Portada » Latín » Historia Romana: Figuras Clave y Legado Historiográfico
La historiografía en Grecia y Roma tenía un doble propósito: relatar hechos históricos y entretener al lector, aunque a veces a costa de la objetividad. Los primeros relatos sobre Roma fueron escritos por historiadores griegos poco favorables a los romanos, lo que impulsó a estos últimos a escribir su propia historia con un fuerte componente de propaganda nacionalista. Siguiendo la tradición de los annales, los primeros historiadores, llamados analistas, narraban los sucesos año por año. Fabio Píctor, el primer historiador romano conocido, escribió en griego, pero en el siglo II a.C., Marco Porcio Catón fue el primero en escribir en latín, marcando el inicio de una historiografía más crítica.
César, de origen aristocrático, fue un líder militar y político clave en Roma. Formó parte del Primer Triunvirato y, tras una guerra civil contra Pompeyo, se convirtió en dictador con poderes absolutos hasta su asesinato en el 44 a.C. Aunque es más reconocido por sus logros militares y políticos, también dejó un legado literario con sus obras De bello Gallico y De bello civili, que son tanto propaganda política como fuentes históricas valiosas. Su estilo se caracteriza por la claridad y concisión, convirtiéndolo en un modelo de la prosa latina clásica.
Cayo Salustio Crispo, originario de la Sabina, fue político y amigo de César. Ocupó importantes cargos, pero tras la muerte de su protector se dedicó a escribir historia. Sus obras principales son La conjuración de Catilina, sobre la conspiración de Catilina contra Roma, y La guerra de Yugurta, que narra la lucha del rey númida contra los romanos. Es considerado el creador de la historiografía como género literario en Roma, destacando por su análisis crítico de la corrupción y la decadencia moral de la república, así como por sus profundos retratos psicológicos.
Nacido en Padua, Tito Livio vivió la mayor parte de su vida en Roma, donde, con el apoyo de Augusto, se dedicó a escribir su obra histórica. Tras la muerte del emperador, regresó a su ciudad natal y falleció en el año 17 d.C. Su obra refleja el programa ideológico conservador de Augusto.
Su obra Ab Urbe Condita (Desde la fundación de la Ciudad) narra la historia de Roma desde sus orígenes hasta el siglo I a.C. Se compuso en 142 libros, de los cuales solo se conservan 35. Abarca desde la fundación de Roma hasta la conquista de Macedonia en el 167 a.C., aunque su gran extensión hizo que gran parte se perdiera. Se publicaba en grupos de diez libros (décadas), y se conservan resúmenes (periochae) que permiten conocer su contenido general.
Desde el prólogo de su obra, Livio deja claro que su objetivo es enaltecer la grandeza de Roma y sus héroes. Su historiografía sigue el mismo espíritu nacionalista que la Eneida de Virgilio, sirviendo como una herramienta para reforzar el orgullo romano y el programa ideológico de restauración de valores promovido por Augusto.
Al igual que Cicerón, quien decía que «la historia es maestra de la vida», Livio considera que su relato debe servir como ejemplo para futuras generaciones. Como Salustio, cree que la decadencia de Roma se debe al abandono de las antiguas virtudes. Su obra está llena de ejemplos de conductas heroicas a imitar y de vicios a evitar, con el objetivo de inspirar a sus contemporáneos a recuperar la moral republicana.
Livio no tenía una visión crítica rigurosa de las fuentes. Se basaba en relatos tradicionales, antiguos analistas e historiadores como Polibio, pero sin verificar siempre su veracidad. Su intención era más literaria que científica, lo que llevó a errores, anacronismos y exageraciones, especialmente en las victorias romanas. Además, no presta suficiente atención a los cambios políticos, sociales y económicos que transformaron Roma.
Aunque formalmente sigue el modelo de los annales (relatos cronológicos), en realidad estructura su obra en bloques temáticos, como la detallada narración de la Segunda Guerra Púnica en la tercera década. Su estilo está influenciado por Salustio, pero también por Cicerón, con discursos extensos que refuerzan la dramatización de los eventos. Su prosa es rica, expresiva y compleja, con una sintaxis elaborada que le da un tono poético y retórico.
En resumen, Livio escribió más con el objetivo de ensalzar a Roma y moralizar a sus lectores que de hacer un análisis histórico objetivo. Su obra es más una epopeya en prosa que un tratado historiográfico en el sentido moderno.