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2.1. El problema existencial: El paso del tiempo. La muerte
Algunos de los símbolos que hacen referencia al paso tiempo, ya presentes en su 1ª obra, son:
– El agua Este símbolo es quizá el que con mayor insistencia y también con mayor hondura vivencial reitera a lo largo de su obra. El agua del río, de la fuente, de la lluvia… su fluir casi imperceptible, constante, se hace símbolo del fluir temporal y, por ello, de la vida interior; puede representar la muerte, quieta en la taza de la fuente o, en la inmensidad del mar al que confluyen todas las aguas. (Ver poema CXXVIII)
– La tarde Suele expresar el sentimiento melancólico de la vejez espiritual. Por esto, los adjetivos referidos a colores que acompañan a la tarde y a los elementos del paisaje en esa hora (rojos, cárdenos, violetas…) se cargan por contagio semántico de estas connotaciones de melancolía y tristeza. (Ver poema CXVIII)
– Los caminos Los caminos están presentes en la poesía de Antonio Machado desde sus primeras composiciones. El caminar errante, sin meta prefijada, es ante todo un sentimiento de pesar sin consuelo, una nostalgia de la vida que se va dejando y que también anticipa el horror de llegar. Los caminos son frecuentemente símbolos de la vida o bien aparecen asociados con ésta. Cuando esto ocurre en el poema, el camino real se difumina, se borra hacia la lejanía, hacia el futuro, del que nada podemos decir; y, al mismo tiempo, se convierte en motivo de melancolía, de ensueño que trae recuerdos (Ver poema Caminos). La idea de que el camino no está hecho, sino que se hace a la vez que el acto que lo realiza (“se hace camino al andar”) se ve reforzada por otras imágenes. (Ver Proverbios y cantares CXXXVI-XXIX]
– Los elementos del paisaje y el tiempo vivido En el proceso de identificación del alma con las cosas del mundo adquieren especial relevancia los elementos de la naturaleza están los ríos y los árboles -en especial el olmo, árbol de la infancia en algunas composiciones y de la madurez, la vejez en otras
Del paisaje, Machado seleccionará preferentemente todo cuanto sugiere soledad, decadencia, fugacidad…
Sus reflexiones sobre la muerte son una consecuencia lógica de la preocupación por el paso del tiempo. La muerte se manifiesta de formas diferentes: la brevedad e inconsistencia de la vida, la decadencia del hombre y de las cosas, de los elementos de la naturaleza,… Los símbolos con los que se alude a la muerte son numerosos: el mar (ver serie Proverbios y cantares, CXXXVI-XLV), el ocaso, el otoño, la sombra, la luna,…
El mar Simboliza con frecuencia la ciega inmensidad de la muerte, lugar al que confluyen todos los ríos, siguiendo la alegoría de Jorge Manrique. Cada ser, como una ínfima gota, se pierde y desaparece en la inmensidad del mar-muerte (“Morir ¿Caer como gota / de mar en el mar inmenso?”, Proverbios y Cantares)
Su actitud vital ante la muerte es variada: desde la angustia personal, a la melancolía, a la rebeldía, que se manifiesta sobre todo en los poemas que tratan sobre la muerte de Leonor. En estos poemas, el recuerdo de su mujer se asocia al paisaje de Soria,
2.2. El tema de España
En Campos de Castilla el paisaje –castellano y andaluz- se convierte en símbolo de España, en imagen de su pasado histórico que se hace presente a través del lenguaje figurado; esta identificación de los elementos del paisaje con el pasado da pie a reflexiones en las que se contrasta el pasado glorioso con el mezquino presente.
Ante el paisaje castellano Machado realiza una selección que apuntará a destacar también el “alma” de Castilla vista desde su peculiar sensibilidad. Así, recoge, sobre todo, lo que va en dos direcciones: de una parte, lo pobre, lo adusto, lo austero (“yermos”, “páramos”, “pegujales”, etc.); de otra, lo recio, lo duro, lo fuerte (“alcores”, “roquedas”, “arnés de guerra”, “yelmo”,…). En suma, lo ascético y lo épico. Es, en palabras suyas, la “Soria, mística y guerrera”.
El «descubrimiento» de Castilla, la apreciación de la belleza del paisaje castellano, mezclada con ciertas consideraciones y sentimientos sobre el pasado, presente y porvenir de España, sobre la decadencia, virtudes y defectos de la raza, etc. es algo propio de la generación del 98. También son características de este movimiento las dos formas de mirarla: desde un punto de vista lírico y desde un punto de vista crítico.
Llamamos visión lírica a una emocionada captación de la belleza o la majestad del paisaje castellano, fruto de aquel “amor a la Naturaleza” o de esa fusión de paisaje y alma (Ver Campos de Soria CXIII “Hoy siento por vosotros, en el fondo / del corazón, tristeza, / tristeza que es amor…”).
Y esa tristeza, esa melancolía nos lleva a lo que hemos llamado visión crítica, que nace además de aquella “preocupación patriótica” de que hablaba Machado (Ver la segunda mitad del poema “A orillas del Duero” XCVIII, “Por tierras de España” XCIX: En ellos aparece un poeta que da testimonio de la miseria y la decadencia de Castilla: frente a esplendores pasados, alude al despoblamiento, la desertización, la dureza de la vida, la necesidad de emigrar, las ruinas de los pueblos…; y habla de la apatía de las gentes o de sus miserias morales. No aborda Machado, en estos poemas, las causas históricas y sociales de tal estado de cosas, ni toma posturas ante ellas. De momento, es sólo una “amarga toma de conciencia sobre una situación de marasmo nacional”). De esta visión crítica será también buen ejemplo el poema “El Dios ibero” CI: en él se insiste sobre el marasmo y la miseria del campo castellano y se añade una meditación sobre cierta religiosidad tradicional. Por lo demás, su penúltima estrofa contiene una apretada meditación sobre el pasado, el presente y el futuro de España y parece anunciar la necesidad de comprometerse para “reescribir” el pasado y construir una España mejor. Se trata de aspectos que alcanzarán mayor desarrollo en los poemas escritos en Baeza. Del pasado, Machado denuncia aquellos aspectos negativos que son un peso muerto sobre el presente o incluso sobre un futuro próximo. Y parece como si no tuviera grandes esperanzas en el mañana inmediato, sino en un “pasado mañana”, en una generación posterior.