Portada » Economía » Dominando la Gestión Estratégica: Fundamentos y Aplicación del Balanced Scorecard
En la actualidad, frente a la creciente velocidad de los cambios y desafíos competitivos del mundo globalizado, es fundamental para una empresa, división, unidad de negocio o una organización en general poder contar con una gestión ágil y moderna, centrada en definir y concretar exitosamente su estrategia a través de acciones y procesos operacionales del día a día.
La estrategia y sus procesos de gestión deben ser focalizados no sólo en los aspectos financieros, como ha sido tradicionalmente, sino que requieren ampliar su campo de acción a todos los ámbitos del negocio, balanceando factores externos e internos, actuales y futuros, duros y blandos, macros y micros, además de integrar en este proceso a los colaboradores de diferentes áreas y niveles jerárquicos.
Para lograr lo anterior, existe y es ampliamente utilizada la metodología del Balanced Scorecard o BSC (conocida también como Cuadro de Mando Integral), que permite diseñar la estrategia y traducirla en objetivos, metas y planes de acción para lograr resultados concretos en un proceso dinámico, continuo e integrador.
A través de esta metodología, se logra movilizar el cambio a través del liderazgo directivo y organizacional, con una efectiva alineación horizontal y vertical de las diferentes personas y áreas de la empresa, para alcanzar plena coherencia e integración entre sus niveles estratégicos, tácticos y operacionales.
Por medio de los Ciclos de Gestión Estratégica, además de otras instancias, el BSC aporta significativamente a los procesos de aprendizaje, mejoramiento, innovación y creación de valor, sentando las bases para crear una Organización de Alto Desempeño.
Se reconoce cada vez más que el éxito de la estrategia, tanto en su diseño como en su implementación, depende fundamentalmente de una amplia participación de todos los colaboradores en un proceso del día a día, los cuales, a través de un mayor nivel de empoderamiento, pueden aportar desde diferentes perspectivas a su desarrollo.
El presente curso entrega herramientas, criterios y fundamentos teóricos y prácticos para lograr un desarrollo y aplicación efectivos de esta metodología.
Joaquín Scheel Franke
Profesor de PROCADE
Programa de Capacitación y Desarrollo
Centro de Extensión
Pontificia Universidad Católica de Chile
Actualmente, el mundo está pasando por procesos de cambio nunca antes experimentados por la humanidad en tiempos históricos y prehistóricos. Se plantea que los cambios en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, del conocimiento, la ciencia y de la economía van aumentando cada vez más rápido, en forma exponencial.
En forma conjunta a la velocidad de los cambios, también van en aumento los niveles de diversidad y de complejidad en todo tipo de situaciones, reforzado por procesos de integración y globalización. Adicionalmente, aumentan los niveles de incertidumbre en relación al futuro y al entorno, que siguen patrones de conducta diferentes a los que podíamos conocer de tiempos pasados.
Además, estamos pasando de un mundo histórico tangible y físico a un mundo presente y futuro cada vez más virtual y abstracto.
Todo esto, crea una creciente presión de necesario ajuste y adaptación sobre las personas, las empresas y las diversas organizaciones y estructuras de la sociedad. Se requieren nuevas formas de poder comprender y poder relacionarse con este entorno cada vez más dinámico, diverso, complejo, globalizado, abstracto e incierto. Muchos de nuestros paradigmas, sistemas de creencias, modelos conductuales y mentales desarrollados por décadas y siglos (los que nos daban una base de confianza, estabilidad y seguridad), ya no resultan ser efectivos en este nuevo ambiente. Requerimos con urgencia nuevos modelos y nuevas maneras para poder adaptarnos a estos nuevos desafíos.
También en el mundo de las empresas y de las diversas organizaciones sociales esta nueva realidad obliga a grandes cambios y replanteamientos, dejando atrás muchos esquemas y modelos organizacionales y de gestión en reemplazo de otros en que se debiera privilegiar la capacidad de adaptación, flexibilidad y agilidad en todas sus manifestaciones.
En este sentido, el enfoque moderno de la gestión de una empresa debe enfatizar una perspectiva externa por sobre una interna, con una mirada desde lo global o “macro” hasta lo más específico o “micro”. Es importante comprender primero la posición y rol de la empresa dentro de un contexto global actual y futuro, para poder sobre esta base diseñar su estrategia competitiva y corporativa acorde a sus capacidades y potenciales internos y, en consecuencia, poder desarrollar los procesos de gestión que mejor responden a estos desafíos.
En este mismo sentido, el enfoque moderno debe mirar mucho más hacia el futuro en vez de estar centrado en el pasado. Una efectiva proyección de las tendencias y cambios del futuro nos permiten definir en qué dirección y hacia qué objetivos nos conviene encaminar nuestros esfuerzos.
Si nos enfocamos en empresas competitivas, que requieren poder ser rentables para poder subsistir, resulta fundamental la manera cómo una empresa logra conectarse e interactuar con su entorno competitivo.
Este entorno lo representamos básicamente por su mercado, la industria y el contexto local, nacional y mundial global.
En este entorno competitivo, una empresa cualquiera “X” enfrenta crecientes desafíos tales como enfrentar a clientes cada vez más exigentes y diversos, competidores cada vez más agresivos y numerosos, proveedores más organizados y poderosos, procesos de globalización y desintermediación de mercados, aumento creciente de alianzas y fusiones, exigencias legales y medioambientales, innovación y obsolescencia tecnológica y diversos otros factores y procesos de cambio cada vez más rápidos, complejos e inciertos.
En este contexto, la empresa debe poder desarrollar nuevas competencias y capacidades competitivas, especialmente en su visión estratégica y su gestión global, con una prominente atención a los factores clave del entorno y los escenarios futuros.
Por una parte, la empresa debe poder comprender muy bien su posición y rol en el mercado de sus productos para lograr adecuados niveles de diferenciación que permitan lograr rentabilidad, crecimiento y sustentabilidad. Se analiza en este caso la posición de la empresa entre sus rivales dentro del esquema clásico del mercado en que convergen las curvas de demanda y de oferta para tender a niveles de equilibrio. La dinámica de los cambios dificulta generalmente alcanzar el equilibrio, ya que mientras se avanza hacia éste aparecen nuevos cambios que obligan a nuevos tipos de ajuste (concepto del “desequilibrio dinámico”).
Un siguiente análisis de la empresa se hace de acuerdo al “modelo de las 5 fuerzas competitivas” de Michael Porter, en que se evalúa la posición competitiva de la empresa dentro del contexto de la industria en que ésta se sitúa. Cada una de estas “fuerzas competitivas” contienen diversos factores que pueden actuar en favor o en contra de un mayor nivel de rentabilidad y de crecimiento de la empresa. Además, estos factores permiten caracterizar a la industria en términos del tipo de dinámicas competitivas que ocurren en su interior y de su potencial para lograr rentabilidad.
En base al “modelo de las 5 fuerzas competitivas” (M5F) de Michael Porter, he desarrollado un “modelo ampliado” (MA5F) que permite reconocer, visualizar y analizar diversas otras relaciones y componentes que participan en la dinámica de una industria e influyen en el poder de negociación y en el potencial de rentabilidad y crecimiento de una “empresa X”. Algunas de estas componentes adicionales corresponden a la diferenciación entre los conceptos de compradores directos y el cliente final, la diferenciación entre sustitutos y alternativas, el efecto que tienen los participantes potenciales y el de los sustitutos y alternativas en relación con los compradores, como también, similarmente, en relación a los proveedores; el efecto de las alianzas y los complementadores; la relación e influencia de otras industrias y el análisis de los factores “PESTAL” (factores políticos, económicos, sociales, tecnológicos, ambientales y legales). Todos estos elementos dan un marco de análisis más amplio y profundo que aporta conceptos relevantes para un efectivo desarrollo estratégico de una empresa que se encuentra en la respectiva industria o que evalúa la conveniencia de entrar en esta industria.
Finalmente, se desarrollan aspectos fundamentales que conforman la “Estrategia de Océano Azul” (EOA) de los autores W. Chan Kim y Renée Mauborgne. De acuerdo a estos conceptos, la empresa toma un rol más proactivo e innovador en su relación con su entorno, logrando descubrir oportunidades estratégicas y competitivas que muchos otros no logran descubrir. Este enfoque permite pasar de una perspectiva “estructuralista” (en que se supone que la empresa no puede influir en cambios externos de importancia) a una perspectiva “reconstruccionista” (que considera que una empresa en muchos casos puede lograr cambiar las “reglas del juego” del mercado y de la industria, con la capacidad de innovar o “reinventarse” en su modelo de negocio.
Los análisis anteriores de los diversos factores competitivos de una empresa en su mercado, su industria y contexto global, hacen ver la importancia que tienen los procesos de diferenciación y creación de valor. Estos procesos deben ser una preocupación permanente y prioritaria de la empresa para evitar que sus productos y servicios se transformen paulatinamente en “commodities” de bajo margen y casi nulo aporte a la rentabilidad.
