Portada » Educación Artística » Técnicas y Recursos Dramáticos en la Obra de Buero Vallejo: Un Estudio de La Fundación
Las acotaciones son un elemento clave en el teatro de Buero Vallejo, pues sus obras están destinadas a la puesta en escena más que a la lectura. Las acotaciones más extensas se encuentran al inicio de cada una de las dos partes de La Fundación. La primera, que abarca más de dos páginas, describe meticulosamente el escenario irreal de la Fundación. Mientras que las de la segunda parte, especialmente en las del segundo cuadro, describen nítidamente el escenario de la cárcel. Así pues, las acotaciones proporcionan información sobre:
El llamado efecto de inmersión consiste en identificar al espectador con el punto de vista del protagonista, que sufre alucinaciones, a pesar de que no lo sepamos hasta muy avanzada la obra. Podríamos decir que el espectador es «engañado» por el autor, ya que el público ve lo que ve Tomás, y sólo descubre la realidad a medida que éste la descubre; sólo al final del cuadro primero de la segunda parte el escenario se presenta como lo que de veras es: la celda de una cárcel. A partir de este momento, el espectador descubre que su percepción de lo que estaba ocurriendo en el escenario era tan falsa como la del protagonista: también ha creído que era «real» algo ficticio. Esto lleva al espectador a preguntarse si, como Tomás, no estará viviendo en un error, en una «fundación», tras la que se ocultan otras realidades. El efecto de inmersión apunta, pues, hacia el mundo como algo engañoso, y por medio de esta técnica dramática Buero denuncia lo equívoco de nuestra sociedad y busca la comprensión hacia el delator, al que el público llegará a entender y perdonar. Son evidentes las referencias a La vida es sueño. Ahora bien, cuando la obra concluye vuelve a surgir toda la decoración de la idílica Fundación y la música de Rossini. Este final, como en otras obras de Buero, indica una apertura y una esperanza. Cuando el espectador sale del teatro sabe que todo está dispuesto para que la tragedia vuelva a empezar; en su mano está escoger si sigue en la «Fundación» o lucha contra ella en busca de la verdad. En definitiva, el hombre debe dudar de la condición real o ilusoria de todo lo que le rodea. Buero defiende la misma tesis que en otras muchas obras: la crítica es una necesidad constante del individuo para no caer en el engaño.
Buero busca intencionadamente la inconcreción, tanto geográfica como temporal. No se precisa en qué país ni época histórica se desarrolla la acción por dos razones. En primer lugar, porque podría haber ocurrido en cualquier lugar y en cualquier época; como denuncia Asel en la segunda parte de la obra, la falta de libertad, la pena de muerte o la tortura son males universales. En segundo lugar, para esquivar la censura, vigente durante la dictadura franquista (1939-1975).
La obra mantiene unidad de lugar, ya que toda la acción transcurre en un único espacio, aunque éste varíe a los ojos de los espectadores, al pasar de ser la habitación confortable de una fundación a la celda de una cárcel. Podríamos decir que el escenario está situado en la mente de Tomás o al menos que lo vemos a través de sus ojos, y es un elemento de importancia trascendental en el desarrollo de la historia, ya que el proceso mental que se produce en el personaje al ir acercándose a la realidad se refleja en la transformación paulatina del escenario. Así, los sillones se transformarán en petates, las librerías en paredes desnudas, etc.
Debemos hablar de tres tiempos:
En la obra no hay indicaciones temporales muy precisas, pero los cuatro «cuadros» en que se divide transcurren, sin saltos cronológicos internos, en pocos días:
Toda la obra comprende, pues, cuatro días o poco más, tiempo mínimo imprescindible para poder explicar el proceso mental que experimenta Tomás.
Este es el tiempo de la acción dramática, pero la historia abarca un tiempo más amplio. A medida que el protagonista va aproximándose a la realidad, se suministran al espectador los datos referentes al tiempo pasado y que explican la situación presente: la delación de Tomás, la condena a muerte, etc.
La obra no sigue la división tradicional en tres actos que se corresponden con presentación, nudo y desenlace, sino que se divide en dos partes, cada una a su vez con dos momentos, y prescinde de la división en escenas. La función de estas subdivisiones es fundamentalmente escenográfica: en cada una de ellas se producen cambios en la decoración en ese laborioso itinerario desde la fundación a la cárcel o desde la alucinación a la verdad en la mente de Tomás. La acción se inicia in medias res, sin poner al espectador o al lector en antecedentes sobre la locura de Tomás o la verdadera condición de sus compañeros. Y termina de forma abierta, con los carceleros llevándose a los dos supervivientes, sin que sepamos ni nosotros ni ellos, si los conducen al paredón o a las celdas de castigo, desde donde podrían intentar la fuga. La obra también presenta una estructura circular dado que la música que suena al principio es la misma que suena al final y el hecho de que reaparezca el «mayordomo» disponiendo las «suites» para futuros «huéspedes» nos lleva de nuevo a la situación inicial. La historia es suministrada al espectador con la misma lentitud con que la conoce el protagonista, a medida que éste va pasando de la ficción a la realidad, y se complica rápidamente al final al desvelarse los proyectos de fuga y la nueva existencia de un delator. En general, la acción no incluye muchas peripecias, al menos hasta el final, ya que se trata principalmente de un drama de situación. Durante toda la primera parte y casi todo el primer cuadro de la segunda, la acción se centra en el progresivo desmoronamiento del mundo inventado por Tomás y su sustitución por el real. Los únicos instantes de tensión son el descubrimiento del cadáver por los carceleros y la salida de Tulio para su ejecución. Hay otro nudo de acción al que apenas se alude en toda la primera parte, y que toma fuerza en la segunda: el proyecto de evasión a través de un túnel. De esta forma, en la segunda parte el centro de atención se desdobla y la tensión dramática se concentra en el último cuadro. Estos dos ejes de acción se entrecruzan y se yuxtaponen, y es Asel el desencadenante de ambas. Así, por ejemplo, la ocultación de la muerte del Hombre es planeada por Asel con una doble intención: por una parte, se puede aumentar la dieta de Tomás, lo que influye mucho en su recuperación; y, por otra parte, se espera que como consecuencia de hecho sean llevados a celdas de castigo desde donde puedan intentar la huida.