Portada » Lengua y literatura » Análisis de la Crónica Literaria y el Multiperspectivismo en la Novela de Gabriel García Márquez
Gabriel García Márquez, en una entrevista de 1981, definió su obra como «una perfecta unión entre periodismo y literatura». Esta declaración resalta la intrincada relación entre la crónica periodística y la narrativa literaria presente en sus escritos. Tras considerar la posibilidad de presentar el suceso de Sucre como un reportaje periodístico, García Márquez optó por narrarlo como una novela con características de crónica.
La obra se presenta como una crónica periodística en varios aspectos. Presenta una cronología detallada de los hechos, basada en una historia real, con elementos noticiosos como el asesinato de Cayetano Gentile Chimento a manos de Víctor Chica, motivado por la revelación de Margarita, hermana de Víctor, sobre la pérdida de su virginidad antes de su matrimonio con Miguel Reyes Palencia. El narrador actúa como cronista, detallando las coordenadas espacio-temporales, incluyendo la hora exacta de los eventos. Se incorporan entrevistas y declaraciones, y el autor-narrador viaja al lugar de los hechos. El estilo lingüístico, directo y conciso, es característico del periodismo.
Más allá de la crónica periodística, la obra exhibe una cuidada elaboración literaria. El estilo se enmarca dentro del realismo mágico, aunque con una menor presencia de elementos fantásticos en comparación con otras obras del autor. A pesar del realismo, ciertos eventos se mitifican, como la inclusión de personajes del universo mágico de Cien años de soledad (Gerineldo Márquez, Aureliano Buendía, Dionisio Iguarán) y la presencia de hiperbolizaciones, como la bala que convierte en polvo una imagen religiosa, la diarrea de Pablo Vicario que desborda letrinas, o el pueblo con problemas de inundaciones en los dormitorios.
El final, con la reconciliación de los esposos separados tras dos mil cartas, transforma la tragedia en una historia de amor con un desenlace folletinesco. El autor consideró la obra como una narración policíaca invertida, donde el desenlace se conoce desde el principio. Si bien el móvil del crimen, la anticipación de los hechos, los personajes y el ambiente se alejan de los cánones del género policiaco, la intriga se mantiene en aspectos como la culpabilidad o inocencia de Santiago Nasar.
La novela se caracteriza por un acusado multiperspectivismo, construido a partir de diversas perspectivas. El narrador en primera persona domina el relato, presentándose como un cronista que regresa al pueblo para reconstruir los hechos del pasado. Para ello, se basa en diversas fuentes:
Estas fuentes se integran mediante variadas técnicas narrativas: la narración autobiográfica en primera persona, el diálogo con personajes que ofrecen sus testimonios en estilo directo, la transmisión del sumario y, en ocasiones, la perspectiva de un narrador omnisciente.
El multiperspectivismo crea una red de datos e informaciones, a veces contradictorios, que generan una sensación de verosimilitud, pero dejan incógnitas, como la culpabilidad de Santiago Nasar. La valoración de los personajes es ambivalente y depende de la perspectiva de cada testigo. Por ejemplo, la imagen de Santiago Nasar varía según quién la describa: Divina Flor lo idealiza, Victoria Guzmán lo denigra, y el narrador lo presenta como alegre y pacífico. Esta misma ambivalencia se observa en la descripción de Bayardo San Román y en el caso de la deshonra de Ángela Vicario.
El punto de vista del narrador domina la novela, especialmente al evocar la historia de los protagonistas y su entorno familiar. Sin embargo, como cronista, recoge las perspectivas de testigos y personajes, dándoles voz propia en estilo directo. Aun así, la voz del narrador principal persiste, a través de la selección y el enfoque de los materiales narrativos.