Portada » Educación Artística » Análisis de las Obras Maestras de Édouard Manet
Esta obra prefigura las inquietudes de los pintores impresionistas: la pintura al aire libre, representando los objetos con luz natural. Además, plasma la nueva sociedad y sus formas de diversión, más cercanas a los acontecimientos culturales. Es un retrato colectivo de sus amigos, no en el sentido estricto de personajes importantes, sino como representación de un grupo social.
Se observa cómo Manet maneja el espacio para acoger las escenas, y el color transmite la atmósfera y los objetos de forma innovadora.
Anteriormente, se creaba un espacio y luego se llenaba con objetos, buscando una atmósfera luminosa que contrastara con ellos. Manet reinterpreta la realidad en términos de calidades cromáticas, representando distintos colores para sugerir el lugar y los volúmenes, en lugar de buscar un espacio para colocar personajes.
Priorizando el juego de formas y colores, sienta las bases para la supresión del tema del cuadro, una obra que se centra en la sucesión de colores y formas.
El abocetamiento es evidente, alejándose de la pintura académica. La paleta conjuga colores claros y oscuros, un estilo frecuente en Manet, aunque alejado de los principios impresionistas.
Inspirada en la Venus de Urbino de Tiziano, la Venus dormida de Giorgione y la Maja desnuda de Goya, esta obra causó gran escándalo y rechazo.
A diferencia de las Venus mitológicas, Olimpia es un retrato de un personaje concreto y conocido, presentando una imagen desmitificada.
Manet introduce elementos contemporáneos: zapatillas de tacón, una cinta en el cuello y un sirviente con flores de un admirador, aludiendo a la prostitución, de ahí el escándalo.
Renuncia a las conquistas estéticas académicas, jugando con los contrastes de claroscuro a través de matices en colores claros y oscuros.
El personaje principal, desnuda en tonos claros, descansa sobre un lecho de tonos claros con diferentes gradaciones. Lo mismo ocurre con los oscuros de la sirvienta negra.
Venturi interpreta la obra como un ejemplo de «primitivismo», la espontaneidad de algunos autores al solucionar problemas plásticos sin someterse a las recetas académicas. Manet renuncia a la perspectiva y las veladuras, representando al personaje solo con colores.
Se rumoreaba que representaba a una prostituta transexual famosa en París, de ahí la ocultación del sexo. El verdadero escándalo reside en elevar a la condición de retratada a una mujer que ejerce la prostitución.
Olimpia, con mantón de Manila y flor en el pelo, juega con su zapato en postura casual. A sus pies, un gato simboliza promiscuidad. La sirvienta negra, en un contexto donde la esclavitud era permitida, le entrega flores de un cliente. El fondo oscuro, característico de Manet, no permite escapar de la escena.
Carece de referencia espacial. Un niño de pie, sin contexto, parece flotar. Para Manet, solo importa la figura.
Renuncia a las gradaciones cromáticas para crear volúmenes, creando obras bidimensionales.
Presentada en el Salón de 1866 junto a El Actor Trágico, fue rechazada, lo que motivó las alabanzas de Émile Zola, provocando protestas y su cese.
El pequeño instrumentista de la Guardia Imperial fue llevado al estudio por el comandante Lejosne, amigo de Baudelaire y Manet. Se cree que las manos y el rostro podrían ser de su hijo, Leon Köella.
Recortado sobre un fondo neutro, el joven no es plano, sino volumétrico, gracias a la pequeña sombra entre sus piernas, reminiscente del Pablillos de Valladolid de Velázquez, admirado por Manet en el Museo del Prado.
Influenciado por Velázquez, «el pintor de los pintores», Manet une modernidad y tradición al incorporar un elemento contemporáneo. Esta unión se aprecia en obras como Desayuno en la hierba.
La influencia de la estampa japonesa, especialmente en los pantalones planos con manchas lisas de color, será habitual en el Impresionismo.
El dibujo perfecto modela la figura y la hace volumétrica. Retoma los contrastes entre tonos claros y oscuros, suprimiendo las tonalidades intermedias.