Portada » Educación Artística » Análisis de la obra «La Fundación» de Antonio Buero Vallejo
La obra no sigue la división tradicional en tres actos que se corresponden con presentación-nudo-desenlace, sino que se divide en dos partes, divididas a su vez en dos momentos y prescinde de la división en escenas. Buero ha definido la obra como “fábula en dos partes” y esta división se corresponde con la locura de Tomás y su “curación”. A lo largo de toda la segunda parte Tomás recordará el motivo de su encarcelamiento y nos hará partícipes de sus recuerdos. La acción se presenta “in medias res”. Buero busca mantener el factor sorpresa de la acción. De lo contrario, si hubiese comenzado la tragedia explicando por qué razones han sido condenados a la pena de muerte los seis acusados, el efecto inmersión no tendría sentido. La organización típica de la trama en exposición/nudo/desenlace queda pues sustituida por un avance gradual hacia la consciencia anticipado por variados signos de indicio.
La obra aparece organizada en dos partes, rotuladas ‘Primera” y «Segunda». Entre ambas han transcurrido tres días. A su vez, cada una de ellas se divide en dos partes simplemente numeradas con números romanos. La función de estas subdivisiones es fundamentalmente escenográfica: en cada una de ellas se producen cambios en la decoración en ese laborioso itinerario que transita desde la fundación a la cárcel o desde la alucinación a la verdad en la mente de Tomás.
La Fundación ofrece un final abierto: no sabemos si los personajes que quedan vivos al final de la obra son llamados a declarar, y de ahí a la celda de castigo, desde donde tienen una opción de escapar, o si serán ajusticiados como Tulio. Presenta una estructura circular, dado que la música que suena al principio es la misma que suena al final y el hecho de que reaparezca el “mayordomo” disponiendo las “suites” para futuros “huéspedes” nos lleva de nuevo a la situación inicial. Los parlamentos son, en general, rápidos y fluidos lo que proporciona ritmo a la obra. No obstante, hay algunas intervenciones más extensas, aquellas en las que el autor deja caer su opinión sobre algunas actitudes que pueden suscitar polémica: la división entre verdugos y víctimas, las torturas, la libertad…
Tomás es quien soporta todo el peso de la obra y gracias a él los lectores o los espectadores conocen el significado pleno del drama. Tomás nunca abandona la escena. El Tomás de la 1ª parte es un personaje contemplativo. Representa al intelectual no comprometido, ajeno al mundo que lo rodea. Abrumado por la realidad, se ha creado un mundo fantástico del que ha desaparecido el hambre, el sufrimiento y la condena a muerte. Cree residir en una moderna fundación, becado junto a sus compañeros para desarrollar investigaciones o, en su caso, escribir una novela. Se muestra amable con sus compañeros y agradecido con esa sociedad que les permite desarrollar la ciencia o disfrutar del arte, la música y la literatura, sin ninguna otra preocupación. Poco a poco, y nosotros con él, irá percibiendo la dolorosa realidad. Recupera el juicio por completo, hasta convertirse en un personaje activo al final de la obra. El factor clave para la curación de Tomás es el mismo que había provocado su locura: el dolor. Si el sufrimiento causado por la tortura lo había conducido a la delación de sus compañeros, los remordimientos y la locura; ahora el trauma causado por las sucesivas muertes de sus compañeros hará que recobre la lucidez. Los cuatro acontecimientos clave en este proceso evolutivo serán:
Un efecto de inmersión ocurre cuando al espectador se le obliga a compartir, no con todos los personajes de una pieza sino (normalmente) con uno solo, su punto de vista, y experimenta por tanto una sensación más fuerte de simpatía o identificación con ese personaje. El espectador es “engañado” por el autor que lo hace participar, en cierta medida, de los pensamientos de uno de los personajes, ya que el público ve lo que ve Tomás, y sólo descubre la realidad a medida que éste la descubre, razona al mismo tiempo que razona Tomás y ambos llega a la revelación final simultáneamente. Esta “inmersión” en la mente del protagonista se revela como el único modo de poder presentar directamente la sucesiva vuelta a la normalidad de Tomás, que comprueba, sorprendido, que la idílica realidad inicial va cambiando progresivamente a medida que va recuperando su cordura. Solo al final del cuadro primero de la segunda parte el escenario se presenta como lo que de veras es: la celda de una cárcel, y a partir de este momento el espectador descubre que su percepción de lo que estaba ocurriendo en el escenario era tan falsa como la del protagonista: también el espectador ha creído que era “real” lo que siempre fue ficticio.
