Portada » Historia » La Guerra de Independencia y el Origen del Constitucionalismo Español: La Constitución de 1812
Carlos IV y su ministro Floridablanca intentaron evitar cualquier «contagio revolucionario» proveniente de Francia, y para ello se implantó la política «del cordón sanitario»: un férreo control en las aduanas y una estricta censura.
Tras un corto periodo de gobierno del conde de Aranda, Carlos IV nombró ministro a Manuel Godoy. Este, favorito de los reyes, se convirtió en una figura clave durante el resto del reinado de Carlos IV.
La ejecución de Luis XVI provocó la ruptura de la tradicional alianza con Francia. España se unió a una coalición internacional y participó en la denominada Guerra de la Convención. La derrota militar española fue rápida y concluyente. Este fracaso precipitó la firma de la Paz de Basilea, por la que nuestro país aceptó la pérdida de la parte española de Santo Domingo y la vuelta a la tradicional alianza con Francia. Esta alianza se selló en el Tratado de San Ildefonso, firmado en 1796.
El ascenso al poder de Napoleón y la debilidad del gobierno de Godoy llevaron a España a una creciente dependencia de la política exterior francesa y al enfrentamiento con Inglaterra. La victoria sobre Portugal (aliada de Inglaterra) no sirvió para compensar la catástrofe naval de la armada franco-española frente al almirante inglés Nelson en Trafalgar en 1805.
La oposición a Carlos IV y Godoy se unió en torno al príncipe de Asturias, el futuro Fernando VII. Otros españoles descontentos, los «afrancesados», ponían sus esperanzas en Napoleón. El Tratado de Fontainebleau, por el que Godoy autorizaba la instalación de tropas francesas en España con el objetivo de conquistar y repartirse Portugal, fue clave. Godoy tramó la huida de la familia real a Andalucía o a América, pero su propósito se malogró con el Motín de Aranjuez. La sublevación popular provocó la caída de Godoy y obligó a Carlos IV a abdicar a favor de su hijo Fernando VII. Sin embargo, Napoleón no reconoció a Fernando, y Carlos IV se arrepintió de su abdicación. Este momento fue aprovechado por el emperador para que padre e hijo arreglaran sus diferencias en Bayona. Napoleón obligó a ambos a traspasarle el trono, que a su vez cedió a su hermano José Bonaparte en las «Abdicaciones de Bayona«.
La salida de la familia real hacia Francia enfureció a los madrileños, que el 2 de mayo de 1808 se levantaron contra las fuerzas francesas en la capital.
Al conocerse la noticia, los levantamientos antifranceses se extendieron por toda España, degenerando en una guerra que se generalizó por todo el país. Fue un conflicto internacional.
Para controlar la situación en los territorios sublevados, los ciudadanos establecieron las Juntas Provinciales, que asumieron la soberanía y el gobierno del país en nombre del rey. A fines de enero de 1810, la Junta Central se autodisolvió y traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia compuesto por cinco miembros.
a) Conquista francesa y reacción española (1808): Las tropas francesas que atravesaban la Península se transformaron en enemigas a partir de los sucesos del 2 de mayo de 1808. Una vez dentro de la península, la victoria francesa dependía de tener el camino despejado de Madrid a los Pirineos y ocupar cuanto antes el país. El primer obstáculo fue la resistencia de Zaragoza. El segundo obstáculo fue la victoria del ejército español en Bailén, que obligó a José I y al ejército francés a replegarse más allá del Ebro.
b) Ocupación francesa y fase de desgaste (1808-1811): La derrota en Bailén obligó a Napoleón a intervenir personalmente, obteniendo la victoria de Ocaña, tras la cual acabó con la resistencia organizada en la Península. Los franceses alcanzaron su máximo control del suelo español en torno a 1810. Pero encontraron un obstáculo inesperado: la guerrilla. Esta forma de lucha, protagonizada por pequeños grupos armados compuestos por personas de todo tipo, contribuyó al desgaste del ejército francés, facilitando que el ejército anglo-español pudiera reorganizarse y enfrentarse a las fuerzas napoleónicas.
c) Contraofensiva aliada (1812-1814): Napoleón tuvo que retirar parte de su ejército para destinarlo a la Campaña de Rusia. Esto fue aprovechado por Wellington, que derrotó a los franceses en Los Arapiles, liberando posteriormente Madrid. Los apuros de Napoleón en Centroeuropa exigieron el traslado de más fuerzas desde España hasta el frente oriental. Debilitados por esto, los franceses iniciaron una retirada para sufrir las derrotas definitivas de Vitoria y San Marcial, que marcaron el final de la guerra.
Al estallar la guerra, la sociedad quedó dividida:
Las Cortes de Cádiz fueron convocadas por el Consejo de Regencia en plena Guerra de la Independencia. Se realizaron en Cádiz porque esta ciudad nunca estuvo bajo el control francés y por la protección que podía brindar la armada británica. En 1810, la Junta de Regencia convocó elecciones a Cortes constituyentes y extraordinarias de la nación. Las ciudades designaron diputados para que les representasen en ellas.
El 24 de septiembre de 1810 se celebró el acto inaugural de las Cortes. Las Cortes de Cádiz abordaron una amplia tarea legislativa encaminada a terminar con las trabas económicas y sociales del Antiguo Régimen. Esa tarea legislativa puede resumirse en:
El 19 de marzo de 1812, las Cortes de Cádiz aprobaron la primera Constitución liberal española, fruto del compromiso entre liberales y absolutistas, que limitaba el poder real frente a los absolutistas y aprobaba la religión católica como religión oficial del Estado.
Se estableció la soberanía nacional, reconociendo que el poder residía en la nación. La defensa de la soberanía nacional fue realizada siguiendo las ideas de la Revolución Francesa y situando a las Cortes como representantes del pueblo junto al rey. Su aprobación dio lugar a una reforma liberal donde hay tres principios básicos del liberalismo:
El nuevo Estado es el modelo cuya principal manifestación política es la monarquía constitucional, que sigue el principio apuntado por Montesquieu de la división estricta de los poderes:
La Constitución de 1812 estuvo en vigor en tres periodos distintos:
Toda esta tarea no significó un triunfo definitivo de los liberales; el pueblo se sentía absolutista y, por ello, aclamará la llegada de Fernando VII como rey absoluto.
La Constitución de 1812 es una de las más importantes del constitucionalismo español debido a su carácter liberal, a que refleja los ideales de la burguesía y el liberalismo español, etc.
La Constitución del 12, o «la Pepa«, es un acto revolucionario en sí misma, pues acaba de un plumazo con el Antiguo Régimen, inaugurando el Nuevo Régimen.