Portada » Educación Artística » Emociones en el Cine: Cómo la Imagen y el Sonido Crean Impacto
El objetivo principal del cine debe ser representar emociones a través de las imágenes. Los personajes, en el cine, son sujetos de experiencias emocionales. En la pantalla, la ampliación a través del primer plano le brinda a la acción emotiva del rostro su relieve más definido.
A través de los movimientos, el actor variará su estado de ánimo con el fin de producir algunas de estas respuestas involuntarias e instintivas. El actor realmente experimenta algo de la excitación interior que está imitando, y con la excitación aparecen las reacciones automáticas.
El actor cinematográfico puede ensayar y repetir la escena delante de la cámara hasta encontrar la inspiración justa. Quien está a cargo de filmar el rostro en primer plano puede descartar muchas tomas hasta encontrar esa expresión que concentra los sentimientos de la escena. Por otro lado, el realizador puede elegir mejor a los actores, tanto por estructura como por fisonomía, y predisponerlos para encontrar la expresión deseada.
En la vida, el tono emotivo puede expresarse más allá del cuerpo. Para distinguir qué sucede con el espectador, se deben diferenciar dos situaciones:
Los cineastas se han atrevido poco a proyectar este segundo tipo de emociones.
En las películas, hay un lado material y otro formal. El lado material está controlado por el contenido de las imágenes. Pero el lado formal depende de las condiciones exteriores que muestran el contenido. El valor de los cambios formales, destinados a expresar emociones, puede volverse notable. A través de ellos es posible expresar actitudes y sentimientos que hoy no pueden ser expresados con palabras.
Es el valor expresivo o informativo con el que un sonido enriquece una imagen. Esta información o expresión no se desprende «naturalmente» de la imagen, sino que el sonido la añade. Este fenómeno funciona en el sincronismo entre sonido e imagen por el principio de síncresis (que permite relacionar inmediatamente lo que se ve y lo que se oye).
El cine es vococentrista porque, en la mayoría de los casos, favorece a la voz, la destaca y la pone en evidencia sobre los demás sonidos. La voz se aísla como un instrumento solista, y los demás sonidos (música, ruidos) son su acompañamiento.
La voz es el soporte de la expresión verbal. Al registrarla, se busca la inteligibilidad de las palabras pronunciadas, más que la fidelidad acústica a su timbre original.
El oído analiza y sintetiza más deprisa que la vista. Un movimiento visual brusco no se memoriza tan precisamente como un trayecto sonoro. El sonido es el vehículo del lenguaje, y una frase hablada hace trabajar al oído velozmente. La vista es más lenta porque trabaja el espacio y el tiempo. El oído aísla un punto de su campo de escucha y lo sigue en el tiempo. La vista es más hábil espacialmente, y el oído, temporalmente.
Los movimientos visuales rápidos pueden ser entendidos gracias a la ayuda puntual de sonidos rápidos. Estos sonidos marcan momentos e imprimen una huella audiovisual fuerte en la memoria. Los movimientos visuales complejos (con muchos detalles) son utilizados porque el sonido sobreimpresionado en la imagen puntúa y destaca un aspecto visual particular. El ilusionismo se produce cuando el sonido consigue hacer visible en la imagen un movimiento rápido que no existía.