la oposición al régimen.
La memoria es el material fundamental que la autora-protagonista utiliza para construir este relato con tintes autobiográficos. La narración se desencadena a través de la evocación y el recuerdo, a menudo de forma no lineal, explorando el pasado personal y colectivo.
Ese «cuarto de atrás» al que hace referencia el título de la novela es el cuarto de jugar que tenía la autora con su hermana en Salamanca. Representa el espacio de su infancia, donde descubrió a los autores Elena Fortún y Antonio Robles, y donde, felizmente, reinaba el caos. Este espacio idealizado y mítico del juego desaparecerá durante la guerra, cuando la necesidad lo convierte en despensa. Simboliza el paso de lo lúdico a lo útil y, en cierta forma, de la infancia a la madurez, de lo ideal a lo real.
Bergai es un espacio imaginario creado por Carmen Martín Gaite y su mejor amiga durante su juventud. Funcionaba como un refugio ante la mediocridad percibida en la sociedad franquista. A diferencia de Cúnigan (otro espacio mencionado), Bergai posee un gran valor sentimental, considerado un “regalo” de su amiga, quien la introdujo en la literatura de evasión y en el placer de la soledad creativa. Juntas inventaron diarios, mapas y anotaciones sobre este lugar, concebido como una tierra marginal pero sentida como más real que la propia realidad. Para la autora, Bergai representaba una vía de escape, un lugar al que se llegaba «por el aire» para evadir las preocupaciones cotidianas.
La cesta de costura simboliza el taller literario. La autora trabaja con los hilos como metáfora del continuo fluir de historias, recuerdos y sueños que se enhebran y deshebran a lo largo de la novela. Los hilos representan el “laberinto discursivo donde Martín Gaite entrelaza temas, ata y desata, mezcla ficción y realidad”. Existe, por tanto, un claro paralelismo entre el léxico de la costura y el acto de la escritura y la narración en la obra.
Un hombre misterioso del que desconocemos la identidad, sumido en el nombre genérico que alimenta la intriga; un interlocutor soñado, un interlocutor ideal. Es un pretexto para que la autora-narradora-protagonista deje libre su fantasía y, al mismo tiempo, se convierta en parte activa de la narración, interrogándola y obligándola a aclarar ideas. Actúa como un psicoanalista cuya función es desordenar la memoria de la protagonista para que los recuerdos vayan apareciendo de forma caótica y así trasladarla a ese “cuarto de atrás” que todos llevamos dentro y que queremos ordenar.
Es un personaje de folletín que sirve para atraer a los otros dos personajes (la narradora y el hombre de negro) a un escenario folletinesco. Permite a la narradora conocer otra imagen, bien distinta, de su interlocutor. Además, le sirve para buscar su propia identidad en Carola, ya que le hace recordar bastantes cosas. Aparece en el capítulo V. Los géneros de horror y de misterio están presentes en la conversación relacionada con ella. Carola podría interpretarse como un desdoblamiento de la protagonista. Un dato simbólico es que las tres primeras letras del nombre de Carola (Car-) coinciden con las primeras de la protagonista (Carmen).
En este capítulo, la protagonista acepta una entrevista inesperada, lo que da pie a la conversación y evocación de experiencias. Estas escenas contienen una gran carga simbólica. El hecho de que el misterioso entrevistador (el hombre de negro) se presente con un sombrero negro puede interpretarse como una señal de su calidad de “alter ego” (el otro “yo”) de la narradora. Funciona como un elemento mediador entre la voz y la memoria de la protagonista. Por otra parte, la presencia simbólica de la cucaracha persiste; podría representar el miedo al cambio o, más específicamente, el temor de la narradora a la posible pérdida o destrucción de sus propias memorias y de su pasado.