Portada » Arte » Arte Hispanomusulmán y Bizantino: Una Mirada a la Arquitectura y Decoración
En el siglo VIII, el islam dominaba desde parte de China y de la India hasta la península Ibérica. Los árabes, al ser nómadas, no tenían una tradición arquitectónica propia. Adoptaron elementos formales romanos, paleocristianos, bizantinos, persas y del Lejano Oriente. Su arte estuvo muy ligado a la religión.
El primer periodo de esplendor artístico se inició con la llegada de Abd al-Rahman I, quien intentó hacer de Córdoba una nueva Damasco. Su sueño se materializó en la Mezquita de Córdoba. El arte peninsular se adaptó perfectamente al musulmán. La arquitectura musulmana asumió elementos como el arco de herradura, el arco lobulado y gran variedad de bóvedas de nervios.
Al pie de Sierra Nevada, Abd al-Rahman III construyó la ciudad-palacio de Medina Azahara para su favorita, Zahra. De forma rectangular, agrupaba edificios independientes, cada uno organizado alrededor de un patio central. Se conserva uno de los salones del palacio califal, estructurado en cinco naves precedidas de un pórtico. Este pórtico separa las naves extremas mediante muros y las centrales mediante columnas. Las columnas presentan decoración y epigrafía en las basas, cromatismo en los fustes, y los capiteles exhiben un trabajo prodigioso, próximo a la filigrana, gracias a la técnica del trépano.
El califato de Córdoba se desintegró en un mosaico de reinos de taifas, muy castigados por los reinos cristianos del norte. Estos reinos fueron invadidos por los almorávides y los almohades. Los almohades impulsaron una arquitectura sobria que potenciaba las líneas esenciales de la estructura. El ataurique (decoración floral) se estilizó en formas más ligeras y convencionales, dando lugar a un grafismo nítido, luces claras y sombras recortadas.
La permanente inseguridad favoreció el desarrollo de la arquitectura militar. Las fortificaciones almohades fueron inexpugnables. El recinto fortificado de Sevilla tenía 176 torres, entre ellas, la Torre del Oro, una construcción estratégica de defensa por el río. De planta dodecagonal, con un núcleo central a modo de torrecilla, estaba recubierta de brillantes azulejos que le daban apariencia metálica.
El reino nazarí de Granada, gracias al régimen de vasallaje con los reinos cristianos, se prolongó hasta 1492. El arte nazarí, de carácter ecléctico, convierte todo el legado artístico en una evolución sin rupturas, superando los precedentes del califato cordobés y articulando un lenguaje propio y excepcional. Su principal aportación está en la decoración: mocárabes y estalactitas formando cúpulas, techos y arcos, capiteles sobre columnas… El máximo exponente de este arte es la Alhambra de Granada, fortaleza y residencia real.
El minarete era el lugar desde donde se llamaba a los fieles a la oración. La Giralda, minarete de la desaparecida mezquita de Sevilla, sigue el modelo de la mezquita cordobesa y es el más elevado que se construyó. Su gran valor se debe a la eficacia estructural con que resolvió sus grandes dimensiones y su decoración, que se adapta muy bien al ladrillo. De planta cuadrada, de 13.6 m de lado, en su interior un enorme pilar machón central, alrededor del cual asciende una rampa. El pilar machón alberga siete habitaciones superpuestas. En el exterior, los pisos inferiores presentan muros lisos que abren vanos en forma de arcos enmarcados por alfices. Los pisos superiores se dividen en tres calles: la central, con ventanas superpuestas, y las laterales, con arcos ciegos que sustentan «tapices de rombos» formados por el cruce de arquerías de ladrillos. Sigue una pequeña plataforma adornada con diez arcos ciegos, y la decoración renacentista de Hernán Ruiz.
El emperador cristiano Constantino trasladó la capital del Imperio desde Roma hasta Bizancio, y la llamó Constantinopla. Se convirtió en el centro de la cultura y del cristianismo en Oriente. El momento más brillante de este nuevo imperio se corresponde con el reinado de Justiniano. El arte bizantino estuvo condicionado por la concepción misma del Estado: el emperador asumía las funciones del emperador romano y las del Papa. El carácter casi sacro del emperador se manifestó en la fusión entre la pompa cortesana y la liturgia eclesiástica, lo que se tradujo en las formas lujosas que presiden la iconografía bizantina.
El edificio basilical de origen paleocristiano tiene un representante en San Apolinar in Classe (un suburbio del puerto de Rávena). Configurado por tres naves separadas por arcadas, era arquitectónicamente ideal para las necesidades cristianas. 1º Se trata de un espacio direccional: la mirada del fiel es dirigida hacia el altar; el eje longitudinal domina el espacio interno y conduce la vista hasta el fondo del ábside. 2º Destaca la articulación clara del espacio: es un edificio simple que revela el apego a la simetría clásica y a sus pórticos. La nave central está flanqueada por hileras de columnas de mármol que reciben la luz del cuerpo de ventanas, gracias a la diferencia de alturas de las naves. 3º La jerarquización física del espacio se corresponde con la jerarquización eclesial. El presbiterio y el ábside forman un recinto aislado para la celebración litúrgica. La pintura y los mosaicos cumplían un papel importante. San Apolinar es una excepción: las paredes de las naves se llenan de narraciones y, al llegar al arco triunfal y al ábside, se topaba con una escena resumen. Esta escena está en consonancia con el simbolismo paleocristiano: una cruz que se eleva en el cielo simboliza la transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
El modelo preferido fue la iglesia de planta centralizada, cuyos elementos se disponen alrededor de una gran cúpula central que se sostiene en pilares y columnas. Reproduce el modelo de planta octogonal, con exedras de dos pisos con columnas, cubierta por una cúpula y rodeada por una nave, además de un ábside y un nártex. Se aleja de la influencia romana. Busca la articulación del espacio y establece proporciones esbeltas con altos pilares. Potencia las líneas verticales y añade a la base de la cúpula un tambor con ventanales que iluminan el espacio central. La cúpula está constituida por ánforas de barro empastadas en un grueso lecho de cemento. El interior de esta iglesia es una fastuosa colección de mármoles, mosaicos y pinturas al fresco. El ábside alberga exquisitos capiteles, habitualmente labrados con el trépano. Sobre el capitel aparece un cimacio decorado con motivos simbólicos. El modelo de San Vital fue adoptado por el arte carolingio.