Portada » Economía » Balanza de pagos durante la crisis de 1973-1978
Las consecuencias de estos cambios serán muy importantes para la vida económica:
A. Los distintos países podrán saldar en adelante el déficit de su balanza de pagos con su propia moneda lo que significa en la práctica la posibilidad
de prolongarlo.
B. El dólar sigue siendo la moneda internacional pero sin referencia al oro. Los Estados Unidos deben de garantizar su estabilidad. Ello supuso no
pocas ventajas ya que en adelante pudo practicar la política monetaria que le convénía, dejando a sus partenaires el trabajo de adaptarse a los
cambios. Asimismo le era factible financiar los gastos militares o adquirir bienes de equipo en el extranjero con su propia moneda aunque su
balanza comercial fuese deficitaria. El país más rico del mundo podía vivir a crédito a expensas de los restantes.
C. La no convertibilidad del oro se presta a dos lecturas complementarias. Sanciona el debilitamiento relativo de la economía americana con relación a sus competidoras y la incapacidad de su industria para soportar durante más tiempo el nivel de las paridades monetarias en vigor y facilita el desarrollo de un sistema financiero internacional cuyo soportecentral es el dólar lo cual sólo fue posible porque ningún país occidental dispónía de una moneda que pudiera ocupar esa posición central
El nuevo sistema monetario se va a caracterizar por su gran inestabilidad pero también por una gran flexibilidad de los dos principales mecanismos de ajuste: las tasas de cambio de las principales monedas occidentales y los movimientos de la balanza de pagos. Esta carácterística va a facilitar la absorción del desequilibrio que se produjo en los pagos internacionales tras el primer shock petrolífero de 1973 a raíz de la subida de los precios del crudo que se tradujo en una detracción sobre las economías occidentales del orden de 150 billones de dólares entre 1973 y 1978. Dicha subida había sido una operación de castigo de los países de la OPEP contra los occidentales por la ayuda prestada a Israel durante la guerra denominada del Yom Kippur. Sorprendidos por esta medida los países consumidores reaccionaron por medio de disposiciones destinadas a ahorrar energía y a recurrir a otras formas
de la misma como la nuclear y las renovables amén de promover la prospección petrolífera fuera de la OPEP. Pero se trataba de políticas a largo plazo por lo que la demanda de petróleo en los países industriales siguió siendo elevada lo que generó desequilibrios en las balanzas comerciales, una aceleración de la inflación y desórdenes monetarios internacionales. El choque petrolífero sirve de detonante a la crisis económica. Aunque la situación mejore entre 1974 y 1978 la revolución del Irán vuelve a alterar el mercado: en 1980 la OPEP sube los precios una vez más. Este segundo choque golpea a unas economías debilitadas y el incremento de la factura energética dificulta todavía más la recuperación. En lo que se refiere a los
movimientos de precios y a la inflación la crisis presenta una fisonomía muy original. En lugar de una etapa inicial de deflación como la que tuvo lugar después de 1929 lo que se produjo desde el primer momento fue una clara tendencia inflacionista que en los diez años subsiguientes a 1974 alcanzó una media del 10% en los países de la OCDE. Aunque el factor desencadenante del fenómeno fuera la subida de precios del petróleo no se deben desdeñar otros elementos de tipo estructural como la terciarización de la economía y la desaparición del papel de la industria como amortizador de la inflación. Todo ello produjo que ahora se convirtiera en uno de los principales problemas y que la actuación de los gobiernos tuviera como uno de sus fines prioritarios el control de la subida de precios.
En el aspecto financiero a partir de los años 1980 lo que ocurre es una mayor tendencia hacia la mundialización debido a la libre circulación de capitales. La globalización financiera reposa sobre una mayor libertad en la circulación de capitales, la supresión de los intermediarios y en la comunicación de los sistemas financieros nacionales. Todo ello va a favorecer un mercado mundial de capitales. Según la teoría liberal este hecho favorece el crecimiento mundial debido a que facilita una colocación más eficiente de los capitales ahorra los costes de los intermediarios y obliga a los gobiernos a ser responsables en sus políticas económicas respectivas. Estas afirmaciones deben ser matizadas debido a la aparición de nuevos riesgos. Los capitales flotantes representan hoy un volumen global de unos 4 billones de dólares susceptibles de desplazarse de manera prácticamente instantánea de una plaza financiera a otra a la búsqueda de una mejor remuneración obedeciendo a veces en sus movimientos a meros rumores y no al análisis de los datos económicos fundamentales. Las esferas monetaria y financiera se están desconectando de la economía real.