Portada » Español » Cultura Venezolana: Influencias Indígenas, Africanas y Europeas en la Identidad Nacional
La cultura de Venezuela es el resultado de una fascinante mezcla de tres culturas principales: la indígena, la africana y la española. Las dos primeras, a su vez, poseían una gran diversidad cultural dependiendo de las diferentes tribus que las conformaban.
La transculturación y la asimilación fueron procesos clave que dieron forma a la cultura venezolana actual, la cual comparte muchas similitudes con el resto de América Latina. Sin embargo, las características únicas del entorno natural venezolano han generado importantes diferencias. La influencia indígena se manifiesta principalmente en el vocabulario y la gastronomía, mientras que la influencia africana se percibe en la música, especialmente en el uso del tambor. La influencia española, proveniente en su mayoría de las regiones de Andalucía y Extremadura, fue la más dominante, dejando su huella en la arquitectura, la música, la religión católica y el idioma. Un ejemplo palpable de esta influencia son las corridas de toros y gran parte de la gastronomía.
Durante el siglo XIX, Venezuela se vio enriquecida por corrientes culturales de origen antillano y europeo, particularmente de Francia. Más recientemente, en las grandes ciudades y regiones petroleras, se han incorporado manifestaciones culturales de origen estadounidense, así como de la nueva inmigración española, italiana y portuguesa. Este constante flujo de influencias ha contribuido a la complejidad del mosaico cultural venezolano. La influencia estadounidense, por ejemplo, se refleja en la popularidad del béisbol, el cine, el arte y la arquitectura moderna.
En este período, Venezuela comienza su inserción en el mercado internacional, lo que atrae capitales extranjeros que, en menos de una década, transforman la vida doméstica y la actividad económica. Se inauguran carreteras, cementerios, redes ferroviarias y acueductos. Se construyen edificios emblemáticos como el Capitolio de Caracas y el Teatro Municipal. Se promulgan cuatro códigos: comercial, penal, militar y de hacienda. Se establece el matrimonio civil y la educación primaria gratuita y obligatoria. Las ciudades, especialmente Caracas, experimentan un crecimiento y una transformación acelerados, con la aparición de teatros, clubes y plazas. Las costumbres y la cultura del pasado comienzan a cambiar, dando paso a nuevas ideas, valores y tipos de ciudadanos. Sin embargo, muchos de estos avances no se tradujeron en un verdadero desarrollo para todo el país, quedando solo en la fachada. No obstante, estos cambios marcaron el inicio de un proceso de ruptura con el pasado tradicional, lo que generó reacciones en los sectores más conservadores.
«Estos proyectos debieron enfrentar la realidad de otro proceso histórico, tan de peso como las acciones políticas y militares desplegadas por la élite de la capital para hacer sentir su presencia en la nueva República de Venezuela. Espacialmente el territorio no estaba integrado; coexistían -desde el punto de vista funcional- espacios articulados por economías agroexportadoras, cada uno de ellos con sus sectores económicos relacionados más con el exterior que entre sí o con Caracas; gobiernos provinciales relativamente autónomos que desde el principio se pronunciaron por el establecimiento de un sistema federal: en una palabra, «REGIONES HISTORICAS» dispuestas a hacer respetar su propio proceso, y aun capaces de reasumirlo y de llegar a la amenaza separatista.» (Urdaneta 1992:13).
En este contexto, la novela Zárate puede interpretarse como un contradiscurso de la modernización urbana de finales del siglo XIX. Representa un esfuerzo ideológico de los sectores conservadores por promover un sistema de orden público y privado, estructurado desde el campo como modelo de civilización. En Zárate, las imágenes de la nacionalidad se asimilan a la nación, principalmente, a través de la figura de la sociedad dominante. La perspectiva sobre la cual se construye la nación y la identidad nacional está íntimamente ligada a la nostalgia y la recuperación del pasado tradicional. La imagen de la nación imaginada se concentra en los signos y símbolos heredados de la cultura y las formas de vida adquiridas durante la colonia.
En Zárate se abordan dos períodos de la historia venezolana: el período paecista y el período guzmancista, quizás utilizando un mecanismo común en la época para «decir ocultando».
«Al igual que Bustillón y Zárate, el narrador se disfraza. En su intento de restablecer el orden de las palabras y las cosas incorpora a la escritura el rasgo que define al otro: la capacidad de ocultamiento, el empleo del disfraz» (Silva 1994:417).
En este juego ficcional del escritor, en esta dualidad que se construye para el imaginario social, se percibe una pretendida unidad nacional que el texto busca imponer. Desde la óptica narrativa de la modernización guzmancista, se podría interpretar que se le está diciendo al lector que la nación lo incluye a él también y que no es una ficción, sino la realidad. «El dominio de Guzmán Blanco representa la conciliación de los intereses antes contrapuestos y la finalización de las luchas civiles que ensangrentaron a Venezuela a lo largo de un extenso período histórico. El llamado Autócrata Civilizador introduce un profundo corte con el pasado, ya que la influencia de los viejos caudillos rurales se ha apagado» (Banko 1990 pág. 197).
Como mecanismo de representación de la nacionalidad, Zárate permite delimitar los territorios de la identidad que se le asocian, frente a aquellos de los que pretende distinguirse:
«En este sentido le correspondió a Antonio Guzmán jugar un papel decisivo: debía centralizar el poder del gobierno capitalino, fortalecer a los grupos de la región norcentral a través de ventajosos negocios, controlar a los caudillos regionales y debilitar a las élites regionales en cuanto a su autonomía económica y administrativa. Una vez alcanzadas estas metas, se podría llevar adelante lo que con propiedad se debería denominar el proyecto caraqueño… casi medio siglo que tardó en hacerse efectiva la integración política del territorio nacional constituye un indicador de los complicados vericuetos por los cuales discurría el proceso histórico venezolano en el siglo XIX…» (Urdaneta 1992 : 15 ).