Portada » Historia » Almorávides, Almohades y la Unificación Peninsular bajo los Reyes Católicos
A partir de 1031, al-Ándalus se fragmentó en múltiples reinos independientes llamados Taifas. Estos reinos eran muy débiles e inestables, tanto política como militarmente. Ante el avance de la reconquista de los reinos cristianos del Norte, se vieron obligados a recurrir a alianzas con pueblos norteafricanos, como los almorávides y los almohades. Ambos crearon extensos imperios, invadieron la Península y conquistaron los reinos musulmanes.
Los Almorávides llegaron a la Península en el siglo XI y, entre 1090 y 1110, lograron la reunificación de al-Ándalus. Sin embargo, no pudieron detener el avance de los reinos cristianos, que tomaron Toledo y Zaragoza. Su estricto cumplimiento de la ley islámica les restó popularidad entre los habitantes de la Península. Su desmoronamiento provocó los segundos reinos de taifas.
En el siglo XII llegaron los almohades. Procedían del actual Marruecos y establecieron su capital en Sevilla. Eran más intransigentes que los Almorávides y llegaron a tener un califa propio. No lograron frenar el avance cristiano y fueron derrotados en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212). Después de ellos, se formaron los terceros reinos de taifas, que pervivieron en el Reino Nazarí de Granada.
En 1469, Isabel y Fernando, ambos de la casa de Trastámara, contrajeron matrimonio con la oposición de Enrique IV. La unión de los monarcas fue la unión dinástica de dos coronas, pero no la fusión de dos reinos. Ciertamente, cada una de las dos coronas (Castilla y Aragón) mantenía sus propias instituciones, su Hacienda, su sistema monetario y sus normas jurídicas, aunque los dos esposos fueron considerados reyes en ambas coronas bajo la fórmula “tanto monta”.
Era, en palabras de Manuel Fernández Álvarez, una unión “supranacional”, en la que las piezas de la monarquía eran independientes en todo menos en los titulares de la corona, la política exterior, la religión y el Tribunal de la Inquisición. Era, en todo caso, una unión dinástica desigual, montada sobre Castilla, que disponía de más recursos, de más población y de mayor homogeneidad.
A los territorios de Castilla y de la Corona de Aragón (Reinos de Aragón, Valencia, Mallorca, Dos Sicilias y Principado de Cataluña), se anexionó, después de una campaña militar larga y costosa, el Reino nazarí de Granada (1492). A la vez, el descubrimiento de América sumó para Castilla un territorio, de momento desconocido en toda su trascendencia. Por otro lado, la ocupación y conquista de Canarias, iniciada a principios del siglo XV, finalizó en 1496. Las Canarias también se agregaron a Castilla.
En 1504, a la muerte de Isabel, fue nombrada reina Juana la Loca. Tras ser declarada inestable, en 1506 Fernando fue nombrado gobernador o regente de Castilla, quien conquistó Navarra en 1512, y declaró en las Cortes de Castilla de 1515 que la línea dinástica navarra sería la de la casa de Castilla. En la Península Ibérica, solamente Portugal permaneció independiente de la Corona Hispánica hasta Felipe II.
Para lograr la uniformidad ideológica y religiosa en sus reinos, los Reyes Católicos emprendieron una reforma religiosa que se concretó en:
Los judíos fueron expulsados en 1492, para preservar a los conversos o “cristianos nuevos” del posible contacto con ellos. Los que no quisieron bautizarse se marcharon al Norte de África, Flandes, Italia y el Imperio Turco. Salieron unos 100.000. Las consecuencias también se dejaron sentir en el campo económico (principalmente en la artesanía y el comercio), cultural (emigraron muchos intelectuales) y en el campo religioso (aumento del número de conversos y falsos conversos y consolidación de la división social entre cristiano nuevo y cristiano viejo).
En cuanto a los mudéjares, se expulsó, en primer lugar, a aquellos del reino de Granada que se habían sublevado en 1500. En 1502 se les dio a elegir entre el destierro y la conversión. En 1504 la orden se extendió a toda Castilla. La mayoría se bautizaron, y los moriscos (musulmanes cristianizados a la fuerza) se convirtieron en un problema social a lo largo del siglo XVI. La rebelión morisca de las Alpujarras (1568-1570) y la sospecha de connivencia de estos con los turcos y piratas berberiscos fueron factores fundamentales para que se les expulsara definitivamente en 1609, en el reinado de Felipe III. Salieron de España unos 300.000, fundamentalmente de la Corona de Aragón, cuyos campos quedaron despoblados.