Estos procesos se relacionan con la creación de “ventajas competitivas” (VCom), concepto introducido por Michael Porter, y que corresponden a un conjunto coherente y estratégicamente organizado de atributos de los productos y servicios de una empresa y de sus características de negocio, a través del cual la empresa puede crear valor al cliente de una manera diferenciada con respecto a la competencia y en forma rentable y sustentable.
Para crear “VCom” debemos desarrollar ciertas “capacidades distintivas” mediante las cuales podemos generar valor al cliente. Estas capacidades distintivas corresponden a “lo que podemos hacer bien” y no lo puede hacer ni copiar fácilmente la competencia.
Según Michael Porter, las “VCom” pueden ser de tres tipos:
M. Porter plantea que, por lo general, estos tres tipos de “VCom” son excluyentes entre sí. Por ejemplo, se logra una mayor diferenciación con una mejor calidad y/o mejores atributos, otorgando mayores beneficios al cliente. Pero, como contrapartida, se incurre en mayores costos, gastos y/o inversiones (aunque bien el cliente estaría dispuesto a pagar un mayor precio). Es decir, según Porter, una “mayor diferenciación” tendría como consecuencia casi inevitable mayores costos globales, lo que descarta la posibilidad de poder lograr también “ventajas por bajos costos”.
Sin embargo, en los planteamientos de “Estrategia de Océano Azul” (EOA) se reconocen muchas situaciones y casos en que se puede lograr una importante diferenciación y, al mismo tiempo, una significativa reducción de costos. Por lo tanto, estos enfoques no son necesariamente excluyentes ni contrapuestos.
Las “VCom” se sustentan en 4 dimensiones principales:
Las “VCom” se pueden perder por diversos motivos (o factores de riesgo):
Debido a estos diversos motivos, la Ea debe preocuparse permanentemente de conocer, proteger y reforzar el conjunto de factores clave en que se basan sus “VCom”. Pero aún así, debido a que las “VCom” no son “eternas” y debido a que la Ea no tiene pleno control de los factores de riesgo, debe preocuparse también en paralelo y permanentemente de ir creando nuevas “VCom” en resguardo de una posible disminución o pérdida de las que posee actualmente. La “soberbia” y la “autocomplacencia” en estos casos suelen ser muy perjudiciales.
Grupos de interés vs. creación de valor:
En el enfoque moderno, la creación de valor debe entenderse no sólo para los “compradores” o “clientes”, sino también para diferentes otros “grupos de interés” (en inglés, los “stakeholders”). Estos son grupos con los que la Ea se relaciona y para los cuales el actuar de la Ea no resulta indiferente.
Se reconocen 6 “grupos de interés” de una Ea u Organización:
La Ea debe preocuparse permanentemente de cómo crear valor para cada uno de estos grupos de interés en una relación “ganar-ganar”. Hoy en día se reconoce por ejemplo que la “comunidad” tiene una creciente influencia en los niveles de éxito que pueda tener una Ea, con impactos que pueden llegar a ser altamente positivos o negativos.
Para poder lograr una gestión efectiva del conjunto de situaciones que son relevantes en una Ea, en el propósito de alcanzar su “misión, visión y valores”, es conveniente conceptualizar un “modelo de gestión global” que permita comprender sus principales componentes e interrelaciones y su interacción con el entorno.
Un concepto de entrada para la creación de este modelo, es el reconocimiento de la importancia que tienen la “misión, visión y valores” como grandes orientadores del sentido y propósito que debiera tener cualquier empresa o emprendimiento.
En este sentido, la “misión” es el sentido existencial y vocacional de qué queremos ser, cómo queremos actuar y de qué manera queremos crear valor dentro de la comunidad y dentro del entorno en el cual nos encontramos o en el cual queremos o deseamos estar. Es un “querer ser permanentemente”, aquí, ahora y siempre. Es la base y la esencia de nuestra identidad.
Sobre la base, fortaleza y convicción de nuestra “misión”, miramos hacia el futuro y creamos una “visión” que nos indica la situación futura que idealmente queremos lograr.
La “visión” es como un gran faro que nos muestra el futuro, a través del cual definimos y establecemos a dónde queremos llegar y dónde queremos estar en algún tiempo futuro de mediano o largo plazo. Debe funcionar como un potente “imán” que nos atrae hacia el futuro, creando en nosotros una fuerte motivación y compromiso de querer alcanzar cuanto antes esa “visión” que nos hemos propuesto.
La situación futura que nos planteamos en la “visión” debe ser claramente mejor en sus principales aspectos que la situación actual en la que nos encontramos. Mientras mayor resulta ser esta “brecha de valor” entre el “hoy” y el “mañana”, mayor debiera ser nuestra motivación y compromiso de quererla alcanzar.
Esta “brecha de valor” también suele llamarse “brecha estratégica”, ya que da fuerza y sentido para desarrollar e impulsar la estrategia con la que se quiere alcanzar una situación “futura” claramente mejor que la situación “actual”.
Como un refuerzo a lo anterior, y como una manera de concretar, explicitar y profundizar el sentido de la “misión”, se establecen los principales “Valores” que nos deben acompañar permanentemente en nuestro emprendimiento. Estos “Valores” corresponden a grandes “principios” relacionados al comportamiento humano e inspirados en fundamentos éticos (Nota: no confundir con los “valores” económicos y/o financieros, cuyo concepto es diferente).
Se puede decir que los «Valores» nos definen cómo queremos ser y cómo queremos actuar permanentemente como personas, como profesionales y como organización entre nosotros y frente a la comunidad, de una manera más concreta y específica, inspirándonos en principios y valores generalmente reconocidos y aceptados como grandes bienes intangibles de la convivencia social.
No basta con definir los “Valores”. Se necesita poder transformar estos “Valores” en “Virtudes”, esto es, lograr crear “hábitos cotidianos vivenciales” que evidencien el cumplimiento de estos valores en forma efectiva y coherente, transversalmente a través de todas nuestras acciones y formas de actuar. En este sentido, se debe lograr gran coherencia entre “el pensar, el decir y el actuar”, tanto a nivel de las personas como de la organización.
Sobre la base de la “misión, visión y valores” se construye la estrategia, que nos muestra el mejor camino o ruta por la que podemos avanzar para alcanzar la “Visión” que nos hemos definido, pero cumpliendo siempre con nuestra “misión y valores”.
Para lograr este propósito, la estrategia puede entenderse como un puente que permite balancear e integrar adecuadamente los contextos “externos” e “internos” de nuestra empresa, y la situación “actual” con los escenarios del “futuro”.
En función de la estrategia podemos comprender nuestros procesos de “creación de valor”. En este sentido, todo aquello que nos ayuda a avanzar de acuerdo a lo que se establece en la estrategia, puede y debe considerarse como parte del proceso de “creación de valor”. La “creación de valor” nos permite avanzar en la dirección correcta de acuerdo a nuestra “misión, visión y valores”.
Se debe reconocer que toda “creación de valor” pasa necesariamente a través de las personas y debe lograrse con las personas. En definitiva, personas altamente motivadas y comprometidas son las que más contribuyen a una gran “creación de valor” en cualquier empresa o emprendimiento. Y lo contrario también es cierto: personas mal guiadas y/o motivadas pueden ser la principal fuente de destrucción de valor.
Lo anterior centra la importancia en el “liderazgo” que necesariamente debe estar a la cabeza de todo y plenamente integrado a la “estrategia”. La “estrategia” debe ir acompañada necesariamente de “liderazgo” y, asimismo, el “liderazgo” necesita de la “estrategia”. En este sentido, la estrategia sin liderazgo no tiene sentido, ya que es el liderazgo el que potencia la motivación, el compromiso y la integración de las personas para el logro de un fin común. Pero asimismo, tampoco tiene sentido el liderazgo sin estrategia, ya que es la estrategia la que establece y clarifica cuál es el camino que conviene seguir.
Los conceptos expuestos nos permiten establecer las bases de lo que debiera representar una “Organización de Alto Desempeño” que sin duda toda empresa, organización o emprendimiento quisiera llegar a ser. En este sentido, se desarrollan 10 dimensiones que debieran constituir ios fundamentos de una “Organización de Alto Desempeño” y en que se integran aspectos “duros” y “blandos”.
Todo lo anterior sirve de base para conceptualizar un “modelo de gestión global”. Éste se inicia en el desarrollo de la “misión, visión y valores” para pasar desde allí a desarrollar un “liderazgo estratégico con visión de futuro”. Esto último, nos da suficiente “foco” para descubrir oportunidades y comprender aspectos esenciales de nuestro entorno, identificar y conocer a los “clientes” y “grupos de interés” y obtener feedback valioso de este contexto externo que permite reforzar y potenciar nuestro “liderazgo estratégico con visión de futuro”. En base a esto, podemos determinar con qué personas y tipo de organización debemos contar para llevar a cabo nuestro proyecto. A continuación, debemos estructurar los procesos que nos permiten generar el “valor” que queremos ofrecer a los “clientes” y “grupos de interés”. De la interacción con estos últimos obtenemos diversos “resultados” de los cuales podemos extraer retroalimentación que apoya nuestros procesos de evaluación, mejoramiento y aprendizaje. En todo este proceso, el “aprendizaje” termina siendo el eje principal en torno al cual giran y del cual se nutren cada una de las demás instancias en un proceso continuo de mejoramiento, crecimiento, aprendizaje y adaptación, lo que permite responder con flexibilidad y agilidad a los cambiantes desafíos del entorno.