Asel es uno de los personajes más complejos del teatro de Buero. Al igual que Tulio, ha superado, como hombre de acción, los límites entre los “activos” y los “contemplativos”. Comparte características de ambos grupos de personajes. Coincide con “los activos” en:
Asel defiende el recurso a la mentira en dos circunstancias. Primero, para no causar más sufrimiento al protagonista, actúa y hace actuar a sus compañeros conforme a las fantasías de Tomás. En segundo lugar, miente a los guardianes para sobrevivir y sacar adelante su plan: quiere que los trasladen a las celdas de castigo para intentar la fuga. Al igual que los “contemplativos”:
El propósito de esto es sugerirnos que debemos soñar por ese mundo idílico.
Tulio es, en un principio, colérico, caracterizado por su hosquedad e intransigencia. Pero todo queda compensado por su personalidad soñadora. Tulio se nos presenta con una primera impresión engañosa, ya que al principio se muestra reacio a seguirle la corriente a Tomás, pero acaba siendo el que en mayor grado se identifica con él al final de la historia, por lo que, dada su humanidad, su ejecución resulta más dolorosa.
Max está caracterizado por su bajeza moral, ya que se entrega a fáciles compensaciones a cambio de una traición. Lino, apático en un principio, hombre de acción más tarde, impetuoso, es el que mata a Max, en un acto de violencia gratuita censurado por el protagonista. Al obrar así se equipara a los carceleros. Su acción, por otro lado, podría haber echado a perder la posibilidad de escapar; Lino lo reconoce, y señala que “tengo que aprender a pensar […] para entender qué es todo esto”.
La obra mantiene unidad de lugar, ya que toda la acción transcurre en un único espacio, aunque varíe a los ojos de los espectadores, al pasar de ser la habitación confortable de una fundación a la celda de una cárcel. Podríamos decir que el escenario está situado en la mente de Tomás o al menos que lo vemos a través de sus ojos, y es un elemento de importancia trascendental en el desarrollo de la historia, ya que el proceso mental que se produce en el personaje al ir acercándose a la realidad se refleja en la transformación paulatina del escenario. Así, los sillones se transformarán en petates, las librerías en paredes desnudas, etc. En relación con el lugar hemos de citar los cambios de iluminación, a la que antes se hacía referencia, así como la transformación final.
El tiempo interno tiene un carácter circular, pues la obra empieza y termina en el mismo punto: con el decorado de la Fundación, la música de Rosini y la luz irisada que crea una sensación de irrealidad. En la obra no hay indicaciones temporales muy precisas, pero los cuatro “cuadros” en que se divide transcurren, sin saltos cronológicos internos, en pocos días. En la primera parte, el primer cuadro tiene lugar una mañana poco antes de comer. El cuadro segundo transcurre esa misma tarde. En la segunda parte, el tercer cuadro se desarrolla tres días después, cuando los presos acaban de cenar. En el último cuadro han pasado pocos días, quizá uno sólo. Toda la obra comprende, pues, cuatro días o poco más.
La obra comienza “in medias res”: cuando la obra comienza los personajes se hallan en una situación determinada, a consecuencia de unas acciones previas que los espectadores desconocemos por entero, pero de las cuales nos iremos enterando. Termina de forma abierta, con los carceleros llevándose a los dos supervivientes, sin que sepamos ni nosotros ni ellos, si los conducen al paredón o a las celdas de castigo, desde donde podrían intentar la fuga. La historia es suministrada al espectador con la misma lentitud con que la conoce el protagonista. En general la acción no incluye muchas peripecias, al menos hasta el final, ya que se trata principalmente de un drama de situación.
Durante toda la primera parte y casi todo el primer cuadro de la segunda, la acción se centra en el progresivo desmoronamiento del mundo inventado por Tomás y su sustitución por el real. Los únicos instantes de tensión son el descubrimiento del cadáver por los carceleros y la salida de Tulio para su ejecución. Hay otro nudo de acción al que apenas se alude en toda la primera parte, y que toma fuerza en la segunda: el proyecto de evasión a través de un túnel. Así, en la segunda parte el centro de atención se desdobla y la tensión dramática se concentra en el último cuadro. Tienen un aspecto en común (algo oculto, un autoengaño que va aflorando en la mente de Tomás, y un propósito, que se ha de mantener secreto: la fuga), y es Asel el catalizador de estas dos acciones. Así, por ejemplo, la ocultación de la muerte del hombre es planeada por Asel con una doble intención: por una parte, se puede aumentar la dieta de Tomás, lo que influye mucho en su recuperación; y, por otra, se espera que como consecuencia de este hecho sean llevados a las celdas de castigo, desde donde podrían intentar la huida. La locura de Tomás aparece al final fugazmente, pero ahora como instrumento para encubrir la muerte de Max.