Portada » Filosofía » Influencia de Nietzsche en la Libertad, Perspectiva Renacentista y el Quattrocento
Simone de Beauvoir corrige la noción de la pasión del individuo como agente irresponsable de sus elecciones en Nietzsche, destacando el derecho a una voluntad libre. Lo ilustra con una pregunta crucial: «¿Qué libertad puede tener una mujer encerrada en un harén?». La genealogía de la moral en Nietzsche es una deconstrucción del sujeto metafísico-moral: «No hay ningún ser detrás del hacer, del actuar, del devenir». La persona construye su vida y a sí misma, algo esencial tanto para el proyecto ilustrado de Nietzsche como para la política feminista. Frente a la moral del esclavo, Nietzsche propone una moral creadora de valores, individualista y conquistadora, que afirma la vida tal como es, sin aceptar valores establecidos ni el deber. Reemplaza el «yo debo» por el «yo quiero», una moral natural acorde a la vida. Para Beauvoir, esta voluntad de poder representa la superación de la mujer como ser sumiso, a pesar de la postura misógina de Nietzsche.
Nietzsche rechaza el nacionalismo, considerando a Sócrates como el gran destructor de la verdadera esencia del hombre superior. La ecuación socrática razón=virtud=felicidad, basada en el racionalismo, se aleja de la verdadera felicidad, que surge del instinto y la pasión. Sócrates es el modelo del hombre teórico, donde triunfan el orden, la racionalidad y el equilibrio. Nietzsche critica el dualismo platónico y la teoría de los dos mundos. Para él, solo existe este mundo natural; el mundo sensible de Platón es el único y auténtico, mientras que el inteligible es una invención retomada por el cristianismo. Se opone a los conceptos fundamentales de la filosofía cristiana, como la existencia de Dios y del cielo. La moral socrática, culpable del extravío de la cultura occidental según Nietzsche, afirma que el conocimiento conduce a la virtud. Nietzsche defiende el desarrollo de la parte vital del ser humano. Tampoco cree en la división de la realidad en dos mundos: uno superior y verdadero, y otro inferior con menor grado de realidad. Considera que esta división debe invertirse. Con el cristianismo, triunfa la «moral de esclavos», valores como la humildad, el sometimiento y la pobreza. El cristianismo fomenta valores mezquinos como la obediencia, el sacrificio y el sometimiento propios del rebaño; es la moral del esclavo, la peor versión de los valores nobles de Grecia y Roma, la rebelión de los esclavos contra sus señores. El cristianismo es el «enemigo mortal del tipo superior de hombre».
Nietzsche adopta la idea del «eterno retorno» de Heráclito: todo lo que acontece en el mundo se repetirá una y otra vez. Sin embargo, el hombre puede transformar el mundo y a sí mismo mediante una transmutación de los valores, encaminándose hacia el superhombre. Nietzsche coincide con el relativismo y escepticismo de los sofistas. Acepta la filosofía de Heráclito en parte, admitiendo el devenir y el cambio constante de la vida, pero rechaza el logos como explicación. El devenir es algo que debemos aceptar sin racionalizar.
¿Somos realmente libres? Tenemos la capacidad de elegir ser libres o no, pero esa capacidad conlleva riesgo, y el riesgo suele generar miedo. Esto nos lleva a imitar o a evitar decisiones por temor. Ante esto, surge la pregunta: ¿Somos realmente libres al elegir lo que queremos? De hacer, sí. De elegir, quizás no tanto. El problema de la libertad radica en que estamos condicionados a escoger bajo circunstancias que no hemos elegido, impuestas por diversos factores: experiencias previas, limitaciones internas, la cultura en la que nacemos, etc. Una interpretación de esto es que la libertad actual es el resultado de lo que hemos sembrado en el pasado. En Nietzsche, la libertad aparece cuando utiliza la metáfora de morder la cabeza a la serpiente (que representa el miedo) y vivir la vida como más te guste. Coincido con él en que la vida está para aprovechar cada momento y hacerlo de la manera que más te convenga.
El sistema pictórico de la perspectiva se desarrolló a principios del siglo XV en la Florencia renacentista. Fue inventado por dos florentinos: Alberti y Brunelleschi. Brunelleschi fue el primero en demostrar los principios de la perspectiva lineal en sus cosmoramas, y Alberti descubrió su base geométrica. Este método permitió a los artistas crear espacios geométricos con profundidad en superficies bidimensionales. Masaccio fue el primero en reconocer la importancia de los experimentos de Brunelleschi en perspectiva, y La Trinidad es una de las primeras pinturas en usar la perspectiva con rigor. Paolo Uccello exploró la geometría con animales, figuras y objetos en obras como La batalla de San Romano. Piero della Francesca dedicó gran parte de su vida al estudio de los fundamentos geométricos, considerando la pintura sinónimo de medición, como se evidencia en La Flagelación. Andrea Mantegna fue el primer artista en explorar a fondo el poder de la perspectiva sobre el espectador. Leonardo da Vinci desarrolló una teoría de la perspectiva lejana, descubrió limitaciones del sistema de Alberti, definió la perspectiva atmosférica, investigó el papel de la cámara oscura en el arte y experimentó con características como la anamorfosis.
El Quattrocento es el período del arte renacentista italiano correspondiente al siglo XV en Florencia, con los Medici como principales mecenas. En arquitectura, se rompe con el estilo gótico y se adopta el modelo del arte de la antigua Roma. Predomina la horizontalidad y se plantean planos centrales. Se utilizan los tres órdenes griegos y los dos romanos como elementos sustentantes, junto con el arco de medio punto, la bóveda de cañón y la cúpula de media naranja. Se emplean guirnaldas, grutescos y capiteles corintios. Destacan Brunelleschi y Alberti. En escultura, se caracteriza por la proporcionalidad, como en el contrapposto. Destacan las obras de Verrocchio. Los temas incluyen representaciones religiosas inspiradas en la vida de los santos y la Biblia, además de desnudos, mitología, retratos de busto y ecuestres, y monumentos funerarios. Los materiales utilizados son madera, piedra y terracota vidriada. La pintura experimenta una gran evolución desde Fra Angelico hasta Mantegna, con destacadas escuelas en Florencia, Umbría, Padua y Venecia.