En los tiempos actuales queda claro, cada vez con mayor contundencia, que los procesos de gestión y el “control de gestión” de poco sirven si no se enmarcan dentro de un enfoque estratégico global. En este sentido, los enfoques de “efectividad” siempre deben prevalecer por sobre los de “eficiencia”.
La estrategia crea la coherencia global de qué es lo que resulta conveniente hacer, con qué prioridades, con qué cambios y ajustes, y en base a qué recursos y capacidades para lograr avanzar en objetivos principales (que llamaremos “Macro- Objetivos” =”M/0”), los que en su conjunto nos permitirán alcanzar la “Visión” de futuro, en consistencia con nuestra “Misión” y “Valores”.
Establecemos el concepto de “Ciclos de Gestión Estratégica” (CGE) que corresponden a un conjunto de ciclos que se inician en la “Visión” y desde esta perspectiva, permiten construir el camino para llegar del “hoy” al “mañana”, balanceando el mundo externo (oportunidades, amenazas y desafíos) con el mundo interno (recursos y capacidades actuales y potenciales), estableciendo el conjunto de acciones y recursos sobre los cuales debemos actuar y “gestionar” para ser “efectivos” en el logro de los objetivos planteados. De este proceso, logramos diversos resultados de los cuales extraemos retroalimentación y “aprendizaje” que nos permiten evaluar nuestros niveles de avance, mejorar y reforzar nuestro “modelo de negocio” y revisar los niveles de efectividad de la estrategia, en su diseño e implementación. La retroalimentación también nos permite validar y reforzar nuestra “Visión” de futuro, clarificando, potenciando y/o agregando aspectos que en un comienzo no eran fáciles de visualizar o comprender.
Cada siguiente “Ciclo de Gestión Estratégica” (CGE) va “aprendiendo” sobre la base de los ciclos anteriores, haciéndose cada vez más potente y efectivo. Esto da la idea de un avance en términos de una “espiral ascendente” en que cada siguiente ciclo se nutre de los anteriores, logrando mayor amplitud y contundencia.
Dentro del “Ciclo de Gestión Estratégica” se encuentra el “Ciclo de Gestión Táctica” (CGT) que corresponde a un ciclo cerrado que se enfoca a traducir los “Macro-Objetivos” en metas y planes de acción los cuales, con la organización de recursos y capacidades, permiten lograr los resultados deseados. A diferencia de paradigmas más tradicionales, se considera que el “Ciclo de Gestión Táctica” está incluido holísticamente dentro del “Ciclo de Gestión Estratégica”, es decir, forma parte de este último. Esto hace ver que el “CGE” no puede desentenderse de todo lo que ocurre al interior del “CGT”, manteniendo su responsabilidad sobre los niveles de éxito o no-éxito del “CGT”.
Asimismo, al interior del “Ciclo de Gestión Táctica” se encuentra el “Ciclo de Gestión Operacional” (CGO) que corresponde a un ciclo cerrado que se enfoca a traducir las “Metas”, los “Planes de Acción”, los recursos y las capacidades disponibles en acciones específicas de ejecución y realización para obtener resultados concretos. El “CGO” se encuentra holísticamente incluido dentro del “CGT”, y éste a su vez, dentro del “CGE”. Por último, el “CGE” se encuentra inserto en el contexto global del entorno.
Cada uno de estos “ciclos” se cierran por la retroalimentación que se genera desde el “CGO” al “CGT” y desde éste al “CGE”. Esta retroalimentación es la que da base a los procesos de control de gestión. Además, los procesos y etapas que conforman cada ciclo están en permanente actividad e interrelación. Ellos se enlazan en forma dinámica a través del tiempo. Es decir, cada ciclo da lugar a un siguiente ciclo, en que se van avaluando y ajustando aspectos relevantes de el o los ciclos anteriores en un proceso permanente de aprendizaje, mejoramiento y adaptación.
De acuerdo a los conceptos explicados en el capítulo anterior, los “procesos de gestión” de una empresa u organización tienen relación con los tres “ciclos de gestión”: estratégico, táctico y operacional.
El sentido de los “procesos de gestión” está relacionado estrechamente con el sentido de cada uno de estos 3 ciclos de gestión y su manera de interactuar. Dentro de estos ciclos, el concepto de “control de gestión” corresponde sólo a un aspecto más específico de los “procesos de gestión” que permite verificar y evaluar su nivel de avance y efectividad, además de realizar los ajustes que resulten necesarios.
Genéricamente, el concepto de “gestión” corresponde a la capacidad de lograr objetivos y metas que se definen de acuerdo a un propósito mayor (generalmente la “Visión”). La “gestión” se puede definir como “el proceso que nos permite organizar un conjunto de acciones y recursos para lograr ciertos objetivos”.
Más específicamente, podemos definir el “control de gestión” como “el proceso que nos permite verificar y nos ayuda a asegurar que el conjunto de acciones realizadas y por realizar, y que los recursos y capacidades ya utilizados y por utilizar, son los apropiados para lograr determinados objetivos”.
A diferencia del enfoque tradicional, ésta es una definición más moderna y amplia del “control de gestión”. Se puede observar que el ámbito de acción del “control de gestión” recae no sólo sobre aspectos ya pasados y ya ocurridos, sino también en situaciones por ocurrir, proyectadas hacia delante. Este es un enfoque novedoso que amplía y potencia el sentido del “control de gestión”: no sólo se deben verificar y evaluar las acciones ya ocurridas y los recursos ya utilizados (los que en su pasado ya no se pueden cambiar), sino que pasa a ser más relevante también poder verificar e idealmente asegurar que las acciones por realizar estén bien definidas y organizadas, y que se dispone de los recursos y capacidades necesarios para los siguientes procesos de desarrollo y ejecución.
Los procesos de gestión abarcan y cubren todos los ámbitos de una empresa u organización, cualquiera sea su rubro o campo de acción, con y sin fines de lucro: gestión operacional, gestión de la calidad, gestión financiera, gestión comercial, gestión del capital humano, gestión de proyectos, gestión del riesgo, etc. Como aglutinante e integrador de todo lo anterior, se debe considerar también la gestión de la estrategia.
Cada una de estas “tipologías de gestión” cuentan con herramientas, metodologías y conceptos específicos que ayudan en el diseño e implementación de sus diversos procesos. Se observa también que existe una evolución significativa en cada una de estas “tipologías”, en términos de mejorar sus herramientas, procesos y metodologías, además de profundizar sus conceptos como temas de especialidad.
Pero aún falta entre éstas una mejor integración transversal y global.
Cada vez más se reconoce la necesidad de interrelacionar de mejor manera, en forma más coherente y efectiva, estas diferentes “tipologías de gestión”. Es aquí donde la estrategia pasa a tomar un rol integrador de gran importancia.
Podemos definir que la “estrategia” es un conjunto coherente y organizado de directrices, políticas, criterios, objetivos, metas, iniciativas, proyectos y planes de acción que nos permiten alcanzar de una manera deseablemente efectiva nuestra visión del futuro o algún objetivo principal, cumpliendo además con nuestra misión y valores.
Muchas empresas y organizaciones creen ya haber hecho lo suficiente en relación a la estrategia. Sin embargo, la realidad está muy distante de poder validar este tipo de creencias. En algunos casos, se efectúan reuniones de fin de año, en que “con suerte” se discuten temas estratégicos. Se levanta un acta de las principales conclusiones, muy bien resumido, que luego se distribuye a principales ejecutivos y se archiva, después de lo cual nadie más vuelve a tratar estos temas en los meses siguientes.
En Estados Unidos se realizó hace algunos pocos años un gran estudio para evaluar la efectividad de la estrategia en empresas grandes y bien organizadas de diferentes rubros. El estudio se hizo en dos etapas, al inicio y al final de un mismo año. Al inicio, se determinó cuáles empresas contaban, según su propia opinión, con estrategias bien definidas y conceptuadas. Sólo para estas empresas se analizó al final del año cual había sido el nivel de éxito de sus estrategias. Se descubrió el sorprendente resultado que sólo un 10% de estas empresas consideraban, según su propia opinión, que habían logrado éxito con sus estrategias. Las otras 90% consideraban que habían fallado.
Esta situación se repite de igual o peor modo en muchas otras empresas y organizaciones y quizás más desfavorablemente en otros países menos desarrollados.
