Portada » Filosofía » Friedrich Nietzsche: Biografía, Obras y Legado Filosófico
Crepúsculo de los ídolos es una de las últimas obras que Friedrich Nietzsche escribe con la creatividad que antecede a su colapso mental, el cual terminará con su lucidez. El título parodia la obra de Wagner “El crepúsculo de los dioses”. Siguiendo las tres metamorfosis anunciadas en *Así habló Zaratustra*, equivale al león que rompe, pisotea y destruye todos los valores establecidos. Ruge contra la filosofía kantiana y contra el cristianismo que corrompen al individuo. Pero también es una monografía acerca de Sócrates. Nietzsche vuelve aquí a su primera época.
A partir de este momento cambia de atmósfera la obra. Lo que viene a continuación es como un «segundo libro», con otros temas y con otro tratamiento. Hasta ahora Nietzsche se ha mantenido en un tono más bien teórico, discursivo. Ahora llega el instante de las confesiones, incluso de la autobiografía.
El largo apartado titulado «Incursiones de un intempestivo», que es el penúltimo y que ocupa por sí solo más de una tercera parte de toda la obra, es un verdadero ajuste de cuentas. Encontramos aquí al Nietzsche irónico.
El apartado final es un fragmento de autobiografía que preludia el *Ecce homo*. Nietzsche hace la historia de sus estudios, ofrece una enumeración de sus modelos, ataca a Platón, y pone en la picota a los filólogos clásicos. Con razón fue esta obra la primera que adquirió notoriedad e hizo famoso a su autor.
Nacido en una familia de pastores protestantes, Nietzsche destacó entre los estudiosos de la filología y su maestro lo propuso como profesor a los 24 años en Basilea, sin haber realizado aún los trabajos de habilitación. Al año siguiente fue nombrado catedrático sin tener siquiera el doctorado.
El primer libro importante de Nietzsche fue *El nacimiento de la tragedia en el espíritu de la música*. Aparentemente parece ser un libro de filología, pero el resultado es bien distinto, en él se habla de filosofía y establece lo que él llama una metafísica del «artista». La gran influencia filosófica que subyace a este libro es Arthur Schopenhauer.
Schopenhauer parte de la distinción kantiana del fenómeno y del noúmeno, relaciona la cosa en sí con lo que él denomina la voluntad.
Schopenhauer nos dice que nuestra ciencia, regida por el principio de causalidad, no nos hace captar la verdad originaria de la voluntad, sino que nos sumerge en el mundo de los fenómenos.
La esencia de la voluntad, en la que ya se disuelve todo fenómeno en un continuo movimiento. En *El nacimiento de la tragedia*, esta distinción de la voluntad y los fenómenos se expresa con los términos apolíneo y dionisíaco. Ambas constituyen estructuras metafísicas y estéticas, que forman el mundo. Todas estas ideas fueron diseñadas para la gloria del músico Richard Wagner, que fue íntimo amigo suyo. Para Wagner el arte debía sustituir a la religión. Pero esta amistad con Wagner no acabó bien, pues Nietzsche solo observa tendencias megalómanas en la música. En su segundo libro importante, *Humano, demasiado humano*, se separa de Schopenhauer y de Wagner.
El superhombre es el que acepta el paso del tiempo, el que es capaz de liberarse de la venganza y del resentimiento ante el mundo. El superhombre es el que quiere el Eterno Retorno. El Eterno Retorno es el intento de Nietzsche de asumir lo sensible sin lo suprasensible, sin nada ajeno al devenir. Por lo tanto, el devenir es lo necesario y lo eterno.
Para Nietzsche no existe la realidad en sí, los hechos, sino que todos son interpretaciones. Para Nietzsche no existe esta voluntad única originaria, sino que la realidad es una pluralidad sin reconciliación posible.
Karl Marx, Sigmund Freud y Friedrich Nietzsche son los tres maestros o filósofos de la sospecha. Se relaciona a los tres pensadores del siglo XIX con la crítica al racionalismo dominante en el pensamiento y en general en toda la civilización occidental. Descartes puso en duda que las cosas fuesen tal y como aparecen, pero no dudó de que la conciencia fuese tal y como se aparece a sí misma. Por el contrario, los tres maestros de la sospecha: Marx, Freud y Nietzsche, aunque desde diferentes presupuestos, consideraron que la conciencia en su conjunto es una conciencia falsa. Así, según Marx, la conciencia se falsea o se enmascara por intereses económicos; en Freud, por la represión del inconsciente; y en Nietzsche, por el resentimiento del débil. Sin embargo, lo que hay que destacar de estos maestros no es ese aspecto destructivo de las ilusiones éticas, políticas o de las percepciones de la conciencia, sino una forma de interpretar el sentido. Lo que quiere Marx es alcanzar la liberación por una praxis que haya desenmascarado a la ideología burguesa. Nietzsche pretende la restauración de la fuerza del hombre por la superación del resentimiento y de la compasión. Freud busca una curación por la conciencia y la aceptación del principio de realidad. Los tres tienen en común la denuncia de las ilusiones y de la falsa percepción de la realidad, pero también la búsqueda de una utopía.
Nietzsche ha influido en muchos autores de principios del siglo XX, pero también es la principal inspiración, junto con Heidegger, de muchos filósofos de final de siglo, y que tienen en común el superar la modernidad. Michel Foucault considera el saber como poder. Desde ahí realiza una microfísica del poder que no parte de la soberanía y del estado, sino que considera otras instancias como: la clínica, las ciencias humanas, etc. Este autor piensa que es ahí donde se constituye el sujeto moderno, donde se fijan las reglas de la normalidad subjetiva, que él mismo critica.
Gianni Vattimo parte de Heidegger y Nietzsche para superar el concepto de verdad, pues como dijo Nietzsche: “no hay hechos, sino interpretaciones”. Su “pensamiento débil” o postmoderno sostiene que el dogmatismo metafísico es el causante de los totalitarismos: pues donde hay verdad y ciencia no es necesaria la democracia, sino el gobierno de expertos. El conocimiento es un evento, un hecho; y el entendimiento surge como acto de caridad hermenéutica.