Portada » Filosofía » La Libertad Humana y la Sociabilidad: Perspectivas Filosóficas
La libertad es el acto fundamental de la existencia humana.
El hombre tiene la certeza espontánea de que sin libertad su proceso de vida moral sería ininteligible.
El determinismo niega que el hombre sea libre por distintas maneras:
El hombre es enteramente libre.
La libertad del hombre como sujeto debe entenderse como autonomía del ser, perteneciente a sí mismo, a causa de sus modos de ser persona (lenguaje, significación, existencia, etc.). La libertad de elegir conforme a la existencia humana respondiendo a sus valores morales, sociales o culturales.
La libertad no es absoluta. La libertad no puede ser exclusiva sin medir la de los que conviven como otros.
El hombre debe hacerse un mundo, no solo para vivir él mismo, sino para vivir con los demás y también vivir libremente.
El “tener que ser” está referido a su capacidad y a su imperativo de ser algo en el mundo. Esa capacidad de ser se identifica como proyecto/autoproyecto.
Hay oposición entre ser libre y ser ético.
Por prudencia e importancia, las normas y leyes de la sociedad aseguran el respeto, la paz y la justicia.
Sociabilidad: Propensión del hombre a vivir junto con los otros, a comunicarse con ellos, a hacerlos partícipes de las propias experiencias y deseos.
La mirada del otro significa la muerte de mi subjetividad con respecto a lo que puedo ser. El otro es capaz de “cosificarse” si no reconoce mi subjetividad.
El odio es “cosificar” la subjetividad del otro.
El que odia se niega a compartir el mundo.
Las relaciones basadas en el odio generan injusticias, represiones, atropellos.
Seres humanos no cultivados y formados en su mente y espíritu para mirar en el rostro del otro:
En el odio se desprecia al otro.
En la indiferencia ni siquiera se toma en cuenta al otro.
Relaciones humanas basadas en el amor.
Sentimientos de:
El amor es la contraposición a la indiferencia y el odio.
El llamado del otro hace posible librarme de una existencia solitaria, aislada, sin sentido.
“El llamado del otro me revela una dimensión de mi existencia enteramente nueva”.
El afecto como respuesta al llamado del otro.
Respuesta a su subjetividad.
El llamado a mi persona implica una invitación a:
Apelamos a la subjetividad del otro por “afecto”.
Porque respetamos y queremos la realización del otro.
Deseamos su felicidad y le ayudamos a alcanzarla.
La realización auténtica de su ser.
Amor a nuestros semejantes.
Preocupación por su cuerpo.
Ocuparse de sus necesidades materiales.
“Afecto por el otro”.