Portada » Historia » Partidos, Guerra Mundial y Crisis en España (Siglo XX)
Los partidos excluidos habían tenido muy poco peso desde el comienzo de la Restauración, pero en el siglo XX su fuerza y sus apoyos comenzaron a aumentar.
En las primeras décadas del siglo XX, la oposición más importante era el republicanismo, la aspiración de los intelectuales y de sectores de las clases medias a una democratización política. Conoció una renovación ideológica con la inclusión de las doctrinas del nuevo liberalismo democrático, para intentar mejorar la vida de las clases medias y obreras. El impulso regenerador y unificador llegó en 1903 con la formación de la Unión Republicana, cosechando un notable éxito electoral en las grandes ciudades. Las divergencias dividieron de nuevo al republicanismo; se escindió el sector radical liderado por Lerroux, que formó el Partido Radical.
El catalán era el nacionalismo de mayor relevancia en las primeras décadas del siglo XX. Estuvo dominado por la Liga Regionalista. Esta formación política consideraba que se debía compatibilizar la regeneración política y la modernización económica con su reivindicación de la autonomía de Cataluña. Era el partido de la burguesía catalana y no contó con el apoyo de la clase obrera. Practicó una política pactista con los partidos de turno.
Tras la muerte de Sabino Arana, fundador y líder del PNV, se inició un duro y largo enfrentamiento entre el sector independentista y defensor de las ideas aranistas, y otro más moderado, liberal y posibilista que optaba por la autonomía vasca. Con la nueva estrategia del sector autonomista, el nacionalismo vasco se extendió desde Vizcaya al resto de las provincias vascas, se aproximó a la burguesía industrial y se consolidó como la fuerza mayoritaria en el País Vasco.
Cuando estalló la Gran Guerra, España se declaró neutral. A pesar de la neutralidad oficial, las fuerzas políticas y los sectores sociales mejor informados se dividieron en dos bandos: los aliadófilos y los germanófilos. Se puede decir que los sectores más conservadores de España simpatizaron, por lo general, con los imperios centrales, representantes del orden y la autoridad, mientras que los liberales y la izquierda se inclinaron con los aliados, que representaban los principios democráticos. Solo los anarcosindicalistas calificaron la guerra como un enfrentamiento entre imperialismos, sin decantarse por unos o por otros.
La neutralidad favoreció una espectacular expansión de la economía. España se convirtió en abastecedora de los países beligerantes, a los que suministró materias primas y productos industriales. Mientras la burguesía se enriquecía con los productos extraordinarios de la guerra, las clases trabajadoras sufrieron un fuerte descenso de su nivel de vida a pesar del alza de los salarios, por la escasez y la subida vertiginosa de los productos de primera necesidad. Esta situación agravó las diferencias sociales de la época y provocó una gran agitación social y el auge del movimiento obrero. Esto intensificó el número de huelgas. El punto culminante llegó con la convocatoria de la huelga general, con las aspiraciones de que fuera revolucionaria e impulsada por los socialistas.
Influyó sobre todo en las organizaciones políticas y sindicales, pero también en las clases conservadoras, a partir de entonces comienzan a temer que la expansión de los postulados de la Revolución Rusa, el comunismo soviético, llegue también a nuestro país. En el Partido Socialista (PSOE), el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia dividió al partido. Una minoría prosoviética favorable al ingreso en la Internacional Comunista, fundó el Partido Comunista de España. También contribuyó a la revolución rusa debido a la crisis social, agudizada por la recesión económica de posguerra, el crecimiento de sindicatos y radicalizó la postura de las clases trabajadoras. La UGT casi duplicó el número de sus afiliados. Su presencia en el medio rural, sobre todo en Andalucía; y la anarcosindicalista que aumentó los afiliados y más de la mitad provenían de Cataluña.
El malestar de los militares fue el proyecto de reforma militar que pretendía reducir el número de oficiales. Otro motivo era la forma de ascender, en su mayoría por méritos de guerra, lo cual favorecía a los que servían en África frente a los peninsulares. El conflicto surgió entre los jóvenes oficiales peninsulares. El descontento se cristalizó en la formación de Juntas de Defensa, que se extendieron a todo el ejército. Las juntas contaron con el apoyo del rey, frente al gobierno, y lograron imponer sus demandas.
El lenguaje regeneracionista fue interpretado por diversos y heterogéneos grupos de la oposición, como una señal inminente de la quiebra del régimen y la oportunidad para una reforma o revolución. Cambó tomó la iniciativa, ante la supresión de las garantías constitucionales, la imposición de censura de prensa y el cierre de las cortes decretado por el gobierno conservador, convocó a todos los senadores y diputados españoles a una Asamblea de Parlamentarios. Acordó una formación de gobierno provisional, la celebración de las cortes constituyentes que reformasen la constitución para aprobar la autonomía para Cataluña, pero el reducido apoyo de los partidos políticos y el rechazo de las juntas a sus pretensiones permitieron al gobierno disolverla.
El movimiento obrero y su disposición a lanzarse a la huelga general, dos grandes organizaciones sindicales: UGT y CNT. Para los dirigentes socialistas, la huelga general, en caso de producirse, debería servir para derrocar al régimen e implantar una república democrática. Finalmente, la huelga general estalló, pero tan solo tuvo importante incidencia en los centros industriales, donde se produjeron los incidentes más graves. El ejército recibió la orden de disparar contra los obreros y murieron 71 personas y 2000 detenidos. Los miembros del comité de la huelga fueron detenidos y condenados a cadena perpetua, que no llegaron a cumplir, pues al año siguiente salieron elegidos diputados.