Portada » Lengua y literatura » Panorama Literario Español: Del Realismo al Novecentismo
La segunda mitad del siglo XIX se caracteriza por convulsiones históricas y la irrupción de nuevas ideologías como el positivismo y el marxismo. La novela realista y naturalista surge tras la revolución de 1868, con el cuadro de costumbres como antecedente. Surgen novelas de tesis, destacando autores conservadores como Alarcón y progresistas como Galdós y Clarín. El naturalismo, con su enfoque científico sobre la conducta humana, presenta personajes influenciados por su entorno social y geográfico. La novela realista utiliza un narrador omnisciente que revela los pensamientos de los personajes y explora temas como el amor, la religión, la política y la dualidad campo-ciudad. Regionalismos en obras de Alarcón, Galdós y Pardo Bazán reflejan la realidad española.
La lengua literaria realista se caracteriza por un detalle descriptivo, rico en léxico y con una mezcla de términos tradicionales, orales, científicos y paródicos. Se evita el estilo romántico grandilocuente, optando por un tono simple que se adapta a los personajes. Entre los destacados se encuentran Juan Valera, que retrata la psicología femenina; José María de Pereda, cuyas obras reflejan paisajes de Cantabria; Emilia Pardo Bazán, conocida por su cruda descripción del mundo rural gallego; y Benito Pérez Galdós, quien fusiona literatura y política y es autor de obras variadas, incluyendo «Episodios Nacionales». Leopoldo Alas «Clarín», crítico literario y autor de «La Regenta», y Vicente Blasco Ibáñez, defensor de ideales republicanos y exitoso novelista, también son relevantes.
La segunda mitad del siglo XIX se caracteriza por el romanticismo, que impactó la vida cultural de Europa, promovida por autores como Goethe, Byron y Hugo. Este movimiento valora la libertad, los sentimientos intensos y la rebelión contra normas establecidas, reflejando paisajes que evocan emociones. En España, conviven actitudes conservadoras y liberales, ejemplificadas por autores como el Duque de Rivas y Larra. La poesía romántica destaca por su melancolía y pesimismo, abarca temas históricos y misteriosos y se clasifica en tres generaciones, siendo Espronceda y Zorrilla figuras destacadas del apogeo romántico.
El Romanticismo rezagado se representa a través de Bécquer y Rosalía de Castro, quienes crearon sus obras tras el auge del realismo en Europa. Las Rimas de Bécquer comprenden ochenta y cuatro poemas sobre amor, misterio y sentimiento, oscilando entre el optimismo y el desengaño. Rosalía resalta con Cantares gallegos y En las orillas del Sar, exhibiendo la Naturaleza y el dolor ajeno. En el teatro romántico predomina la sonoridad del verso y pasiones intensas. Obras célebres como Don Álvaro o la fuerza del sino y Don Juan Tenorio presentan amores imposibles y trágicos desenlaces.
Entre 1885 y 1914, se vivió una crisis universal en las letras y el espíritu, caracterizada por la desconfianza en el progreso y la razón, así como por una búsqueda de sentido trascendente en la vida, influenciada por filósofos como Schopenhauer y Nietzsche. Este contexto permitió el surgimiento del modernismo en España e Hispanoamérica, donde jóvenes escritores rechazaron la literatura del siglo XIX en favor de la belleza y nuevas formas de expresión. En este período también se establece la generación del 98, un grupo de autores que, a finales del XIX y principios del XX, aborda las miserias de la sociedad española. Destacan temas como el paisaje castellano, la historia y preocupaciones existenciales, como el sentido de la vida y la muerte. La crítica a problemas sociales como el caciquismo y la ignorancia es central. Entre los autores destacados está Miguel de Unamuno, cuyas obras exploran la identidad española y los dilemas existenciales, combinando filosofía y literatura en un estilo sobrio y tradicional. La novela se fortalece, aunque otros géneros también son relevantes.
Pío Baroja se opone al objetivismo realista, mostrando su pesimismo e inconformismo a través de reflexiones sobre la vida y la sociedad en sus obras, donde utiliza diálogos y descripciones para retratar ambientes. Su estilo se caracteriza por la brevedad y un lenguaje cercano al habla coloquial. Novelas como Camino de perfección y El árbol de la ciencia destacan su visión pesimista, mientras que en Zalacaín el aventurero predomina la acción y aventura.
José Martínez Ruiz (Azorín) sobresale en el ensayo, y como novelista, cambia el enfoque hacia una expresión donde el argumento no es lo esencial, comenzando con La voluntad en 1902.
Valle-Inclán, inicialmente modernista, adopta una postura crítica en obras como Sonatas y la trilogía La guerra carlista, y en Tirano Banderas implementan el esperpento, culminando su carrera dramática con Luces de bohemia.
Antonio Machado se distingue en la lírica, evolucionando del modernismo a una depuración formal, reflexionando sobre la realidad española, especialmente en Campos de Castilla y explorando temas filosóficos en Juan de Mairena.
