Portada » Historia » Evolución Política de España: Monarquía, Liberalismo y República (1833-1874)
El triunfo del liberalismo en España coincidió con el desarrollo de la Primera Guerra Carlista. El reinado de Isabel II (1833-1868) se caracterizó por:
El liberalismo, inicialmente unido frente al absolutismo, se dividió en dos partidos principales: moderados y progresistas. Posteriormente, surgió la Unión Liberal como una coalición de ambos. Los progresistas, a su vez, dieron lugar a los demócratas, quienes eventualmente formaron el partido republicano. En la extrema derecha se encontraba el carlismo. El sistema electoral, aunque directo, era restrictivo y favorecía los intereses del gobierno.
Este periodo se caracterizó por una constante evolución constitucional:
Representó una transición entre el absolutismo y el liberalismo. Otorgaba amplios poderes a la monarquía y establecía unas Cortes bicamerales (Cámara de Próceres y de Procuradores) con derecho de petición al monarca, elegidas por sufragio censitario muy restringido.
Defendía la soberanía nacional, amplios derechos ciudadanos, la división de poderes, un papel importante de las Cortes y la limitación del poder monárquico. También incluía aspectos moderados, como unas Cortes bicamerales y poderes significativos para el rey, como la capacidad de convocar y disolver las Cortes y vetar leyes.
Marcó el inicio de un periodo de inestabilidad constitucional. Defendía una concepción de amplios poderes para la monarquía, unas Cortes formadas por senadores nombrados por la reina y diputados elegidos por sufragio censitario muy restringido, la restricción de libertades y derechos, y el carácter confesional del Estado.
Establecía una monarquía constitucional democrática y parlamentaria, con soberanía nacional, poderes limitados de la Corona, sufragio universal directo y amplias libertades y derechos individuales. Representaba a la pequeña y mediana burguesía, pero no a las clases populares, ya que no recogía sus aspiraciones económicas y sociales.
Estalló tras el fallecimiento de Fernando VII, enfrentando a los isabelinos, defensores del Estado liberal y apoyados por la burguesía, parte de la nobleza y las clases populares, contra los carlistas, que contaban con el apoyo de parte del clero y la vieja aristocracia. La guerra, que duró seis años, tuvo especial incidencia en el País Vasco, Aragón, Cataluña y Valencia, debido a la defensa de sus fueros y la cuestión de la propiedad de la tierra. La muerte de Zumalacárregui en 1835 marcó el inicio de una reacción liberal. Espartero venció a las tropas carlistas en Luchana en 1836. El general Maroto firmó el Convenio de Vergara con Espartero en 1839, que incluía la negociación para mantener los fueros vasco-navarros.
Durante la minoría de edad de Isabel II, ejercieron la regencia María Cristina (1833-1840) y Espartero (1840-1843), quienes impulsaron la construcción del Estado liberal.
1. La transición del absolutismo al liberalismo: Protagonizada por liberales moderados del Trienio Liberal, como Martínez de la Rosa, quienes buscaban combinar el Antiguo Régimen con principios liberales. Se aprobó el Estatuto Real de 1834 como texto jurídico representativo. Esta vía intermedia fracasó.
2. Entre 1835 y 1837: Los progresistas, liderados por Mendizábal, rompieron definitivamente con el Antiguo Régimen. Se promulgó una nueva Constitución en 1837, más corta y moderada que la de 1812, que establecía la soberanía nacional y la separación de poderes. Se desamortizaron los bienes del clero y se suprimieron los señoríos jurisdiccionales y los mayorazgos. Se liberalizó la economía con la supresión de la Mesta y la disolución de los gremios.
3. Entre 1837 y 1840: Los moderados, con el apoyo de la reina regente, dominaron el gobierno.
Espartero asumió la regencia en 1840. Incapaz de cooperar con las Cortes, en 1842 abrió el mercado español a los productos textiles británicos, lo que provocó un levantamiento de la burguesía catalana. Los moderados aprovecharon para protagonizar una serie de conspiraciones encabezadas por Narváez y O’Donnell. En 1843, Espartero perdió apoyos y se exilió.
