Portada » Historia » Capitalismo, Revolución Industrial y Transformaciones Sociales
El capitalismo, un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, emergió como consecuencia de la Revolución Industrial y los avances tecnológicos de la segunda mitad del siglo XVIII. La crisis del sistema feudal, provocada por el agotamiento de las tierras, el hambre y las enfermedades, desestabilizó el orden social y económico existente, dando paso a una nueva era.
La Revolución Industrial, que comenzó en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII, marcó el inicio de una profunda transformación económica y social. La mecanización de la producción, el desarrollo de nuevas tecnologías y la expansión del comercio internacional dieron lugar a un aumento sin precedentes de la productividad y la riqueza.
El capitalismo dio origen a nuevas clases sociales: la burguesía, compuesta por comerciantes, banqueros y dueños de fábricas, y el proletariado industrial, formado por los trabajadores de las fábricas. La expansión de la industria llevó a un crecimiento significativo del proletariado, creando nuevas dinámicas sociales y económicas.
El ascenso de la burguesía y la Revolución Industrial también tuvieron un profundo impacto en la esfera política e ideológica. En Inglaterra, se consolidó el liberalismo político bajo la forma de una monarquía constitucional, mientras que la Revolución Francesa proclamó los principios de libertad, igualdad y fraternidad, marcando el fin de la Edad Media europea y el inicio del Estado moderno.
Como respuesta a las desigualdades y la deshumanización generadas por el capitalismo, surgió el socialismo, una ideología que abogaba por la justicia social, la igualdad y la propiedad colectiva de los medios de producción. Karl Marx, uno de los pensadores más influyentes del siglo XIX, argumentó que la burguesía, para seguir acumulando capital, debía aumentar la explotación del proletariado, creando las condiciones para una revolución social.
La competencia imperialista, las tensiones políticas y la necesidad de nuevos mercados para la producción industrial llevaron a la Primera Guerra Mundial, un conflicto devastador que involucró a las principales potencias europeas. La guerra de trincheras, caracterizada por su brutalidad y el uso de nuevas tecnologías bélicas, dejó un saldo de millones de muertos y heridos.
En 1917, la Revolución Rusa derrocó al régimen zarista e instauró un gobierno comunista liderado por Lenin. La revolución, inspirada en las ideas socialistas, buscaba abolir la propiedad privada y transformar la sociedad capitalista.
En el período de entreguerras, surgieron regímenes totalitarios como el fascismo en Italia, liderado por Mussolini, y el nazismo en Alemania, bajo el mando de Hitler. El nazismo, basado en la ideología de la superioridad racial aria, llevó a cabo una política de persecución y exterminio contra judíos, gitanos y otros grupos considerados inferiores.
La Segunda Guerra Mundial, un conflicto aún más devastador que el primero, enfrentó a las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) contra los Aliados (Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética). La guerra terminó con la derrota del Eje y el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo se dividió en dos bloques ideológicos: el bloque occidental capitalista, liderado por Estados Unidos, y el bloque oriental comunista, bajo el control de la Unión Soviética. La Guerra Fría, un período de tensión y rivalidad entre ambas potencias, se caracterizó por la carrera armamentista, la competencia espacial y los conflictos indirectos en diferentes regiones del mundo.
El proceso de reformas iniciado por Gorbachov en la Unión Soviética en la década de 1980 llevó al colapso del comunismo y al fin de la Guerra Fría. La caída del Muro de Berlín en 1989 simbolizó el fin de una era y el inicio de un nuevo orden mundial.
En América Latina, el desarrollismo, una estrategia económica que buscaba promover la industrialización y el crecimiento económico, se implementó en varios países durante el siglo XX. El desarrollismo, a menudo asociado con la dependencia de capitales extranjeros y la subordinación de los conflictos sociales al objetivo del desarrollo industrial, tuvo un impacto significativo en la región.