Portada » Lengua y literatura » Análisis literario de «La Regenta» de Leopoldo Alas «Clarín»
Al igual que Ana, se inscribe dentro de la tipología de la mujer insatisfecha. El magistral, Fermín, es un sacerdote enamorado, tema que era una especie de subgénero dentro de la novela realista. La aportación de Clarín a este tema consiste en la configuración de un personaje complejo, rico en matices.
Tenía físico vigoroso que se corresponde con su pasión dominante: la ambición. El ascenso social por medio de la carrera eclesiástica le permite acceder al mundo de los poderosos y conocer sus debilidades y miserias a través de la confesión. Esta es una ambición inculcada por la madre de Fermín, Paula, personaje secundario pero de gran importancia, hasta el punto de que la historia de su vida se convierte en un relato aparte de la trama principal.
El poderoso magistral ante su madre se comporta como un niño sumiso. Mantiene con ella una relación edípica, amor-odio, en la que ella consiente y busca que su hijo tenga relaciones con su criada Teresa. Pero cuando Fermín se enamora de Ana, Doña Paula, llena de celos, la ve como una peligrosa rival y trata de librarle de esa obsesión como si estuviera enfermo.
De los personajes principales, Álvaro Mesía, es el menos interesante desde el punto de vista literario, ya que el autor está claramente en su contra, puesto que lo configura con el molde de Don Juan Tenorio pero lo muestra como un fantoche, cobarde, sin ninguna riqueza interior. No se entra ni en su interior, ni en su pasado ni en las influencias que ha recibido para ser cómo es.
Toda esta escena demuestra el verdadero conflicto de Ana, que no tiene nada que ver con el deber moral y el deseo ilegítimo, sino entre dos modos diferentes de escapar del mundo degradado de Vetusta. Ana oscila entre uno y otro a lo largo de la novela pero, en esencia, ambos buscan lo mismo y eso queda demostrado por la sistemática fusión de emotivos pertenecientes a uno y a otro. Así, si el magistral representa para Ana la superación de Vetusta por la vía espiritualista y mística, cuando piensa en él, lo compara físicamente a Mesía y le estremece la idea de que acaso guardaba cerca de su cuerpo la carta de ella.
En la caracterización de este confluyen varios arquetipos: por una parte, el marido engañado, el viejo celoso… Como en el caso de Ana, su problema tiene una base claramente fisiológica de índole sexual: la impotencia, agravada por su avanzada edad. Su relación con Ana es asexuada, paternal; sin embargo, al parecer, practica con las criadas fetichismo o voyerismo (como la Celestina). Como no se atreve a compartir esas formas de sexualidad con su esposa, a la que considera Donna Angelicata (diosa, pero que no se toca), disfruta con clases inferiores. El tratamiento que el narrador da al personaje oscila entre la compasión y la ridiculización, especialmente al mostrarlo muy aficionado a los dramas de honor de los Siglos de Oro, protagonizados por maridos celosos que, para tener honra, mataban a sus esposas. Por eso, el magistral piensa que la reacción será acorde con su calderoniana obsesión por la honra; sin embargo, la endeblez del personaje queda manifestada cuando tenga que decidir su actuación tras conocer la infidelidad de Ana.
El narrador se sirve de la afición a la caza para presentarlo como un futuro cornudo: “se paseaba por su despacho en mangas de camisa con los tirantes bordados colgando: representaban en colores vivos de seda fina todos los accidentes de la caza de un ciervo, de cornamenta inverosímil”.
El tiempo novelesco o narrativo se indica de manera bastante genérica a través del paso de las estaciones, con los consiguientes cambios meteorológicos que afectan los hábitos de vida y el estado de ánimo de los vetustenses. De igual manera se marca el paso del tiempo, a través de las celebraciones religiosas (Todos los Santos, Semana Santa, Cuaresma…). Celebraciones que inciden en los acontecimientos de la trama argumental. Con estas imprecisas indicaciones del paso del tiempo, situadas en un desarrollo argumental de tiempo lento, muy lento, se acentúa la sensación de monotonía, ausencia de cambios en la repetitiva existencia, que es precisamente lo que el autor quiere criticar. De esta manera, el lector apenas se da cuenta del paso del tiempo novelesco y casi no percibe que los quince capítulos de la primera parte pasan en únicamente 3 días, mientras que la segunda parte pasa en 3 años.
Es poco preciso. Las referencias a hechos históricos, entre 1859-1880, no son exactas y muchas veces resultan contradictorias. El motivo es porque Clarín no tiene demasiado interés en encajar la ficción novelesca en unos hechos históricos precisos; su intención es mostrarnos una ciudad alejada de los cambios que se producen en el mundo.
En La Regenta los espacios y ambientes son casi siempre urbanos. El campo aparece únicamente como lugar de descanso y diversión de los habitantes de la ciudad. Esta es la función del vivero, la propiedad de los burgueses de Vegallana. No hay escenario al que el autor no nos lleve:
Aparte de las descripciones urbanas, las de los espacios interiores completan las de los personajes. Clarín, sin abusar de ese recurso, nos permite entrar a la alcoba de Ana Ozores, la casa del magistral, la cocina de los marqueses de Vegallana… Lo importante es que todo ello no se limita a ser un puro marco de la acción, sino un condicionamiento esencial de la misma. Una atmósfera que impulsa a los hombres y mujeres a obrar, a reaccionar, a vivir, de tal o cual manera. Determinismo. Pocas veces se ha mostrado el papel activo de un ambiente como lo hace La Regenta.