Portada » Historia » Ascenso y Expansión de la Revolución Industrial: Impacto Económico y Social
Conjunto de cambios económicos, científicos y técnicos que se produjeron progresivamente en las sociedades occidentales desde finales del siglo XVIII. Los cambios modificaron de manera radical la manera de producir bienes y servicios, su distribución y venta, así como las formas de vida de la población. Comenzó en Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII y posteriormente se extendió a Europa Occidental (Francia, Bélgica, Alemania), Norteamérica, Europa Mediterránea y Oriental.
Los dos sectores industriales que empujaron el crecimiento económico británico fueron las industrias algodoneras y las siderúrgicas, facilitadas por el empleo de la máquina de vapor inventada por James Watt.
Los distintos factores que confluyeron e hicieron posible la Revolución Industrial en Gran Bretaña:
En Gran Bretaña funcionaron industrias y fábricas en sentido moderno en el siglo XVIII. La industrialización comenzó a extenderse por Europa continental y Estados Unidos. Fue rápida en Alemania y lenta en España.
La industria textil, en concreto la algodonera, se vio beneficiada cuando el parlamento británico prohibió la importación de tejidos de algodón para proteger a su naciente industria. Así aseguraba el mercado interior. Su extensión se consolidó con el abastecimiento de los mercados de la India y de las colonias españolas de América.
La industria siderúrgica tuvo que fabricar las nuevas herramientas que demandaba la actividad agrícola, las fábricas textiles y los medios de transporte. Recurrió al carbón como combustible en los altos hornos, base de la industria metalúrgica y de la mecánica.
Es la aplicación masiva de la maquinaria a los procesos de producción. Su triunfo permite distinguir dos etapas en la historia económica: la época artesanal y la industrial. El vapor fue la fuerza motriz.
Las consecuencias del desarrollo de las máquinas fueron:
El mayor tamaño de los establecimientos exigió nuevos tipos de empresas más especializadas en las que se organizaba mejor la producción y se desarrollaban políticas de precios: las sociedades anónimas, la banca internacional. Surgió un mercado internacional de capital. La búsqueda de la rentabilidad posibilitó que los países más ricos invirtieran en otros más atrasados y de esta forma impulsaran sus procesos de industrialización.
La máquina de vapor y un trazado de carriles de hierro por el que se trasladaba. El ferrocarril abarató los costes de transporte y el comercio creció por la ampliación de los mercados. Grandes inversiones que aceleraron la creación de nuevas sociedades mercantiles. Aumentó el tonelaje de los barcos y su velocidad, aunque vapor y veleros coexistieron a lo largo del siglo XIX. La construcción de los canales interoceánicos: el de Suez evitó rodear África en la ruta europea hacia Asia.
El aumento de la población constituyó un factor decisivo en el progreso económico porque supuso mano de obra y mercado. El crecimiento demográfico se inició a mediados del siglo XVIII. No afectó solo a Occidente, pero es en Europa y en los Estados Unidos donde el ritmo de crecimiento fue mayor. Este crecimiento demográfico se debió a la continua reducción de los factores de mortalidad por las mejoras en alimentación, higiene y sanidad, y al mantenimiento de una alta natalidad. El aumento de población en Europa provocó un excedente demográfico que tuvo como consecuencia la emigración a otros continentes, especialmente hacia América del Norte y, en menor medida, al resto de América. Otros continentes que también conocieron fuertes migraciones fueron Asia y Australia. Los motivos de estos enormes movimientos de la población fueron varios: las crisis económicas en Europa, las revoluciones y la inestabilidad política, los descubrimientos de ricos yacimientos minerales.