El modernismo surge en Hispanoamérica, con 1888, año de publicación de Azul de Rubén Darío, como su punto de partida. Aunque se reconoce al cubano José Martí como precursor, Darío destaca la Grecia clásica y el siglo XVIII, mostrando preocupación por la musicalidad del verso. En Prosas profanas, presenta un mundo de color y nuevas métricas, recuperando formas de la tradición hispánica. Cantos de vida y esperanza refleja un tono más íntimo, abordando temas filosóficos y la relación hispánica con el imperialismo estadounidense. En España, algunos precursores son Manuel Reina y Salvador Rueda, mientras que Manuel Machado y A. Machado son figuras del modernismo. Este movimiento se caracteriza por dos tendencias: una, centrada en lo exterior (modernismo parnasiano); la otra, en la intimidad del poeta (modernismo simbolista). Los temas recurrentes incluyen soledad, escapismo, cosmopolitismo, amor y reivindicación de lo hispano. El estilo destaca por la musicalidad, la elección de versos largos, rimas internas, léxico culto y lenguaje simbólico.
El teatro anterior a la Guerra Civil en España presenta una dualidad: el éxito del teatro burgués, representado por Jacinto Benavente y su obra Los intereses creados, y los intentos de innovación que chocan con la tradición. La comedia musical y sainetes populares, como los de los hermanos Álvarez Quintero y Pedro Muñoz Seca, dominan el ámbito cómico. Mientras tanto, autores del 98 como Ramón María del Valle-Inclán buscan renovar el teatro mediante el esperpento y mitos, destacando su trilogía Comedias bárbaras y obras que fusionan melodrama y crítica social, reflejando la complejidad de la realidad española.
En su ciclo esperpéntico, la España de principios del XX se presenta de forma opuesta a la mitificación del pasado, desmitificando lo actual. El esperpento combina lo trágico y lo burlesco, utilizando una estética que busca superar el dolor y la risa. Se caracteriza por la deformación de la realidad y un tono grotesco que ofrece críticas sociales y morales. Las obras emplean contrastes violentos y degradan a los personajes con rasgos animalizados. Iniciada con Luces de bohemia, describe la trágica vida de Max Estrella. La generación del 27 busca depurar el teatro poético y acercarlo al pueblo, destacando autores como R. Alberti y Miguel Hernández.
El novecentismo, movimiento cultural de la segunda década del siglo XX en España, surge tras la Primera Guerra Mundial, en un contexto de crisis económica y social. Conocida como la generación del 14, se opone al arte del siglo XIX, incluyendo el modernismo. Sus representantes, caracterizados por su profundo conocimiento de las corrientes ideológicas europeas, buscan reformar la sociedad a través del racionalismo y medidas concretas, abogando por la República. Al rechazar el romanticismo, valoran el «arte puro» y se dirigen a una élite intelectual, cuidando el estilo y el lenguaje. El ensayo resalta en su producción, con figuras como José Ortega y Gasset, quien explora temas diversos. Ramón Gómez de la Serna, a través de sus greguerías, destaca por su innovadora asociación de ideas.
La narrativa novecentista se distingue por la fusión de lo narrativo y lo ensayístico, anteponiendo la reflexión a la acción, lo que incrementa el intelectualismo y relegando la trama. Se deja de lado lo sentimental y las intenciones políticas, priorizando un enfoque intelectual y elitista. El perspectivismo reemplaza la visión única del narrador realista, y se favorece la vida urbana moderna. El estilo tiende a la morosidad, reflejando el proceso del pensamiento y empleando un lenguaje pulido. La obra de Ramón Pérez de Ayala, representante de la novela intelectual, destaca por un narrador irónico y reflexiones profundas. Gabriel Miró, por su parte, capta sensaciones en novelas líricas donde el paisaje cobra protagonismo, con una narrativa sutil.
Juan Ramón Jiménez es un destacado poeta español contemporáneo, marcado por la muerte de su padre, su sensibilidad y búsqueda de perfección. Su obra evoluciona desde el simbolismo y modernismo hasta la poesía pura, buscando la esencia y trascendencia.
partida. Aunque se reconoce al cubano José Martí como precursor, Darío destaca la Grecia clásica y el siglo XVIII, mostrando preocupación por la musicalidad del verso. En Prosas profanas, presenta un mundo de color y nuevas métricas, recuperando formas de la tradición hispánica. Cantos de vida y esperanza refleja un tono más íntimo, abordando temas filosóficos y la relación hispánica con el imperialismo estadounidense. En España, algunos precursores son Manuel Reina y Salvador Rueda, mientras que Manuel Machado y A. Machado son figuras del modernismo. Este movimiento se caracteriza por dos tendencias: una, centrada en lo exterior (modernismo parnasiano); la otra, en la intimidad del poeta (modernismo simbolista). Los temas recurrentes incluyen soledad, escapismo, cosmopolitismo, amor y reivindicación de lo hispano. El estilo destaca por la musicalidad, la elección de versos largos, rimas internas, léxico culto y lenguaje simbólico.