Portada » Historia » Evolución Política y Social en la Península Ibérica: Visigodos y Al-Ándalus
En el siglo IV, los visigodos penetraron en tierras del Imperio romano. A principios del siglo V, se establecieron en el sur de la Galia como aliados, creando el reino visigodo de Tolosa.
A principios del siglo VI, tras ser derrotados por los francos en Vouillé (507), abandonaron la Galia y se instalaron en la Península, creando el reino de Toledo.
La monarquía visigoda era electiva, lo que provocó una gran inestabilidad. Los enfrentamientos entre la nobleza por hacerse con el trono fueron frecuentes.
Leovigildo (572-586), rey de los visigodos, avanzó en la unificación territorial, se apoyó en el derecho romano para fortalecer el estado y buscó la integración entre hispanorromanos y visigodos mediante los matrimonios mixtos. La unión religiosa entre los visigodos, que eran arrianos, y los hispanorromanos, que eran católicos, se produjo bajo el reinado de su hijo Recaredo, quien se convirtió al catolicismo en 589 (III Concilio de Toledo).
La unificación culminó en el reinado de Recesvinto, al anunciar, en 654, un único código judicial para todos los habitantes de la monarquía: el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo.
Teóricamente, el poder de los monarcas era grande, con autoridad en los planos militar, de justicia, etc., pero en la práctica estaban subordinados a la aristocracia y a la Iglesia.
El monarca se apoyaba en dos instituciones:
Los Concilios de Toledo obtuvieron un gran poder político, indicando qué condiciones debían darse para la elección de los monarcas o cuáles eran sus obligaciones. La Iglesia se convertía en la legitimadora de la monarquía.
Los reyes se apoyaron en guerreros fieles, a los que entregaron tierras en provecho a título vitalicio. Sin embargo, los gardingos las convirtieron en propiedades hereditarias, gobernando en ellas con total autonomía.
Los guerreros fieles se rodearon de hombres fieles, los bucelarios, que obtenían protección y tierras a cambio de apoyo militar. Se estaba gestando el feudalismo.
La nobleza, fruto de este proceso, y la Iglesia tendrán un gran poder y se unirán para impedir la existencia de un poder monárquico fuerte que pudiera limitar su influencia y privilegios. Además, los reyes dependían de su apoyo para llegar al trono y mantenerse en él.
Con el término de Al-Ándalus, los musulmanes hacen referencia a la parte de la Península por ellos dominada, cualquiera que fuese su extensión y su época. Después de esta aclaración, veamos su evolución a partir de la victoria de Guadalete, en 711, facilitada por la inestabilidad visigoda.
Córdoba se convierte en la capital bajo el mando de un emir subordinado al califa de Damasco. El primero fue Abdelaziz. Esta época destacó por las rivalidades entre dos bandos árabes: maadíes contra yemeníes. Además, están los enfrentamientos entre árabes y bereberes, por el trato que estos recibían de la minoría árabe gobernante y por haber recibido las peores tierras tras la conquista. Y es en este contexto en el que Abd al-Rahman, integrante de la dinastía Omeya apartado violentamente por los Abasíes (750), logró sobrevivir y huyó a Al-Ándalus. Con ayuda de los yemeníes y parte de los bereberes, derrotó al emir en la batalla de la Alameda, ocupando la capital en 756.
Abd al-Rahman I asume la independencia política, no religiosa. Provoca expediciones contra los cristianos, reorganización administrativa, impositiva, militar, etc. Sin embargo, también surgen conflictos con los gobernantes de los territorios fronterizos, y tensiones con los muladíes (cristianos convertidos al islam) y con los mozárabes (cristianos en territorio musulmán). Además, muchos musulmanes dudan sobre la legitimidad del poder del emir teniendo en cuenta la de un califa. De ahí, las revueltas de Hisham I (788-796) y Abd al-Rahman II (822-852).
Abd al-Rahman III (primer califa omeya) (912-961), sofocó las revueltas internas y se elevó en 929 al rango de califa, es decir, sucesor del enviado de Dios, independizándose del Califato de Oriente.
Convirtió a los reinos cristianos en tributarios; conquistó Ceuta, Melilla, Tánger, etc. Su hijo Al-Hakam II (segundo califa omeya) (961-976) hará de Al-Ándalus la parte más brillante del momento.
Con Hisham II (tercer califa omeya, hijo de Al-Hakam II), el poder ejecutivo estuvo en manos de Almanzor, hachib o primer ministro. En 1002, Almanzor muere tras ser herido en la batalla de Calatañazor. Sus hijos, como hachib, controlan la situación hasta 1009, año en el que abdica Hisham II. La inestabilidad provocó la disolución del califato en 1031.
La disolución provocó la formación de los reinos de taifas, que, enfrentados entre sí, pedirán a los cristianos protección a cambio de impuestos (tributos). Cuando Alfonso VI ocupó Toledo en 1085, algunos reinos de taifas piden ayuda a los almorávides, que, en 1086, al mando de Yusuf ibn Tasfin, cruzan el estrecho de Gibraltar y derrotaron a los castellanos en Sagrajas.
Ocuparon diversas taifas y lucharon, con fortuna diversa, contra los cristianos. Sin embargo, los avances cristianos y la implantación de impuestos provocaron revueltas, apareciendo una nueva disolución: los denominados segundos reinos de taifas. Algunos de estos reinos volvieron a pedir ayuda en el siglo XII a los bereberes norteafricanos, los almohades. La invasión comenzó en 1146, pero solo consiguieron controlar el sur del antiguo territorio de Al-Ándalus. Su derrota en Las Navas de Tolosa (1212) frente al rey castellano Alfonso VIII, provocó una nueva disolución que daría lugar a unas terceras taifas que acabarán cayendo en manos cristianas.
Al frente, los Nazaríes. Hábil gestión diplomática, unión entre los diversos territorios, llegada masiva de andalusíes de otros reinos musulmanes.
A principios del siglo XV, los problemas sucesorios desestabilizaron el reino. Castilla aprovecha la ocasión para conquistar algunas ciudades. La unión de Castilla y Aragón en 1479 sentenció su destino. Finalmente, los Reyes Católicos pactaron con el rey Boabdil la rendición de Granada a principios de 1492. Se extinguía el último reducto de la dominación musulmana en la Península.