Portada » Historia » Causas y Desarrollo del Imperialismo Europeo: Siglos XIX y XX
En el siglo XIX, el crecimiento de la población europea provocó una gran migración hacia nuevas colonias. Estos movimientos migratorios fueron impulsados por crisis económicas en Europa, donde los países no aseguraban la subsistencia, facilitando la salida hacia las colonias como método de emergencia. También influyeron las persecuciones religiosas o políticas y el deseo de aventura y una vida mejor, animado por las agencias de emigración.
A finales del siglo XIX y principios del XX, los destinos principales de la emigración europea fueron Estados Unidos, Canadá, América del Sur y Australia, siendo Asia y África los menos concurridos.
Las grandes potencias industriales necesitaban mercados y materias primas. A finales del siglo XIX, se desarrollaron industrias como la química, petrolera, de transportes y medios de comunicación. Estados Unidos se convirtió en la primera potencia económica mundial.
Estas potencias requerían mercados para vender sus productos y materias primas baratas para aumentar su producción. Además, necesitaban lugares para invertir el capital excedente, generando grandes beneficios que se reinvertían en la economía de las metrópolis.
Las fronteras europeas se fijaron a finales del siglo XIX tras las revoluciones liberales y las unificaciones de Italia y Alemania. La imposibilidad de expandirse dentro de Europa llevó a las potencias a buscar territorios en otros continentes, aumentando su prestigio y poder internacional. Las colonias impulsaron el desarrollo del comercio, la industria y los ejércitos. La rivalidad política y militar entre estas potencias provocó conflictos locales y crisis internacionales que culminaron en la Primera Guerra Mundial.
La misión civilizadora de los europeos se basaba en la defensa de la superioridad de ciertas naciones y su derecho a imponerse sobre otros pueblos. Estas naciones se consideraban encargadas de expandir la educación, la cultura, la sanidad y la paz social. Esta ideología desembocó en racismo, al considerar al hombre blanco superior a otras etnias.
A mediados del siglo XIX, África era un continente poco conocido. Sin embargo, el interés por controlarlo llevó al desarrollo de exploraciones geográficas, especialmente por parte de británicos y franceses.
La conquista fue rápida y fácil debido al escaso desarrollo tecnológico de los pueblos indígenas y las rivalidades internas entre tribus.
Se distinguen tres tipos de colonias:
Los principales imperios coloniales fueron el británico y el francés, seguidos por Alemania, Bélgica e Italia. Estados Unidos y Japón también impulsaron su expansión imperial.
El imperio británico fue el más extenso, abarcando el 20% de la superficie terrestre y el 25% de la población mundial en 1914. Sus colonias se distribuían por todos los continentes, con puntos estratégicos como Gibraltar, Suez, Singapur y Hong Kong, controlando las rutas marítimas mundiales.
La India fue su principal colonia debido a su riqueza en té, especias y algodón. Para asegurar la ruta a la India, controlaron Suez y Egipto, y conquistaron territorios en Asia para protegerla del avance ruso y francés. En África, avanzaron desde El Cabo hacia el norte, intentando conectar con Egipto. También poseían Canadá, gran parte de Oceanía y archipiélagos del Pacífico.
El imperio francés fue el segundo en importancia. En África, comenzó con la conquista de Argelia, Túnez y Marruecos, expandiéndose por el centro y oeste del continente. En Asia, adquirieron Indochina.
Alemania e Italia se unieron tarde a la expansión imperialista, obteniendo colonias en África. Bélgica, bajo el rey Leopoldo, logró el Congo.
Rusia expandió sus fronteras terrestres, incorporando Siberia, extendiéndose hasta el Himalaya, la India y China.