Podemos entonces concluir que no basta con “tener una estrategia”, sino que lo relevante es llegar a tener una “buena estrategia”, que nos permita avanzar efectivamente en la dirección correcta.
También podemos concluir que las estrategias fallan, no sólo por una incorrecta definición de la estrategia (aunque esto en sí mismo ya es un gran desafío), sino mucho más por sus deficientes procesos de implementación. Otro importante motivo de fallas de la estrategia se debe a deficientes niveles de liderazgo.
Existe una gran diversidad de factores y motivos que hacen que la implementación de una estrategia pueda fracasar (más allá de disponer inicialmente de un excelente diseño y formulación de la estrategia):
En resumen y en términos más globales, las estrategias pueden fallar principalmente por problemas de liderazgo, de diseño estratégico y/o de implementación.
Por lo tanto, es necesario lograr una efectiva “gestión de la estrategia”, idealmente a través del “Ciclo de Gestión Estratégica” (CGE), para mejorar y potenciar sus posibilidades de éxito, lo que se debe lograr a través de todas las personas y áreas, también con una efectiva integración de los “Ciclos de Gestión Táctica” (CGT) y “Ciclos de Gestión Operacional” (CGO).
Gestión Tradicional vs. Gestión Estratégica:
Existen múltiples paradigmas y aspectos que se relacionan con un “enfoque degestión tradicional” (EGT). que es un conjunto de conceptos y prácticas de gestión que provienen significativamente de la “era industrial”, pero que son cada vez menos efectivos y más cuestionables para aplicar en nuestros tiempos en que predomina la
“gestión del conocimiento” y una vertiginosa aceleración en las dinámicas del cambio en un mundo más complejo, incierto y globalizado.
Muy por sobre este “enfogue de gestión tradicional”, las empresas requieren poder adoptar un “enfogue de gestión estratégica” (EGE) de mayor efectividad y en un sentido más moderno, en que se replantean y cambian paradigmas y conceptos más tradicionales.
Algunas de las características del “enfogue de gestión tradicional” (EGT)” son:
Con estas características quiero plantear una situación que muchos podrían considerar un tanto extrema, pero que reúne muchos aspectos que de uno u otro modo están presente en muchas empresas y organizaciones que aún se manejan en un enfoque de “gestión tradicional”.
En contraposición al “enfoque de gestión tradicional” (EGT) está el “enfoque degestión moderna” o “enfoque de gestión estratégica” (EGE) que mejora y revierte muchas de las debilidades, paradigmas y dificultades del enfoque anterior:
También en este caso algunos podrían considerar que éstas son características exageradamente positivas. Sin embargo, no hay razones para pensar que no puedan ser reales y alcanzables. Debieran ser posibles lograr según esto y mucho más. Es deseable y urgente poder crear la “visión de un mundo al cual todos quisieran pertenecer” que es la clave de un liderazgo transformacional que puede ser asumido por los Directores y por todas las personas de una empresa u organización.
El “Balanced Scorecard” (BSC) es un concepto que, actualmente, debe entenderse como un “modelo de gestión estratégica integral”, a diferencia del “Cuadro de Mando Integral” ÍCMh que es una herramienta que se puede aplicar dentro de este modelo. Tanto el “BSC” como el “CMI” fueron creados y desarrollados originalmente por los profesores de la Universidad de Harvard Robert Kaplan y David Norton.
En la década de los noventa, Kaplan y Norton observaron que las empresas en general realizaban su gestión con un enfoque principalmente centrado en conceptos y variables contables y financieras, las que sin embargo no lograban explicar suficientemente diversas situaciones de éxito y fracaso de las empresas.
Mucho menos, estas variables contables y financieras no lograban predecir con mayor efectividad situaciones venideras que podían incidir significativamente en los niveles de éxito y fracaso. Había por lo tanto otras variables y factores más allá del ámbito estrictamente financiero, que permitirían mejorar substancialmente la comprensión y seguimiento de factores claves y mejorar la capacidad predictiva.
En el año 1992, Kaplan y Norton desarrollaron una serie de iniciativas y proyectos en empresas de diferentes rubros para diseñar, agregar y evaluar diversos indicadores no-financieros como complemento a los indicadores financieros. Con esto, lograron una comprensión mucho más coherente de los diversos factores clave que interactúan en el conjunto de procesos y estructuras de una empresa y su interrelación con su entorno. Además, los indicadores no-financieros representaban una mejor base para analizar desempeños actuales y para proyectar y evaluar escenarios y situaciones futuras, permitiendo mejorar la capacidad predictiva.
Muchas empresas y organizaciones adoptaron estos nuevos conceptos. En 1996, Kaplan y Norton plantearon la conveniencia de lograr un conocimiento, visión y manejo coherente del conjunto de indicadores financieros y no-financieros, creando el concepto del “Cuadro de Mando Integral” (CMI) con el cual hoy en día se identifica típicamente el BSC. El “CMI” toma el concepto de lo que es un “Tablero de Control” en un avión comercial, en el que el conjunto de instrumentos dan cuenta de diversos factores clave en relación al vuelo. En este sentido, el “CMI” es una herramienta que permite ver con un “golpe de vista” lo esencial de cómo va la marcha de la empresa a través de sus diversos indicadores financieros y no-financieros, los que además se vinculan con los principales objetivos estratégicos de la empresa para dar cuenta de su nivel de avance, y con las iniciativas y planes de acción que permiten generar este avance, todo esto dentro de un enfoque estratégico coherente e integrador.
Dentro del “CMI”, los indicadores financieros y no-financieros se traducen en mediciones reales que se comparan con metas establecidas para cada período. Estas comparaciones dan lugar a porcentajes de cumplimiento, los que se expresan típicamente en lo que se conoce como “semáforos”, esto es, colores en verde, amarillo y rojo según rangos porcentuales en relación a cada meta. También considero importante agregar el color “celeste” para destacar los casos de “sobrecumplimiento”, los que merecen ser analizados en forma especial (ya sea que se fijaron metas muy débiles o que se está frente a algún potencial insospechado que conviene investigar).
Los “CMI” han llegado a ser una potente herramienta de gestión en muchas empresas y organizaciones a nivel mundial.
Sin embargo, Kaplan y Norton se dieron cuenta que en muchos casos, el “CMI” por sí sólo no aseguraba buenos niveles de éxito o una efectiva gestión. El “CMI” permitía responder a una cierta estrategia, pero esta estrategia no era necesariamente una buena estrategia. Era necesario ir más allá del mismo “CMI” y tomar parte más profundamente en el diseño de la estrategia, para mejorar su efectividad.
Por otro lado, también se observó que muchos fracasos de estrategias, se debían a una mala implementación.
Lo anterior, indujo a Kaplan y Norton a partir del año 2000 a centrarse con creciente énfasis en aspectos relacionados con el diseño y desarrollo de la estrategia. Con este enfoque, crearon en el año 2004 el concepto y herramienta del “Mapa deEstrategia” (MdE) que permite comprender de una manera integrada y coherente los aspectos esenciales que conforman una estrategia, permitiendo visualizar el conjunto de sus objetivos estratégicos o “Macro-Objetivos” (M/O) y sus interrelaciones de causa y efecto.
Hoy en día, el “Balanced Scorecard” (BSC) pasa a ser un modelo de gestión estratégica integral de una empresa, organización o unidad estratégica de negocio, que permite lograr en forma efectiva un diseño y adaptación dinámica de la estrategia, según un balance de contextos «externos» vs. «internos», y «actuales» vs. «futuros». Permite, además, la transformación de esta estrategia en planes de acción coherentes y la obtención de resultados concretos, todo esto de acuerdo a una declaración de misión, visión y valores acordados previamente. En las diferentes etapas de este proceso se genera feedback a nivel estratégico, táctico y operacional, que permite activar procesos de evaluación y aprendizaje que contribuyen a procesos de mejoramiento, ajuste y adaptación de la estrategia en forma dinámica y permanente.
En este enfoque moderno, el “Balanced Scorecard” (BSC) debe entenderse como un modelo de gestión integral, mientras que el “Cuadro de Mando Integral” (CMI) representa una herramienta de gran importancia dentro de este concepto, del mismo modo como lo son también los “Indicadores Estratégicos de Gestión” (IEG) y el “Mapa de Estrategia” (MdE), todos ellos de gran utilidad. Esto se contrapone a un enfoque más común en que el “Balanced Scorecard” se considera como sinónimo del “Cuadro de Mando Integral” (CMI).
No obstante la claridad conceptual que se pueda tener del “BSC”, muchas veces su puesta en escena ha adolecido de diversos e importantes errores en su desarrollo e implementación.
Muchos de estos errores se deben a un exceso de presión y ansiedad de querer llegar muy rápido a la obtención de resultados tangibles y visibles, con metas ambiciosas y demasiado estrechas para lograrlo. Esto conlleva a “saltarse” procesos y etapas que son de gran importancia de realizar en forma correcta y efectiva, sin las cuales se hace muy improbable llegar a tener éxito.
