Portada » Filosofía » Análisis de la Crítica de la Razón Pura de Kant
Immanuel Kant, filósofo alemán, dedicó su vida al estudio y la reflexión. Su rutina metódica era legendaria. Se le considera uno de los filósofos más influyentes de la historia, gracias a su síntesis del Racionalismo y el Empirismo. Su obra innovadora en ética y epistemología lo distingue. Entre sus obras más importantes se encuentran la Crítica de la Razón Pura, la Crítica de la Razón Práctica y la Crítica del Juicio, donde aborda las preguntas fundamentales: ¿Qué puedo conocer?, ¿Qué debo hacer? y ¿Qué me está permitido esperar?
La Ilustración del siglo XVIII, marcada por las revoluciones inglesa y francesa, enfatizó el valor de la razón, el progreso científico y la bondad humana. Buscó reevaluar el pensamiento medieval. Este movimiento se caracterizó por ser autonómico, universal, crítico, analítico y optimista. Kant, con su famoso «Sapere aude» (Atrévete a saber), defendió la autonomía de la razón.
La superación de la crisis económica europea del siglo XVII impulsó estos cambios. La introducción de nuevos cultivos como el maíz mejoró la agricultura y la ganadería, permitiendo al campesinado invertir en maquinaria y mejorar su rendimiento.
Kant se interesó por la posibilidad de la metafísica, es decir, por la posibilidad de un conocimiento riguroso sobre Dios, la libertad y el alma. Cuestionó si la metafísica podía ser una ciencia, como las matemáticas o la física, capaz de progresar. Influenciado por la crítica de Hume a la metafísica, Kant se propuso determinar las condiciones que hacen posible el conocimiento científico.
Kant realizó un giro copernicano en la teoría del conocimiento. Así como Copérnico cambió la visión geocéntrica del universo, Kant propuso que la mente humana impone las condiciones del conocimiento a la realidad, no al revés.
Kant distingue entre fenómeno (lo que se muestra a los sentidos) y noúmeno (la cosa en sí, independiente del conocimiento). Solo podemos conocer el fenómeno, la realidad tal como se nos aparece, el noúmeno permanece inalcanzable.
Kant identifica dos fuentes del conocimiento: la sensación (pasiva, recibe información del exterior) y el entendimiento (activo, organiza la información mediante conceptos, juicios y razonamientos).
Para Kant, el conocimiento requiere dos tipos de condiciones: empíricas (a posteriori, derivadas de la experiencia) y trascendentales (a priori, independientes de la experiencia, leyes propias de la mente).
Kant distingue entre juicios analíticos (no añaden información nueva, el predicado está contenido en el sujeto) y juicios sintéticos (añaden información, el predicado no está contenido en el sujeto). También distingue entre juicios a priori (independientes de la experiencia) y a posteriori (dependientes de la experiencia). Los juicios de la ciencia, según Kant, deben ser sintéticos a priori.
Kant investiga las condiciones que hacen posibles los juicios sintéticos a priori: la estética trascendental (espacio y tiempo), la analítica trascendental (entendimiento y categorías) y la dialéctica trascendental (razón e ideas de Dios, alma y mundo). Concibe que los juicios sintéticos a priori no son posibles en la metafísica.
La razón, al intentar ir más allá de la experiencia, produce ideas puras (mundo, alma, Dios) que no tienen base empírica. Kant niega la posibilidad de un conocimiento científico de estas ideas.
Kant concluye que la metafísica no es posible como ciencia, pero no la invalida por completo. La metafísica sigue siendo un modo de explorar realidades que escapan a la experiencia, pero sin la rigurosidad de la ciencia. Kant establece los límites del conocimiento humano.