Portada » Lengua y literatura » Narrativa Española del Siglo XX: Del 98 al Novecentismo (1900-1939)
La narrativa española, como los restantes géneros literarios, abarca dos amplias épocas delimitadas por la Guerra Civil (1936-1939). Antes de la guerra se suceden diversos movimientos renovadores (en la narrativa, la Generación del 98 y el Novecentismo, principalmente), que intentan aproximarse a las tendencias artísticas desarrolladas en el resto de Europa desde finales del siglo XIX y que constituyen la denominada Edad de Plata de nuestra Literatura.
Durante los primeros años del siglo XX continuaron las tendencias narrativas de finales del siglo XIX. Muchos de los escritores de la novela realista, como Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán, prolongaron su labor literaria en estos años; sin embargo, se produce una reacción contra el Realismo y el Naturalismo. Se observa en los novelistas jóvenes una firme voluntad de innovación tanto en los temas como en las formas narrativas. La llamada Generación del 98 inicia un camino marcado por los siguientes rasgos:
Por estas razones, los escritores de la Generación del 98, formada fundamentalmente por Miguel de Unamuno, Pío Baroja, José Martínez Ruiz (conocido por el seudónimo de Azorín), Ramón María del Valle-Inclán y Antonio Machado (quien destaca como poeta), manifiestan su protesta contra las costumbres decadentes de la sociedad española y proponen una reforma total de las conductas sociales y morales de los españoles.
Miguel de Unamuno, el maestro y guía del grupo, y el escritor más representativo del movimiento. Los ejes temáticos de su obra son España, la política, el paisaje, la historia, el presente, el debate entre la fe y la incredulidad. Cultivó todos los géneros, aunque destacará en la narrativa. En sus novelas (a las que denomina “nivolas”) profundiza en el alma de los personajes, desechando la acción externa.
En la que puede ser considerada como su mejor novela, Niebla, utiliza el conocido juego vida-literatura. Augusto Pérez, el protagonista, se enfrenta con su creador en un ambiente de confusión entre lo que es verdad y lo que es ficción. Unamuno también se sintió atraído por el tema de la lucha entre hermanos, por la lucha bíblica entre Caín y Abel. Este motivo fratricida sirve de base a su novela Abel Sánchez. Tras La tía Tula, Unamuno publicó San Manuel Bueno, mártir, obra en la que aparecen todos los motivos que, recurrentemente e insistentemente, habían ido saliendo en sus novelas anteriores: la lucha agónica del ser humano, la necesidad de creer en Dios y la negación de su existencia, la soledad, los problemas de la fe, la vida como un sueño… Cuenta la historia de un cura de pueblo que ha perdido la fe, pero que aparenta tenerla para que sus feligreses mantengan intactas sus creencias religiosas.
Pío Baroja, de carácter inconformista, independiente y anarquizante. El tema de España fue uno de los principales de sus novelas, donde sus personajes favoritos son los inconformistas de todo tipo. Concibe la novela como un género en el que cabe todo (reflexión, aventura, crítica, humor…). Sus novelas, de capítulos breves y de párrafos cortos, con numerosos diálogos y descripciones, carecen de plan previo. El narrador comenta lo que va narrando y sus protagonistas son seres inadaptados que suelen fracasar en la vida.
Su producción narrativa abarca dos etapas: en la primera (antes de 1912), de gran variedad temática, escribe, entre otras, Camino de perfección (cuyo protagonista huye de Madrid buscando un sentido a su vida) y El árbol de la ciencia, que narra la historia de Andrés Hurtado, personaje pesimista y desorientado que fracasa en la vida y termina suicidándose. En una segunda etapa (después de 1912) escribe novelas de trasfondo histórico y perspectiva irónica, como la serie de veintidós obras titulada Memorias de un hombre de acción.
José Martínez Ruiz, Azorín, cultiva una novela que carece de argumento, mero pretexto de descripciones subjetivas y líricas. Le interesa especialmente la “microhistoria”, los sucesos cotidianos y menores que, en su repetición indefinida, constituyen la esencia de lo intemporal. Destacan sus novelas autobiográficas como La voluntad, Antonio Azorín y Las confesiones de un pequeño filósofo.
Ramón María del Valle-Inclán empezó su narrativa con un estilo modernista, Las Sonatas (las memorias del marqués de Bradomín), y en su última etapa muestra un nuevo estilo, el esperpéntico, que supone una deformación grotesca de la realidad con intención crítica: Tirano Banderas, inspirada en la tiranía de los dictadores hispanoamericanos. (Valle-Inclán sobresaldrá, no obstante, en el teatro).
Los escritores que forman la llamada Generación del 14 o Novecentismo procuraron renovar las técnicas novelísticas de su tiempo. Destacan los autores Ramón Pérez de Ayala, representante de la novela intelectual, Gabriel Miró, a quien se le considera como un poeta en prosa, recibiendo sus novelas el calificativo de novelas líricas, y Ramón Gómez de la Serna, el creador de las inclasificables greguerías.
El propósito de los novecentistas es crear un arte puro, cuyo único objetivo es el placer estético. No es tarea del escritor reproducir fielmente la realidad, puesto que no debe confundirse el arte con la vida. Por lo tanto, el argumento ya no es el valor fundamental: importan más los valores exclusivamente artísticos como la construcción narrativa, el lenguaje y el estilo. En el desarrollo de estas ideas jugó un papel importantísimo José Ortega y Gasset, que expuso sus ideas estéticas en ensayos como La deshumanización del arte.