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Entendemos por léxico el conjunto de términos que posee una lengua y que constituye un inventario abierto en constante evolución. De hecho, la transformación de la
realidad implica la aparición de nuevas palabras (software, microondas, MP3), y la desaparición de otras llamadas arcaísmos (azafata: antes para este término se utilizaba camarera de la reina, por ejemplo). En el caso de la lengua española, el léxico refleja la historia de las gentes, que la han utilizado como instrumento de comunicación a lo largo de los siglos. El léxico español está constituido por tres tipos de palabras: las que proceden del latín, los préstamos léxicos procedentes de otras lenguas y las palabras de nueva creación que se originan a través de los mecanismos de formación de la propia lengua.
Las lenguas prerromanas. Poco se sabe de la realidad cultural y lingüística de la península prerromana, como advierte Rafael Lapesa en su manual Historia de la lengua española. Se sabe que antes de la llegada de los romanos, a ambos lados de los Pirineos se situaron pueblos con un idioma común, de los que sobrevive aún el vasco actual. En la costa del Levante se encontraban los íberos; en la Baja Andalucía y el Sur de Portugal, la civilización tartesa o turdetana; en las costas meridionales se asentaron los fenicios y posteriormente sus sucesores los cartagineses. Mientras en el centro, Oeste, Norte y Noroeste, las inmigraciones indoeuropeas, procedentes de Europa central, dieron por resultado el afianzamiento de las lenguas precélticas y célticas. Todos estos pueblos poseían sus propias lenguas y la Península carecía de unidad lingüística.
La romanización. En el año 218 a.C., se produjo el desembarco de los escipiones en Ampurias y comienza de esta forma la incorporación de Hispania al mundo grecolatino. Los romanos introdujeron su cultura, sus costumbres y su idioma, el latín.Aborígenes (de ellas han quedado algunos términos como arroyo, gusano, bruja, perro…).
La lengua latina, importado por legionarios, colonos y administradores a todos los lugares de la península a los que llegaban, desterró a las lenguas prerromanas, (salvo al vasco), sobre todo por la conveniencia de contar con un instrumento de comunicación común con todo el Imperio. De todos modos, la desaparición de las primitivas lenguas fue progresiva y lenta y se produjo en tres estadios: primero, periodo de bilingüismo; en segundo lugar, conservación de la lengua primitiva en el ámbito familiar; y, por último, latinización completa. Es necesario apuntar que una lengua nunca desaparece del todo y siempre deja restos, bien sea en la fonética, bien en la morfología o en el léxico. Así por ejemplo la formación de despectivos a través de los sufijos –arro, -orro, -urro, -asco, o la sustitución de la f- inicial latina por h- aspirada y su posterior supresión, se debe al sustrato de las lenguas prerromanas.
El fondo léxico del español, de la lengua romance que conocemos como castellano, es latino, y las palabras que forman este fondo léxico se clasifican en:
Patrimoniales: son el resultado de la evolución de palabras latinas, que existen en nuestro idioma desde sus orígenes y han ido sufriendo todos los cambios fonéticos propios de la evolución de la lengua hasta llegar a su forma actual. Ejemplos: speculum → espejo; mulliere → mujer; filius → hijo.
– Cultismos: palabras procedentes del latín que se incorporaron más tardíamente, y que, por tanto, no sufren cambios en su forma o han evolucionado levemente. Ejemplos: voluntate → voluntad; sptiritu → espíritu; inermen → inerme. – Dobletes:
Además del fondo latino, a lo largo de las épocas se han introducido préstamos léxicos dependiendo de las circunstancias sociales y políticas, o por el contacto con otras lenguas. Tras la caída del pueblo romano, debemos mencionar la llegada de los pueblos germánicos. La presencia de estos pueblos en la península fue breve, no ocurre lo mismo con los visigodos, que llegaron en el siglo VI. Este pueblo abandonó su lengua y utilizó la latina, lo que explica que menos de un centenar de términos españoles sean de origen germánico. Predominan voces referentes a la vida guerrera (guerra, rico arpa, espía…) y antropónimos como Fernando o Elvira.
