Portada » Filosofía » Aquella realidad escondida, inaferrable
.La dinámica humana al chocarse con la realidad, ese impacto es el que podrá en marcha el mecanismo (se siguen unos a otros) que revela esos factores. Un individuo que haya tenido un su vida un impacto débil con la realidad, tendrá un sentido escaso de su propia conciencia, percibirá menos la energía y la vibración de su razón. El asombro, la maravilla que produce la realidad que se me impone, esta presencia con la que me topo, está en el origen del despertar de la conciencia humana. Por eso el primerísimo sentimiento que tiene el hombre es el de estar frente a una realidad que no es suya, que existe independientemente de él y de la cual depende (la percepción original de un dato, de algo dado). La palabra que traduce en términos plenamente humanos el vocablo dato y, por tanto, el primer contenido de nuestro impacto con la realidad, es la palabra DON.
La palabra dado refleja una actividad delante de la cual soy sujeto pasivo, se trata de una pasividad que constituye mi actividad original, que es precisamente recibir, constatar, reconocer.Este estupor es lo que despierta la pregunta última en nuestro interior, no es una comprobación fría, sino un asombro llano de atractivo, una especie de pasividad que en el mismo en que se produce engendra en su seno la atracción.El primer sentimiento que experimenta el hombre es el atractivo, la adhesión al ser, luego el miedo, como peligro de peder este, que ya no ejerza atracción en ti (temes perder algo sólo cuando lo has tenido al menos un momento).La religiosidad es la afirmación y el desarrollo del atractivo que tienen las cosas.Otra palabra que debemos tomar en cuenta es la alteridad. No existe nada más unido a la naturaleza del hombre que el vivir poseídos por la dependencia original, pues la naturaleza del hombre consiste justamente en que es un ser creado.
:1La realidad se percibe genéricamente como algo dado (una alteridad).2-Posteriormente en esa realidad distinguimos rostros y cosas.3-Luego me doy cuanta de mi mismo.
El hombre, una vez que se ha dado cuanta de este ser real, de esta inexorable presencia con su variedad u sus diferencias y de su propio yo como parte de esta presencia, cae en la cuenta también de que dentro de esta realidad hay un orden, que esta realidad es cósmica. El asombro, el estupor original, implica un sentido de la belleza, el atractivo que ejerce la belleza armónica.No solo se da cuenta el hombre de que esta presencia inexorable es bella, atrae y tiene un orden armónico, constata además que se mueve conforme a un designio que le puede ser favorable. Esta realidad tiene establecidos el día y la noche, el otoñó, el invierno, los ciclo en donde el hombre puede reproducirse, rejuvenecerse, etc.Este es el rasgo característico que tiene el planteamiento original de cualquier religión antigua: el sentido de lo divino como providencia.Cuando se ha despertado ya su ser por la presencia de las cosas, por la atracción que ejercen y el estupor que provocan, y se ha llenado de gratitud y alegría porque esa presencia puede ser benéfica y providencial, el hombre toma conciencia de sí en cuanto, yo, y recupera su asombro original con una profundidad que establece el alcance y la estatura de su identidad. No puedo negar la evidencia mayor y más profunda que percibo es que yo no me hago a mí mismo, que yo dependo de otra cosa distinta.Por tanto aquello que la tradición religiosa llama Dios es aquello que es más que yo, que es más yo que yo mismo, aquello por lo que yo soy.La conciencia de uno mismo, cuando ahonda, percibe en el fondo de sí a Otro. Esto es la oración: la conciencia de uno mismo en su profundidad hasta el punto de encontrarse con otro. Por eso la oración es el único gesto humano en el que la estatura del hombre se expresa totalmente.El hombre es un determinado nivel de la naturaleza en el que ésta se da cuanta de que no se hace por sí sola. Es aquel nivel de la naturaleza en el que ésta llaga a tener experiencia de su propio carácter contingente (subsiste por otra cosa, no se hace a sí mismo). Este es el equilibrio último de la vida.Todos los movimientos de los hombres, en cuanto que tienden a la paz y al gozo, se hacen en búsqueda de Dios, de aquello en lo que radica la consistencia definitiva de su vida.
Dentro del yo brama algo como una voz que me dice bien o mal. La conciencia del yo lleva consigo la percepción del bien y del mal (la fuente de nuestro ser lo introduce dentro nuestro).La experiencia del yo trae consigo la conciencia del bien y del mal, la conciencia de algo ante lo que no podemos rehusar el homenaje de nuestra aprobación o acusación. Esto responde al destino último, responden a nuestro nexo con el destino.
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Vivir lo real.Lo que bloquea al desarrollo de la dimensión religiosa auténtica, del auténtico hecho religioso, es una falta de seriedad con lo real. Cuyo ejemplo más claro es el prejuicio. El ansia de búsqueda a través del compromiso con la realidad de su experiencia es señal de espíritus grandes y de hombres vivos.El mundo, esta realidad con la que nos topamos, es como si en el impacto liberase una palabra, una invitación, como si nos hiciese presentir un significado. El mundo es como una palabra, un logos, que requiere, que remite a otra cosa diferente, que está más allá de sí mismo, más arriba. Este es el valor que tiene la analogía: la estructura del impacto humano con la realidad despierta en el hombre una voz que lo atrae hacia un significado que está más allá, más arriba.Analogía sintetiza la estructura dinámica del impacto que se produce en el hombre ente la realidad.
Modo en que me impresiona la realidad demuestra que existe otra cosa distinta.
El estupor del que hemos hablado constituye una experiencia de provocación. Al abrir los ojos a la realidad, me encuentro delante algo que provoca en mi una apertura.