Para facilitar esta tarea, he creado el “Modelo Caracol”®, de 5 etapas, paradesarrollar el BSC». Estas 5 etapas corresponden a:
Opcionalmente, el concepto asociado a cada etapa se podría expresar en un “doble-concepto”:
Estas 5 etapas y conceptos representan un desdoblamiento del concepto principal y más global de “Gestión Estratégica”. En este sentido, la “Planificación Estratégica” corresponde sólo a uno de los 5 conceptos que conforman la “Gestión Estratégica”.
A su vez, cada una de estas etapas se subdividen en varias subetapas que dan un sentido de “road-map” o “mapa caminero” para avanzar por el camino correcto. Estas subetapas se detallan y explican a través del “Modelo Caracol”®.
En un inicio, el desarrollo es relativamente secuencial, pasando de una etapa a la siguiente. Pero muy pronto pasa a ser un “proceso cíclico en espiral ascendente”, en que las etapas interactúan mutuamente y en que cada ciclo se amplía, profundiza y refuerza en base a la experiencia y aprendizaje del ciclo anterior (inferior), y así sucesivamente como una especie de embudo abierto hacia arriba.
Una vez iniciado el desarrollo del “BSC”, este proceso nunca más debiera detenerse. Al contrario, cada vez más debe crecer sobre sí mismo y autoreforzarse, haciendo del “BSC” un proceso de permanente aprendizaje, mejoramiento, innovación y creación de valor. De este concepto “en espiral creciente” proviene el nombre de “caracol” (que no debe confundirse con la “lentitud” con que se traslada este pequeño molusco).
El “Modelo Caracol”® de 5 etapas para desarrollar el BSC», es aplicable tanto en empresas u organizaciones que recién inician el desarrollo del BSC como también en aquellas que se encuentran en cualquier nivel intermedio de su desarrollo, tanto en empresas u organizaciones privadas o públicas, con o sin fines de lucro.
Tradicionalmente ha existido la creencia que una persona que se desempeña como director, gerente o ejecutivo en un cargo de alto nivel jerárquico, sólo debe tener un visión estratégica con gran amplitud transversal y temporal, sin llegar a ser parte de su competencia el poder comprender y adentrarse en aspectos tácticos y operacionales.
Hoy en día, esta creencia se está replanteando cada vez más con el concepto de “gestión en T” en que se plantea que una persona ejecutiva de cualquier nivel debe tener al mismo tiempo una visión estratégica y transversal amplia (la “línea horizontal” de la “T”) y, al mismo tiempo, tener la capacidad y competencias necesarias para poder bajar y penetrar en profundidades en los ámbitos tácticos y operacionales (la “línea vertical” de la “T”) cada vez que esto resulte necesario (y demasiadas veces es necesario). En este sentido, las personas con funciones y/o cargos de nivel “estratégico” no deben ni pueden desentenderse de lo que ocurre en los niveles “táctico” y “operacional”, ya que estos últimos inciden significativamente en los resultados y posibilidades de éxito de la estrategia.
Lo anterior plantea un importante cambio de paradigma, que modifica el enfoque tradicional: los niveles estratégico, táctico y operacional no deben entenderse como “capas” sobrepuestas una encima de la otra, sino como conceptos holísticos envolventes uno dentro de otro, en que el ámbito estratégico envuelve y encierra dentro de sí al ámbito táctico, y este último envuelve y encierra dentro de sí al ámbito operacional. Esto hace que todo lo que ocurra en el ámbito operacional, incide e impacta en su ámbito envolvente mayor, en este caso el táctico. A su vez, el ámbito táctico, incide e impacta en su ámbito envolvente mayor, que es el estratégico. Por extensión, este último impacta su ámbito mayor que es en contexto externo o entorno de la empresa u organización.
Además, las interrelaciones entre estos ámbitos no son “lineales” o “secuenciales” sino “cíclicos”, debido a sus procesos de retroalimentación. Todo esto crea consecuentemente el concepto de una integración coherente y holística del ciclo estratégico, táctico y operacional.
Uno de los conceptos más destacados desarrollados por Kaplan y Norton en el BSC es el de las “cuatro perspectivas estratégicas”, las que se integran por medio de relaciones de causa y efecto para conformar la estrategia. Estas se explican como sigue:
De acuerdo a estos conceptos, cada uno de los objetivos estratégicos o “Macro- Objetivos” (M/O) se debe posicionar dentro de una de estas 4 perspectivas, según su naturaleza y tipo de impacto.
De este modo, aquellos “M/O” que explican o impactan directamente a los resultados finales y globales de la empresa, y que son los que esperan los accionistas o mandantes, se ubican en la “Perspectiva Financiera (o del Mandante)” (P1). Cabe hacer notar que estos resultados no son sólo de tipo “financiero”, sino que incluyen diversos otros tipos de resultados globales, como por ejemplo, volúmenes de venta, tasas de crecimiento y participación de mercado.
En la “Perspectiva de Clientes v Mercado” (P2) se ubican todos aquellos “M/O” que generan un resultado o impacto que es percibido por los clientes y que incide en el “valor” que la empresa genera para éstos (Nota: en este caso, el “valor” tiene relación con el “beneficio” que percibe el cliente; no tiene la connotación del “valor” en los conceptos de “misión, visión y valores” que en este último caso se refiere a valores relacionados con actitudes y comportamientos de las personas, como por ejemplo, la honestidad y la responsabilidad). En esta perspectiva se incluyen los “M/O” que se relacionan con la generación o producción de la “propuesta de valor a los clientes”, la que comprende aspectos tangibles, semitangibles e intangibles que conforman el “producto” o “output” de la empresa (nota: se usa el concepto genérico de “producto”, que incluye el concepto del “servicio” y de los “intangibles” tales como la “confianza”, la “imagen” y el “valor de marca”).
En la “Perspectiva de los Procesos Internos” (P3) se ubican todos aquellos “M/O” que permiten producir o generar las diversas componentes que pasan a formar parte de la “propuesta de valor al cliente” pero que el cliente no percibe directamente. Estos “M/O” inciden e impactan en el conjunto de procesos internos que permiten “producir” lo que finalmente se ofrece y entrega al cliente. Aquí también se incluyen a todos los proveedores que se relacionan con estos procesos. Por ejemplo, la realización de un “estudio de mercado” corresponde a esta perspectiva, ya que no es algo que el cliente percibe como un impacto directo en sus beneficios, más allá que ese “estudio de mercado” pueda ayudar a descubrir nuevas oportunidades para crear valor al cliente.
Por último, en la “Perspectiva de Aprendizaje v Crecimiento” (P4) se ubican todos aquellos “M/O” que permiten analizar, evaluar y potenciar el nivel de desempeño, efectividad, avance y cumplimiento que se pueda lograr en las tres perspectivas anteriores. Se enfoca en detectar oportunidades de mejoramiento e innovación e identificar desafíos y amenazas, frente a los cuales se debe actuar con agilidad y proactividad, para realizar los ajustes y cambios que resulten ser necesarios. Esta es la base para un proceso permanente de aprendizaje y crecimiento, creando la capacidad de poder ajustarse y adaptarse frente a los cambios externos e internos, actuales y futuros.
En resumen, se puede decir que las perspectivas P1 y P2 son las que cumplen con la entrega de valor a los “mandantes” y a los “clientes”, siendo los “mandantes” y los “clientes” los que requieren o solicitan la entrega de valor por parte de la empresa.
Por otro lado, las perspectivas P3 y P4 son las que generan el valor para poder cumplir con lo que requieren o solicitan los “mandantes” y los “clientes”. Se puede decir que P3 es el “motor que produce valor” y P4 es el “motor del cambio o capacidad adaptativa” que determina los ajustes que hay que hacer en P3 para poder responder de mejor manera a las necesidades de los mandantes y los clientes. Sin la acción de P4, habría una inercia en P3 de seguir haciendo siempre lo mismo.
Se pueden reconocer diversas relaciones de causa y efecto que van desde abajo hacia arriba”, esto es, desde P4 a P3, de P3 a P2 y de P2 a P1. Sin embargo, estas relaciones se deben construir desde arriba hacia abajo, ya que se debe partir siempre del gran propósito global de lo que se quiere lograr (respondiendo a las preguntas “¿Para qué?” y “¿Para quién?”), lo que se inicia con las declaraciones de “misión, visión y valores”. De este modo, para lograr “éxito financiero” en P1 (cumplir con lo que quieren los mandantes, que empieza con la “misión, visión y valores”) debemos poder “satisfacer a los clientes” en P2, creándoles valor según lo que ellos desean y necesitan. Asimismo, para poder “satisfacer a los clientes” en P2, creándoles valor, debemos poder contar con los “procesos internos” (P3) que nos permitan producir lo que los clientes (y también los mandantes) desean y necesitan. Por último, para que los “procesos internos” (P3) sean realmente apropiados y se ajusten a lo que los mandantes y clientes desean y necesitan, es necesario contar con la capacidad de “aprendizaje y crecimiento” (P4) que nos orienta en relación a las adaptaciones y cambios que se deben realizar.