la invasión musulmana. Sin duda el factor fundamental que contribuyó a la ruptura de la unidad lingüística ya iniciada fue la invasión de los árabes por el sur peninsular en el 711, permaneciendo en la Península durante ocho siglos (hasta el XV). Esta situación hizo que los cristianos godos se replegaran hacia el norte de la Península, y se hicieran fuertes en núcleos aislados de resistencia que con el tiempo darían origen a los distintos reinos peninsulares. De este modo la península quedaba con todo el sur peninsular bajo dominio árabe y un reducto en el norte habitado por los cristianos; y esta división política conllevaba la consiguiente fragmentación lingüística. La presencia de los árabes fue determinante en la evolución de los reinos de España y
de las lenguas romances, además de la aportación que hicieron a esas lenguas en fase de formación, ya que casi 4.000 término árabes se introdujeron en el léxico castellano (zanahoria, álgebra, sandía)
La Reconquista. Desde las montañas cántabras los pueblos cristianos inician pronto la reconquista de territorios colindantes. Poco a poco van ampliando fronteras hasta constituir un reino con Alfonso I quien reúne parte de territorios gallegos, astures y vascos. Alfonso II inicia el avance hacia la meseta. A ambos lados de este avance, se establecen zonas autónomas con organización política propia y realizaciones lingüísticas diferenciadas, por lo que se formaron: el gallego portugués, asturleonés, castellano, navarro-Aragónés y catalán. El vascuence se vigoriza durante este periodo e influye en las hablas romances que lo rodean. Al sur queda el territorio de dominio árabe donde se habla su lengua y el dialecto mozárabe. Este dialecto desaparecíó al concluir la Reconquista, pero dejó una preciosa muestra en las jarchas.
En los reinos cristianos para todos los usos cultos y oficiales se empleaba el latín culto, aunque el habla vulgar constituía ya una lengua nueva. El romance aparece ya conscientemente en las glosas emilianenses y silenses, ambas del Siglo X-XI. Pero de todas las hablas romances que se fueron forjando en la península, el romance castellano irrumpíó con pujanza, en cierta parte debido a su evolución en forma de cuña invertida que frenó el
avance del resto y a las soluciones fonéticas que adoptó más innovadoras que las que presentaban las otras lenguas romances.
Asimismo, podemos mencionar otros préstamos que también forman nuestro idioma como galicismos: palabras procedentes del francés como homenaje, fraile, monje, hostal, entre otras, que se unen a términos más actuales como chalé, garaje, chófer o jardín. Del contacto con el italiano en los siglos XV y XVI perviven muchos italianismos como soneto, novela, piano, cuarteto…, junto con otras más actuales como pizza, gueto o espagueti. En este sentido, especial mención tienen los anglicismos en nuestro idioma, pues el inglés es la lengua que mayor influencia ha ejercido sobre el castellano desde el Siglo XIX hasta hoy, afectando a todos los ámbitos. Esto sucede en otras lenguas, no solo en el castellano, debido a que el inglés se ha convertido en lengua universal para la economía. Como ejemplo, destacamos los siguientes términos: club, mitin, líder, fútbol, tenis, filme, cheque, pijama, sprint, récord, pack, parking, stop, camping, kit… En este punto cabe destacar los americanismos o indigenismos, palabras que incorporamos a raíz del descubrimiento de América por Colón en 1492: chocolate, aguacate, cacao, tabaco, tomate, patata, cacique, maíz, hamaca, tiburón, entre otras. Por último, podemos mencionar otros préstamos como los lusismos (del portugués): biombo, mermelada, caramelo…; galleguismos: chubasco, morriña, cachear…; vasquismos: boina, pizarra, izquierda, cencerro, asma, zamarra…; catalanismos: clavel, cohete, anís,
* Extranjerismos. En su proceso de incorporación al castellano, la mayor parte de los préstamos se han adaptado a la pronunciación y a la escritura de nuestra lengua. Así, los que hemos citado antes son préstamos adaptados, sin embargo, hay otros, sobre todo los más recientes, que mantienen la forma de pronunciarse y escribirse de su lengua original. A estas palabras se les denomina extranjerismos