Se produjo la institucionalización del régimen liberal bajo el centralismo, con Narváez como figura principal. El gobierno contó con el apoyo de los sectores más acomodados. Se aprobó la Constitución moderada de 1845, que establecía un sufragio censitario muy restringido. Las leyes orgánicas que la desarrollaron aseguraron el control político de la oligarquía terrateniente-burguesa y privaron a los progresistas de sus apoyos en las clases medias urbanas, lo que originó su retraimiento político. Entre las medidas adoptadas destacan:
El gobierno estuvo formado por una coalición progresista-moderada, con Espartero como presidente y O’Donnell en el ministerio de la guerra. Se elaboró la Constitución progresista»Non Nat» de 1856. Madoz llevó a cabo la Desamortización General de 1855, que afectaba a los bienes de los ayuntamientos. También sentó las bases para la modernización económica con leyes como la Ley de Ferrocarriles de 1855, la Ley de Banca y Crédito, y la Ley de Minería. La caída del gobierno se debió a la división interna de los progresistas y al desacuerdo entre progresistas y moderados. La reina encargó a O’Donnell formar gobierno con su nuevo partido, la Unión Liberal, que unía a los conservadores de los liberales progresistas y a los progresistas de los liberales moderados.
Se alternaron en el gobierno los generales O’Donnell y Narváez. Este periodo se caracterizó por la inestabilidad y los cambios de gobierno provocados por la reina. Solo durante el»gobierno larg» de O’Donnell hubo cierta estabilidad, crecimiento económico y una activa política exterior que pretendía reforzar la imagen del régimen y recuperar el prestigio internacional de España. El texto constitucional vigente fue el de 1845, con un Acta Adicional que recogía algunos principios progresistas. A partir de 1863 se produjo una crisis generalizada. En lo económico, el sector textil se vio afectado por el encarecimiento del algodón, y las malas cosechas originaron crisis de subsistencia y motines populares. En lo político, la sucesión de gobiernos cada vez más conservadores y de tendencia autoritaria, caracterizados por la corrupción y el caciquismo, condujeron a una crisis universitaria en 1865 y al intento de pronunciamiento progresista del cuartel de San Gil en 1866. El gobierno ultraconservador de Bravo Murillo provocó la unión de todos los partidos políticos contra él y contra Isabel II en el Pacto de Ostende en 1868. Los objetivos eran la supresión del régimen isabelino, la creación de un gobierno provisional y la formación de unas Cortes Constituyentes. El contenido político lo aportó la revolución con la creación de las Juntas Revolucionarias, que proponían reivindicaciones sociales y un programa democrático.
La degradación política en 1868 desembocó en la revolución conocida como , que supuso un cambio de régimen y el último intento revolucionario en que la burguesía española se levantó exigiendo libertad. El golpe de Estado de septiembre de 1868, liderado por Topete, Prim y Serrano, provocó la salida de Isabel II de España. Se formó un Gobierno Provisional presidido por Serrano, que aprobó la implantación del sufragio universal masculino y las libertades de prensa, enseñanza y culto, aunque excluyó a los demócratas del gobierno. Tras unas elecciones, ganaron los monárquicos progresistas y los demócratas. Se aprobó la Constitución de 1869, que establecía una monarquía moderada y»democrátic», soberanía nacional, Cortes bicamerales y derechos individuales. El general Serrano fue designado regente, y el general Prim se encargó de buscar un rey para España entre las cortes europeas. El elegido fue el príncipe Amadeo de Saboya, proclamado rey por las Cortes en 1870.
No fue aceptado por la mayoría de la sociedad española. Los continuos problemas (Tercera Guerra Carlista, Guerra de Cuba, sublevación de los republicanos federalistas) y la división entre los partidos que habían impulsado la revolución (progresistas y radicales) llevaron a su abdicación en febrero de 1873, regresando a Italia.
El primer presidente, Estanislao Figueras, convocó Cortes Constituyentes para elaborar una nueva Constitución. Pi y Margall, el segundo presidente, propuso establecer el régimen liberal dentro del marco de una nueva Constitución Federal en 1873, que no llegó a aprobarse. Surgió el problema cantonal, una insurrección que no reconocía el poder central. En el contexto de la guerra cantonal, Pi y Margall dimitió. Nicolás Salmerón asumió la presidencia, pero dimitió al negarse a firmar penas de muerte para los insurrectos. Emilio Castelar, el cuarto presidente, representó al sector conservador republicano, acabó con el problema cantonal de Cartagena y fue obligado a dimitir por las Cortes.