Se atribuye una importancia cada vez más significativa a la perspectiva de “aprendizaje y crecimiento” (P4) en su contribución a la creación de valor, por medio de lo que se denomina el “Capital Intangible” de la empresa. Se observa una estrecha correlación entre el nivel de desarrollo del “Capital Intangible” y el nivel de éxito que pueden llegar a tener las empresas. Además, desde el punto de vista de las “ventajas competitivas” de una empresa y de la sustentabilidad de éstas, el “Capital Intangible” es el que resulta más difícil de crear y de copiar por parte de las empresas de la competencia. El “Capital Intangible” lo conforman el “Capital Humano”, el “Capital deInformación v Conocimiento” y el “Capital Cultural v Organizacional”. los que se interrelacionan entre sí.
Una empresa puede crear y desarrollar una gran diversidad de “objetivosestratégicos” gue. en su conjunto, contribuyen a alcanzar la “Visión”, junto con cumplir con la “Misión” y los “Valores”.
Esta diversidad de “objetivos estratégicos”, para poder gestionarlos con mayor efectividad, se deben refundir y consolidar en un grupo de (recomendablemente) entre 25 a 35 “Macro-Objetivos” (M/O).
Los “Macro-Obietivos” (M/Q’s) corresponden a objetivos o propósitos principales, que en su conjunto permiten representar y explicar la estrategia global de una empresa u organización, explicándose para cada «Macro-Objetivo» su sentido y propósito dentro de un contexto más global y aportando cada M/O un enfoque más profundo y específico sobre un determinado aspecto que resulta relevante como parte de la estrategia global.
Se puede decir que, en su conjunto, los “M/O’s” y sus interrelaciones de causa y efecto permiten comprender la estrategia global de una empresa u organización.
Cabe considerar que un «M/O» no es lo mismo que una «Meta» y no debe confundirse con ésta. Un «M/O» es mucho más amplio y profundo, dando una explicación contextual de su sentido y propósito. En cambio, una «Meta» sólo representa un determinado «hito» que se debe alcanzar. Desde un “M/O” se pueden derivar una o varias “Metas” que son más específicas y que se espera que se puedan traducir en “resultados concretos”.
Desarrollo de Macro-Objetivos.
Existen diversos enfoques, procedimientos y herramientas que ayudan a definir y desarrollar los M/O’s. Se recomienda combinar la aplicación de varios de éstos para mejorar y potenciar la creación y definición de los M/O’s. En todo caso, se requiere de muchas iteraciones y de una profunda maduración en cada etapa de avance, para poder llegar finalmente a un buen conjunto de «M/O’s» con los que se logra representar los principales aspectos de la estrategia.
Es importante que estos análisis se realicen con un enfoque amplio de mediano y largo plazo y siempre de acuerdo a un enfoque sistèmico. Se debe lograr un buen balance entre los ámbitos externo vs. interno, y actual vs. futuro.
Entre los procedimientos más recurrentes, está el análisis FODA, concepto desarrollado por Michael Porter de la Universidad de Harvard, que permite determinar las fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas de la empresa como un todo sistèmico dentro de su contexto externo, actual y futuro, representado por el mercado, la industria y el mundo globalizado. Cada uno de los argumentos obtenidos con este análisis, o muchas veces una combinación de algunos de estos argumentos similares o relacionados, permiten definir eventualmente algún M/O.
Este procedimiento se puede enriquecer aún más, si se realiza el análisis FODA separadamente sobre cada una de las cuatro perspectivas del BSC (aunque siempre conviene empezar con un “FODA global” de la empresa, para no desenfocarse de sus aspectos globales). Si la empresa cuenta con varias unidades o líneas de negocio, conviene también aplicar este análisis separadamente a cada una de ellas, pero integrando luego estos análisis en un enfoque corporativo.
Otro procedimiento corresponde a la aplicación del “Modelo de Calidad Malcom Baldrige” creado por el gobierno de Estados Unidos en los años 80 para hacer frente a la creciente importación y competencia de los productos asiáticos. Este modelo presenta 7 dimensiones de análisis de una empresa u organización, que corresponden a dimensiones principales de su estrategia. Cada una de estas dimensiones se descompone en dos niveles de componentes y sub-componentes que permiten crear focos de análisis, los que permiten asignar puntuaciones de 1 a 5 según su nivel de desarrollo y efectividad actual. Con esto se determinan brechas de mejoramiento que se pueden traducir o vincular a la definición de los M/O’s.
Otro procedimiento es usar el modelo “EPTAR”® de gestión global, que desarrollé en los últimos años como una manera de ampliar y profundizar el concepto de las 4 perspectivas del BSC. Este modelo, conocido también como 8 x 5, se abre en 8 perspectivas y en 5 dimensiones (las 5 letras de “EPTAR”), con lo cual se generan 40 focos de análisis estratégico que dan gran cobertura y profundidad a este análisis y del cual se puede obtener una gran diversidad de argumentos, sobre cuya base se pueden crear y definir los M/O’s. El análisis se profundiza aún más, si en cada uno de los 40 focos se aplica un análisis FODA.
Existen diversos otros procedimientos, modelos y herramientas que pueden ayudar a este propósito. Cabe señalar que, como resultado de este proceso, el número de los M/O’s a obtener debiera fluctuar entre 25 y máximo 35. Una cantidad mayor hace difícil la comprensión y gestión de estos M/O’s, con un riesgo potencial de perder el foco en términos de lo que resulta ser más relevante.
Conviene construir una “Ficha de M/O” para cada uno de los M/O’s en que se explique con claridad su sentido y propósito, su alcance, su relación con otros M/O’s y cómo contribuye a crear valor, dentro del contexto estratégico global.
En este sentido, también he desarrollado la herramienta «Base de Integración deMacro-Qbietivos. Iniciativas y Provectos Estratégicos» (BI-MQIPE). que permite explicar, organizar e integrar de un modo coherente, interactivo y dinámico todas las componentes y aspectos relevantes que conforman la estrategia global de una empresa u organización.
Nota: La “BI-MQIPE “ es una herramienta, desarrollada en Excel y Macros, que permite explicar, organizar e integrar de un modo coherente, interactivo y dinámico todas las componentes y aspectos relevantes que conforman la estrategia global de una empresa u organización. Muestra todos los aspectos principales que conforman la estrategia y las diversas interrelaciones entre estos aspectos, incluyendo el «Mapa de Estrategia» (MdE), los «Macro-Objetivos» (M/O’s), las «Iniciativas y Proyectos Estratégicos (IPE’s), las «Relaciones de Causa y Efecto» (Rel.CE), los «Focos de Desarrollo Estratégico» (FDE), etc. Permite alcanzar una comprensión profunda de la estrategia y de sus múltiples interrelaciones, con un enfoque sistèmico, coherente e integral. Permite realizar cambios, ajustes y agregaciones en forma dinámica. Facilita el diseño de la estrategia y su posterior mejoramiento y adaptación. Sirve como instancia de consulta a los usuarios, favoreciendo en ellos un mayor nivel de empoderamiento y alineación estratégica.
Relaciones de causa v efecto.
Existen diversas relaciones de causa y efecto entre los M/O, por medio de las cuales un M/O puede influir en uno o más de los otros M/O’s.
Por medio de estas relaciones, el nivel de avance y de éxito o no-éxito en alguno de los M/O’s influye e impacta positiva o negativamente en los niveles de avance y de éxito en uno o varios otros M/O’s.
En esta cadena de relaciones de causa y efecto, todos los M/O’s contribuyen en forma directa o indirecta al cumplimiento y logro de la «misión, visión y valores» de la empresa. Debe tenerse en cuenta que, generalmente, los impactos por relaciones de causa y efecto entre los M/Ó’s no ocurren en forma inmediata, sino con ciertos rezagos en el tiempo. Esto hace a veces más difícil comprender y tangibilizar estas relaciones.
Resulta conveniente construir una “Matriz de relaciones de causa v efecto entreM/O’s”. que permite explicar todas las relaciones de mayor importancia entre los M/O’s. En definitiva, se obtiene una “red de relaciones de causa y efecto” entre todos los M/O’s. Cualquier M/O debiera tener al menos una relación de salida (“cómo influye en otros M/O’s”) y otra de entrada (“cómo es influenciado por otros M/O’s”).
El «Mapa de Estrategia» (MdE).
El «Mapa de Estrategia» (MdE) es una representación gráfica y esquematizada de la estrategia global de la empresa. Permite visualizar con un “golpe de vista” el conjunto de M/O’s que conforman la estrategia, además de sus relaciones de causa y efecto, con la distribución de cada uno de los M/O’s según alguna de las 4 perspectivas del BSC.