Él modo en que la realidad se me presenta es una solicitación a descubrir otra cosa distinta (me mueve) que está más allá de que aparece inmediatamente. La realidad aferra nuestra conciencia de tal modo que ésta pre- siente y percibe algo distinto, otra cosa (me entusiasma a preguntar).
: el mundo me provoca a buscar otra cosa, en caso contrario uno no se preguntaría el por qué ni el cómo de lo que existe.
: es una cosa que se ve, se toca y que al verla y tocarla me mueve hacia otra cosa. Es una experiencia real que me remite a otra cosa. Es una realidad experimentalmente que adquiere su significado al conducir a otra realidad diferente. Este es el método con el que la naturaleza nos llama a otra cosa distinta de ella misma: el método del signo.
También es el modo normal en que se producen las relaciones entre nosotros.
no sería racional (de acuerdo con la naturaleza del hombre) negar la existencia de esa cosa distinta. La visión del fenómeno no resultaría adecuada a la energía de produce en el hombre el impacto de su mirada. No sería humanamente adecuado participar en ese fenómeno reduciendo la experiencia que se tiene de él a su aspecto inmediato. Tampoco es humano afrontar la realidad del mundo frenando la capacidad humana de adentrarse en la búsqueda de lo otro. Tal como nos impele a hacer la presencia de las cosas por el simple hecho de ser hombres.
: el bloqueo total del ser humano.
: lo que documenta experimentalmente el hecho de que el impacto del hombre con la realidad produzca por su propia naturaleza este presentimiento o búsqueda de lo otro es que la vida tiene un carácter exigente, el carácter exigente que tiene la experiencia existencial.Podría resumirse en categorías:
à del significado que tiene las cosas, del significado de la existencia. Cuanto más seriamente detalla el hombre la composición de las cosas, más se exacerba su pregunta por el significado que tiene. La exigencia de verdad implica la identificación de la verdad última. la verdad implica, sostiene y traspasa también la curiosidad constante con la que el hombre desciende cada día con más detalle a conocer la estructura de la realidad. Si el hombre diría lo se todo estaría acabado no le quedaría más que suicidarse. Esto sería imposible hasta concebirlo. –
La segunda exigencia, (de la primera categoría) es justicia à esta se identifica con el hombre, con la persona. Por eso, sin la perspectiva de un más allá, la justicia es imposible.-
Tercera, es la felicidad à pleno cumplimiento de nosotros mismos. La total satisfacción que es el reflejo psicológico de la plenitud, y la perfección que es el reflejo ontológico de nuestra realización. –
Cuarta, el amor à la atracción que ejerce cualquier belleza sigue una trayectoria paradójica: cuanto más bella es más remite a otra cosa distinta. El carácter de exigencia que tiene la existencia humana apunta hacia algo que está más allá de si misma como sentido suyo, como su finalidad. Estas constituyen una referencia, una afirmación implícita de la realidad de una respuesta última que está más allá de las modalidades existenciales que se puede experimentar. Si se elimina la hipótesis del más allá esas exigencias se ven sofocadas de forma antinatural.
: una visión del impacto continuo que produce en la conciencia del hombre la realidad, que bloquee la dinámica del signo, que detenga ese remitir a otra cosa que constituye el corazón de la experiencia humana, cometería un asesinato de lo humano, frenaría indebidamente el impulso del dinamismo vital. Si al producir su impacto en el hombre el mundo funciona como un signo, tendremos que decir entonces que el mundo demuestra la existencia de otra cosa diferente, que demuestra a Dios, como todo signo demuestra aquello de lo que es signo. Una realidad experimentable cuyo significado adecuado, es decir, conforme a la exigencia hunaza, es algo distinto de ella misma, es signo de eso otro. El tú no puede consumirse, es evidente y no demostrable pues el hombre no puede rehacer todo el proceso que lo constituye y sin embargo nunca percibirá y vivirá el hombre una experiencia de plenitud como puede hacerlo frente al tú. Algo distinto, por naturaleza propia diferente a mi, otra cosa, me llena y realiza más que cualquier experiencia de posesión, de dominio o de asimilación.-
: la dinámica del signo tiene valor racional. La razón exige comprender la existencia, una explicación adecuada, total. Esta explicación no la puede encontrar dentro del horizonte de su experiencia vital, la muerte establece irremediablemente esa insuficiencia. Si queremos ser coherente con la razón, su mismo dinamismo nos obliga a afirmar que la respuesta total y concluyente está más allá de nuestra vida. La cumbre que la razón puede alcanzar es la percepción de lo desconocido, inalcanzable, existe y que hacia ello dirigen todos sus movimientos humanos, porque el propio hombre depende de ello. Es la idea de misterio. Este no es un límite para la razón sino el descubrimiento más grande al que puede llegar: la existencia inconmensurable con ella misma. (la fidelidad a la razón obliga a admitir la existencia de algo incomprensible). No es un bloqueo de la razón, es un signo de su apertura sin fin. (aquella realidad escondida, inaferrable, que perciben sólo como algo de lo que depende su vida: esta realidad se llama dios). Sin esta perspectiva lo que hacemos es negar la esencia que tiene la razón como exigencia de conocer la totalidad, y en último término como posibilidad misma de conocimiento verdadero. Todo lo humano tiende a caer en la mezquindad (ej. los materialitas). La convivencia basada en el cinismo conduce a una abolición de la certeza. Y ala reducción biológica de todo. Las objeciones: – no es verdad que la razón sea exigencia de explicación total – no es verdad que la vida no dé una respuesta concluyente.
por lo dice se entiende que para dirigirse a Dios, las distintas religiones, ha usados términos como: inmenso, inmensurable, inefable, etc (negativas) y otras como omnipotente, omnisciente, etc (positivas) No son términos carentes de significado o puramente nominalistas: son términos que intensifican el modo de relacionarnos con Él, que nos acercan al misterio: aperturas al misterio.-