Portada » Historia » Transformaciones y Conflictos en la España del Siglo XIX: Guerra, Liberalismo y Absolutismo
Durante el siglo XIX, España experimentó profundas transformaciones. La población creció, la sociedad estamental del Antiguo Régimen fue sustituida por una sociedad de clases y se instauró un régimen liberal. Fue un siglo convulso, marcado por guerras civiles y pronunciamientos. Aunque la industria se desarrolló levemente en algunas regiones, el país en su conjunto siguió enfrentando dificultades. España dejó de ser una potencia importante, y la debilidad del crecimiento económico la convirtió en una de las naciones más pobres de Europa.
El monarca español Carlos IV se opuso a las ideas de la Revolución Francesa. España entró en guerra contra Francia (1793-1795), pero fue derrotada y tuvo que firmar un tratado que la convertía en aliada de Francia. En 1807, España y Francia firmaron el Tratado de Fontainebleau, acordando invadir Portugal, aliado de Inglaterra. La ocupación de ciudades españolas por tropas francesas generó gran malestar en la población.
Fernando (hijo de Carlos IV) aprovechó el descontento y promovió el Motín de Aranjuez (1808), que provocó la abdicación de Carlos IV en su hijo, Fernando VII. Napoleón, aprovechando los problemas de la familia real, obligó a ambos a abdicar en favor de su hermano, José Bonaparte, quien se convirtió en rey de España.
El 2 de mayo de 1808 se produjo una sublevación en Madrid, dando comienzo a la Guerra de la Independencia. Esta fue tanto una guerra contra los franceses como una guerra civil entre españoles.
Ciudades como Zaragoza y Gerona sufrieron asedios, y las guerrillas hostigaron al poderoso ejército francés. La situación cambió cuando Napoleón retiró tropas de España. Se inició entonces una contraofensiva. En 1813, se firmó el Tratado de Valençay, que puso fin a la guerra y devolvió la corona a Fernando VII.
En España, se crearon juntas para organizar la resistencia, y se organizó la Junta Central Suprema. Esta convocó las Cortes, que se reunieron en Cádiz. La mayoría de los diputados eran liberales, aunque había una minoría, los «serviles», que deseaban el regreso de Fernando VII y el Antiguo Régimen.
La Constitución de 1812, la primera de la historia de España, reflejaba los principios del liberalismo político: reconocía la soberanía nacional, la división de poderes y establecía una declaración de derechos muy completa. Las Cortes de Cádiz aprobaron reformas que pusieron fin al Antiguo Régimen: suprimieron los señoríos, abolieron la Inquisición, prohibieron los gremios y declararon la igualdad de los españoles ante la ley, incluyendo el voto por persona.
Fernando VII regresó al poder en 1814.
Los liberales esperaban que el rey jurase la Constitución de Cádiz; los serviles, que la aboliese y restaurase el Antiguo Régimen. El rey derogó la Constitución y las reformas aprobadas durante la guerra. Restauró los privilegios del clero y la nobleza, volviendo al Antiguo Régimen. Fernando VII gobernó durante seis años aconsejado por una camarilla. Los liberales y parte del ejército trataron de restaurar el liberalismo mediante pronunciamientos.
Triunfó un pronunciamiento dirigido por el coronel Riego, quien proclamó la Constitución de 1812 en Las Cabezas de San Juan. El rey tuvo que jurar la Constitución, liberar a los presos políticos y convocar elecciones para reunir las Cortes. Los liberales restauraron las reformas aprobadas en Cádiz y formaron la Milicia Nacional para defender el régimen liberal. En 1823, Francia envió tropas a España, los Cien Mil Hijos de San Luis, que restituyeron a Fernando VII como rey absoluto.
La vuelta al poder de Fernando VII coincidió con una grave crisis interna. La Hacienda estaba sin fondos, y la pérdida del imperio americano agravó aún más la crisis económica. El rey intentó modernizar el gobierno mediante la creación de un Consejo de Ministros.
Los liberales protagonizaron varios pronunciamientos. A esto se unió el problema dinástico. Como Fernando VII no había tenido hijos varones, promulgó la Pragmática Sanción, que anulaba la Ley Sálica, para que su hija Isabel pudiese reinar. Los absolutistas no lo aceptaron y apoyaron al hermano del rey, Don Carlos.
A la muerte de Fernando VII, su viuda, María Cristina, se hizo cargo del gobierno, mientras que Don Carlos se proclamaba rey de España. De esta manera estallaba la Primera Guerra Carlista, que enfrentó a liberales y carlistas. La guerra duró siete años (1833-1840) y terminó con la derrota carlista. El Abrazo de Vergara puso fin a la guerra.