Se utiliza un “gráfico”, “esquema” o “mapa mental” en vez de un texto, por ser la mejor forma de describir, integrar y transmitir un concepto, especialmente cuando éste (que es la estrategia) es por lo general abstracto y complejo.
El «Mapa de Estrategia» (MdE) es una herramienta de gran importancia, ya que contribuye en forma significativa a lograr una formulación clara y coherente de la estrategia global, facilitando la visualización de sus principales componentes e interrelaciones, esto es, los M/O’s y sus relaciones de causa y efecto.
Como características principales del «MdE » podemos destacar:
ESTRATEGIA de la empresa, permitiendo conocer sus principales desafíos para un corto, mediano y largo plazo.
Los indicadores de gestión son relaciones métricas cuantitativas que permiten medir el desempeño de una variable respecto de otras, “indicando” un estado presente o situaciones de cambio de esta relación.
Los indicadores de gestión miden el desempeño de una variable en un instante preciso, por lo que una sola medición tiene sólo una importancia relativa. Lo importante es generar los indicadores periódicamente para analizar sus tendencias, que es lo verdaderamente importante.
Es altamente conveniente utilizar gráficos para visualizar la tendencia de los indicadores en el transcurso del tiempo. Y mucho más, si estos gráficos facilitan la comparación entre diferentes indicadores, permitiendo evaluar su correlación, es decir, cómo interactúan entre ellos (relaciones de “causa-efecto”).
Una empresa puede tener una gran diversidad de indicadores de gestión. Una gran parte de éstos, se utilizan para medir, analizar y evaluar los niveles de calidad de los productos y servicios, como asimismo, el desempeño de los procesos y de las áreas funcionales.
Este tipo de indicadores los llamaremos “Indicadores Operacionales de Gestión”(IOG). Muchas veces se los conoce también como “KPI’s” (en inglés: “Key Performance Indicators”).
Existe un grupo más reducido y selecto de indicadores que cumplen una finalidad más específica, esto es, poder determinar y hacer seguimiento del nivel de avance que se pueda tener en relación a lo que se plantea alcanzar en uno o varios M/O’s.
A este último tipo de indicadores los llamaremos “Indicadores Estratégicos deGestión” (IEG). Su naturaleza, en muchos aspectos, es distinta a la de los “IOG”. Algunas de sus características son las siguientes:
A cada M/O se puede asociar uno o más “IEG” para dar cuenta de su nivel de avance. Además, el mismo concepto dimensional del “IEG” sirve de base para definir “Metas de Avance Estratégico” (MAE), las que se pueden definir en forma escalonada y con crecientes niveles de exigencia a través de varios períodos proyectados, por ejemplo, considerando períodos mensuales o trimestrales.
No siempre resulta fácil o evidente poder determinar cuál podría ser un buen indicador para un determinado M/O. En muchos casos, se desarrollan “lEG’s” para los que se comprueba finalmente que no cumplen bien con este propósito. Esto se debe a que generalmente un M/O persigue una finalidad o propósito que es relativamente amplio en su sentido estratégico y que permite avanzar a través de distintos tipos de iniciativas que en su conjunto contribuyen a lograr dicho propósito. Es por eso que, en muchos casos, se necesitan dos o más “IEG” para poder explicar los niveles de avance de un determinado M/O.
Por ejemplo, si el M/O fuera “Maximizar el nivel de satisfacción de los clientes”, los “IEG” a considerar podrían diseñarse en base a: a) Encuesta de satisfacción a una muestra selectiva de clientes; b) Cantidad de reclamos recibidos durante un mes, clasificados por rangos de gravedad; c) Cantidad de devolución de productos, clasificados según motivo. Aún así, estos conceptos podrían no explicar plenamente el nivel de satisfacción de los clientes, siendo necesarios pero no suficientes. Se podrían agregar otros conceptos como por ejemplo, si el cliente hace compras reiteradas, cómo evalúa el servicio de postventa, cuántos clientes nuevos llegan por recomendación de otros clientes, cuál es su percepción de imagen, si compra o no productos de la competencia, etc.
Lo anterior demuestra que la determinación y desarrollo de los “lEG’s” puede llegar a ser en muchos casos una tarea bastante compleja, pero no por eso menos necesaria e importante. Es fundamental poder medir, cuantificar y saber si estamos realmente avanzando en la dirección correcta con cada uno de los M/O’s.
Para lograr efectividad en el diseño de los “lEG’s” se requiere conocer en profundidad lo que se quiere lograr con cada M/O y cuál es la diversidad de conceptos que se relacionan a éste. Aún así, esta tarea puede no ser fácil. En la mayoría de los casos, los “lEG’s” deben ser diseñados como un “traje a la medida” y no basta con algunos pocos criterios genéricos.
Resulta interesante reconocer que el diseño de algunos “lEG’s” puede provenir directamente de las iniciativas y proyectos de creación de valor que se desarrollan para lograr avances en los M/O’s. En este caso, los “lEG’s” se diseñan en función de:
En este último planteamiento, los “lEG’s” tendrán necesariamente una vigencia o duración limitada, que equivale a la duración del desarrollo de cada proyecto o iniciativa. Esto obligaría a obtener un “IEG” consolidado para cada M/O, mediante la ponderación y composición de los “IEG” de los diferentes proyectos o iniciativas que contribuyen en el avance de dicho M/O.
Otro grupo importante de “indicadores estratégicos” que se deben considerar son los que provienen del “contexto externo” de la empresa, sobre los que la empresa generalmente no puede influir pero que son de gran relevancia en los resultados y nivel de éxito de la empresa. A estos los llamaremos “Indicadores EstratégicosExternos” (IEE) los que, debido a su importancia, deben ser monitoreados y analizados en forma frecuente y sistemática. Estos “IEE” pasan a formar parte de un “Sistema de Vigilancia Estratégico v Comercial” (SVEC) con que la empresa debe explorar y monitorear en forma sistemática y estructurada los aspectos más relevantes de su contexto externo.
El “Cuadro de Mando Integral” (CMI) es una herramienta de gestión que permite verificar y evaluar el desempeño integral de una empresa u organización de una forma rápida, coherente, sistemática y comprensiva, es decir, un sistema de medición del rendimiento no sólo del pasado, sino también que impulsa el rendimiento actual y futuro, traduciéndose en una pieza fundamental de un “modelo integral de gestión estratégica”, conocido como “Balanced Scorecard” (BSC), en donde se establecen objetivos, indicadores, metas y planes de acción para alcanzar, en definitiva, la Visión de la organización, cumpliendo además con su Misión y los Valores establecidos.
Con cierta frecuencia ocurre que en algunas empresas se decide emprender el desafío de iniciar el desarrollo del BSC. Al tener la creencia que BSC es lo mismo que el “Cuadro de Mando Integral” (CMI). se enfocan directamente en esta última tarea. Averiguan si existe algún software que permita manejar esto o hacen su propio diseño sistèmico. Generalmente deciden insertar en este CMI varios de los muchos indicadores ya existentes, ya que consideran que no tiene sentido desarrollar nuevos indicadores cuando ya disponen de una gran cantidad de éstos. En la mayoría de los casos que toman este camino, el intento termina siendo una gran fracaso y frustración, ya que no se logra la utilidad práctica que se esperaba. Al menos, no para apoyar una efectiva “gestión de la estrategia”, en un enfoque más global.
Esta experiencia negativa hace que estas empresas difícilmente estén dispuestas a realizar un nuevo intento en este sentido, mostrándose muy escépticas al respecto.
¿Qué condujo entonces a este mal resultado?
Son varios los factores que explican este desenlace, pero principalmente:
Considerando el “Modelo caracol de 5 etapas para desarrollar el BSC” del capítulo 3.2, el diseño y desarrollo del CMI debe iniciarse recién después de haber avanzado y madurado convenientemente las etapas y subetapas previas definidas por este modelo.
En primer lugar, la “Etapa-1” debe estar bien resuelta, al menos en términos de una buena primera versión, incluyendo el desarrollo del “Mapa de Estrategia” (MdE).
En segundo lugar, antes de iniciar el diseño o desarrollo de un CMI resulta conveniente realizar un contundente desarrollo de al menos un primer grupo significativo de “lEG’s”, habiendo logrado obtener “en terreno” suficientes pruebas que permitan validar su efectividad. Este proceso requiere de reiterados intentos de mejoramiento, rediseños y maduración.
Una vez logrado lo anterior, se podría dar inicio al diseño de un CMI. Sin embargo, aún resulta recomendable enfocarse primero en el desarrollo y ejecución de algunas iniciativas y proyectos estratégicos, de impacto relevante.
Además, resulta conveniente instaurar cuanto antes el concepto del “Ciclo deGestión Estratégica” (CGE) ya que será ésta realmente la instancia que permita alinear e integrar todos los procesos del desarrollo de la estrategia y de la implementación del BSC. La instauración del “CGE” puede hacerse desde la primera subetapas del “Modelo caracol de 5 etapas”.
