Portada » Lengua y literatura » Análisis literario de ‘Nada’ de Carmen Laforet: Un viaje de libertad y existencialismo en la posguerra española
Angustia, aislamiento y desarraigo definen a grandes rasgos la producción novelística de los años 40 en España. Las pocas voces femeninas capaces de alzar la voz habían emprendido camino al exilio: María Teresa León, María Zambrano, Clara Campoamor…
Junto a Laforet, escritores de la talla de Camilo José Cela y Miguel Delibes constituyen el principal bloque del realismo existencial. Laforet con Nada (1945), Cela, con La familia de Pascual Duarte (1942) y Delibes, con La sombra del ciprés es alargada (1947).
En la década de 1950 se abre puerta al realismo social, abarcando desde La Colmena (1951), de Cela, hasta Tiempo de Silencio (1962), de Luis Martín Santos.
Por otro lado, aparecen escritores de la talla de Rafael Sánchez Ferlosio, que apuestan por el realismo objetivo. El Jarama (1955) es un perfecto ejemplo de un día festivo para los hijos de la clase humilde.
La ligera apertura de los años 60 hispanos, los autores abandonan el realismo. El final del encierro supone el inicio del idilio con la literatura iberoamericana, gracias a la influencia de Gabriel García Márquez y sus Cien años de soledad (1967); Mario Vargas Llosa con La ciudad y los perros (1962) o Rayuela (1963), de Julio Cortázar.
Tal es el caso del registro lingüístico que atribuye a cada personaje. Por ejemplo, el padre de Ena usa expresiones canarias y Gloria utiliza un idiolecto repleto de vocativos y de expresiones de los barrios bajos, que le da una frescura de la que carece el resto de los personajes. Además, el uso del catalán está presente a lo largo del texto.
Laforet emplea, además, diversas figuras retóricas que utiliza en momentos muy marcados. En las descripciones de lugares se sirve, generalmente, de los elementos cinestésicos («pesado y fresco»), de las personificaciones («las luces siempre tristes») y de las comparaciones («faroles como centinelas borrachos de libertad»).
Cuando se trata de degradar a los personajes, Andrea recurre, como lo hiciera Valle-Inclán en su esperpento, a la animalización. Este recurso, aunque muy usado sobre todo con Román y Juan, también se extiende al resto de personajes: «Juan olfateó como un perro», «las amigas de Angustias eran como pájaros envejecidos y oscuros».
Respecto a las técnicas narrativas, se utiliza la primera persona de la narradora testigo y protagonista. No obstante, existen algunos pasajes en los que Laforet cede la voz a otros personajes. Tal es el caso de la conversación entre Gloria y la abuela en el capítulo V, que la narradora transcribe literalmente con la finalidad de narrar, a modo de flashback la historia de Gloria. En segundo lugar, es también representativa la técnica perspectivista que se da cuando Juan llega al Barrio Chino en busca de su esposa, en la que la escena se narra primero desde el punto de visto de Andrea y, después, desde el de Gloria.