Logrado lo anterior, resulta conveniente iniciar el diseño y desarrollo de un CMI, al menos en una primera versión básica, que posteriormente se puede ir mejorando y potenciando gradualmente con diversas funcionalidades adicionales.
Al diseñar un CMI, la empresa debe medir aquellos pocos objetivos fundamentales que representan su estrategia global, los que denominamos “Macro- Objetivos” (M/O), a través de los cuales se logra la creación de valor de larga duración.
Inicialmente, se puede comenzar con un conjunto menor de indicadores “IEG”, los que se van ampliando paulatinamente.
Características de diseño del CMI:
Aunque el CMI puede adoptar una gran diversidad de diseños y funcionalidades, su formato más típico, de tipo “matricial” comprende las siguientes características:
Existe una gran diversidad de alternativas para ampliar las funcionalidades del CMI. Tomando como base el formato matricial recién explicado, se podría considerar:
La estructura del CMI debe ser relativamente flexible, permitiendo la agregación y/o eliminación de diversas componentes a lo largo del tiempo, como por ejemplo, los indicadores y las iniciativas.
Debe considerarse además un concepto matricial, ya que una misma iniciativa, por lo general, impacta no sólo a uno sino a varios M/O. Además, un M/O puede tener asociados uno o varios indicadores “IEG”.
Cabe destacar que, a nivel mundial, se estima que alrededor del 85% de los desarrollos del CMI se han realizado utilizando Excel y Macros. Puede considerarse que ésta es una buena primera opción para efectuar desarrollos del CMI, sirviendo de base, puente y maduración en sus diseños y funcionalidades para un eventual posterior desarrollo en que se utilizan sistemas más robustos y especializados, como lo es por ejemplo, el sistema “QPR” finlandés.
También se desprende de esto que la verdadera complejidad y desafío para las empresas no radica tanto en el diseño y solución “sistèmica TI” del CMI en sí, sino mucho más, en el enfoque y correcto desarrollo del BSC como “modelo de gestión integral”.
Importancia del CMI:
La importancia del CMI se puede entender a través de los siguientes propósitos y características principales:
Más específicamente, se puede agregar que:
través de sus principales componentes, esto es, los “Macro-Objetivos” (M/O), los “Indicadores Estratégicos de Gestión” (IEG), las “Metas Estratégicas” (ME) y el Plan de Acción Global” (PAG) conformado por un conjunto de acciones, iniciativas y proyectos.
Ciclos de Gestión Estratégica (CGE).
Para lograr operativizar y lograr un buen uso y aprovechamiento del “Cuadro de Mando Integral” (CMI), el manejo de éste debe integrarse a la implementación y funcionamiento del “Ciclo de Gestión Estratégica” (CGE).
Los «Ciclos de Gestión Estratégica» (CGE) corresponden a un proceso cíclico y dinámico a través del cual se desarrolla (a gestión estratégica de una empresa u organización, permitiendo detectar, evaluar, enfrentar y aprovechar las oportunidades, amenazas y desafíos externos, tanto actuales como futuros, en relación a las capacidades y potenciales internos, para contribuir de este modo a un óptimo desarrollo, cumplimiento y efectividad de la estrategia global, con integración de los ciclos de gestión táctica y operacional, permitiendo en su conjunto alcanzar la visión de futuro de la organización, además de cumplir con su Misión y los Valores establecidos.
Una de las manifestaciones del “CGE” son las reuniones de “revisión estratégica mensual” (REM) que se realizan para revisar los avances de la estrategia y acordar ajustes en las prioridades de los planes de acción y asignación de los recursos.
También se realizan otras reuniones de “revisión estratégica trimestral” (RET) y de “revisión estratégica anual” (REA) en que se evalúa con mayor amplitud y profundidad las tendencias y cambios del entorno y la efectividad de la estrategia, para tomar decisiones de ajuste y adaptación.
Los «CGE» son un concepto holístico, ya que incluyen dentro de sí a los ciclos de gestión táctica y operacional.
Desde este punto de vista, los “CGE” pasan a ser el “corazón” o “motor” de la estrategia y de la gestión global en una empresa u organización.
Los «CGE» permiten alinear e integrar a las diferentes personas, funciones y áreas en torno a una visión estratégica global, para avanzar en el logro de esta visión a través de acciones y resultados concretos, y sustentado en un efectivo proceso de aprendizaje individual, grupal y organizacional.
Los «Ciclos de Gestión Estratégica» se deben estructurar en sus dos niveles interrelacionados:
Sin embargo, en ambos niveles se verifican con mayor o menor intensidad las 5 dimensiones de la «gestión estratégica global” (GEG): 1) Visión y diseño estratégico;
Un aspecto de gran importancia en el desarrollo e implementación de la estrategia es su traducción a un efectivo “Plan de Acción Global” (PAG) que está conformado por un conjunto de acciones, iniciativas, proyectos y directrices con enfoque, coherencia y priorización estratégica, a través de los cuales se logra obtener los resultados deseados.
Para desarrollar estas acciones, iniciativas, proyectos y planes de acción, se debe comenzar por desplegar cada M/O en una gran diversidad de posibles iniciativas que permitirían de distintas maneras avanzar y crear valor de acuerdo a los propósitos que se plantean en el M/O.
En este sentido, resulta de gran utilidad la herramienta “Encuesta de Desafíos, Acciones e Iniciativas Estratégicas” (EDAIE) que he desarrollado, la que permite capturar, crear, desarrollar y organizar una gran diversidad de ideas, acciones e iniciativas en este sentido, a través de un método sistemático y estructurado.
Estas iniciativas, que corresponden a sugerencias o propuestas de eventual realización, se deben “clasificar, profundizar y priorizar” según los niveles de efectividad e impacto (balance beneficio/costo) que podrían llegar a tener, lo que resulta ser un proceso iterativo, no estrictamente secuencial:
Lo ideal, es poder crear y disponer siempre de un gran “banco de iniciativas” para desde allí extraer las de mayor impacto para su pronta realización.
Otra de mis herramientas, la “Base de Integración de Macro-Objetivos, Iniciativas y Proyectos Estratégicas” (BI-MOIPE) permite sistematizar este proceso de organización de las “Iniciativas v Provectos Estratégicos” (IPE’s). asignándolos a uno o varios M/O’s, estableciendo sus prioridades y desarrollando aquellas de mayor aporte de valor.
Para efectos prácticos, y también para ganar un mayor enfoque conceptual, conviene diferenciar entre acciones, iniciativas, provectos v directrices estratégicos (en este enfoque, las acciones, iniciativas y proyectos se diferencian según su menor o mayor “nivel de complejidad”, lo que es independiente de su “nivel de importancia”):
Portafolio de Provectos Estratégicos:
Un “Plan de Acción Global” (PAG) debiera normalmente considerar o incluir la gestión de un “Portafolio de Proyectos Estratégicos” (PPE).
El “Portafolio de Provectos Estratégicos” ÍPPE) corresponde a un conjunto de proyectos de cambio y de creación de valor según el enfoque estratégico global de la empresa u organización que los realiza, los cuales, para un instante dado de observación, están siendo diseñados, desarrollados y/o ejecutados en distintas fases de avance y de una manera coherente, organizada y priorizada, contribuyendo cada uno de estos proyectos y en su conjunto al logro de determinados propósitos y resultados, los que contribuyen a alcanzar la “Visión” de futuro y cumplir con la “Misión” y “Valores” establecidos.
Cabe hacer notar que los proyectos incluidos en el “Portafolio de Proyectos Estratégicos” (PPE) pueden desarrollarse tanto en sus ámbitos internos como también externos de la empresa u organización (en los “externos” debe considerarse la relación con “clientes” y/o otros “grupos de interés”).
Una empresa u organización debiera tener permanentemente un «Portafolio de Proyectos Estratégicos» en evolución dinámica, incluyendo proyectos en distintos niveles de avance, lo que permite desarrollar los procesos de innovación, cambio y creación de valor con enfoque estratégico, para así poder avanzar de acuerdo a los desafíos actuales y futuros de la organización.
De acuerdo a la estrategia global, se definen en cada momento los criterios y prioridades para decidir cuáles deben ser los proyectos que se llevarán a cabo y que pasan a formar parte del «Portafolio de Proyectos Estratégicos». De acuerdo a estos mismos criterios y prioridades, se asignan y gestionan los recursos y capacidades disponibles en cada momento.
De acuerdo a los recursos y capacidades necesarios para el «Portafolio deProvectos Estratégicos» (PPE). se debe definir el «Presupuesto Estratégico» (= «Stratex» o “Strategy Expenses” en inglés). Es muy importante poder diferenciar este «Presupuesto Estratégico» (PpE = Stratex) del «Presupuesto Operacional» (PpO =Qpex). ya que ambos deben ser gestionados de una forma muy diferente. El «PpE» requiere de un manejo mucho más flexible, ágil y discrecional que el “PpO”, siendo este último más estable y predecible.
DESARROLLO TEMATICO – PARTE “B”
(pendiente – en elaboración)