Portada » Historia » Orígenes y Evolución del Movimiento Obrero: Ludismo, Socialismo Utópico y Sindicalismo
En un primer momento, los cambios en el mundo del trabajo provocaron conflictos aislados e incluso motines. Empezaron a surgir asociaciones de trabajadores formadas sobre todo por oficiales artesanos en vía de proletarización. Ante la formación de sociedades obreras y las acciones colectivas, la intervención gubernamental adquirió un carácter represivo.
Las asociaciones obreras acabaron siendo prohibidas tanto en Francia como en Inglaterra. En paralelo se desarrollaron movimientos radicales, heredados de la Revolución Francesa, que propugnaban reformas democráticas y que reclamaban derechos y deberes. En las ciudades inglesas se impulsaron movilizaciones, marchas y concentraciones en las que participaron los trabajadores a favor de la reforma política y la abolición de leyes antiasociativas.
Cerca de Nottingham, el ejército reprimió en 1811 con violencia una manifestación de trabajadores que se quejaban porque les obligaban a trabajar más por el mismo salario. Por la noche, y como protesta, fueron incendiados más de 60 telares. Los luditas consideraban que las máquinas agredían los intereses de los trabajadores porque provocaban el paro y la disminución de los salarios. Con sus acciones pretendían negociar las condiciones de trabajo.
Se extendió a las regiones industrializadas de Inglaterra, y en el continente europeo hasta Alcoy y Barcelona entró en declive a partir de 1817.
Frente a la emergente sociedad capitalista, producida por la Revolución Industrial, se alzaron voces críticas que denunciaban las injusticias del nuevo sistema y que idearon otras formas de organizar la sociedad. Fueron propuestas innovadoras que, durante la primera mitad del siglo XIX, configuraron lo que se denominaría como el socialismo utópico. Los modelos sociales que propugnaban y los medios para llevarlos a cabo presentan diferencias.
Con la experiencia de su lucha y el soporte de las ideas del socialismo utópico, los obreros sintieron la necesidad de crear organizaciones propias, independientes de los grupos burgueses. Así se fueron constituyendo agrupaciones estables de trabajadores. Estas sociedades empezaron a formular alternativas a la sociedad capitalista.
El primer tipo de organización obrera fueron las Sociedades de Socorro Mutuo, a menudo clandestinas. Actuaban como sociedades de resistencia y estaban, en muchas ocasiones formadas por antiguos artesanos. Ayudaban a los trabajadores en caso de enfermedad o paro y organizaron las primeras huelgas gracias al cobro de cuotas que permitían crear cajas de resistencia.
Pronto se planteó la necesidad de coordinar a todos los sindicatos de un país. Hubo distintos intentos entre los cuales destaca en Inglaterra la creación de la Asociación Nacional para la Protección del Trabajo, 1830, formada por asociaciones de la construcción, textiles, metalúrgicas y mineras. Apoyaban la campaña a favor de la reforma electoral que incorporase el sufragio universal, pero no se consiguió.
El fracaso de la acción política acabó con la Asociación, abrió un periodo de discusiones que llevaron a la formación en 1834, a nivel nacional, de la Great Trade Union (GTU). Esta organización agrupó a la mayoría de sindicatos y alentó la creación de cooperativas. La reacción del gobierno, de los empresarios y el fracaso de las cooperativas acabó con la GTU.
Es el movimiento obrero que se organizó alrededor de un proyecto político propio. La persecución a la que fueron sometidos sus miembros convenció a los dirigentes obreros de la necesidad de participar en política para poder cambiar las leyes y poder intervenir en las relaciones laborales.
En 1836, un grupo de obreros fundó una asociación que elaboró la Carta del Pueblo, 1838. Los objetivos del movimiento cartista eran: sufragio universal masculino y secreto, reunión anual del legislativo. Para poder presentar estas peticiones al parlamento recogieron firmas. La Carta fue rechazada por el Parlamento y los cartistas no consiguieron imponer sus objetivos.
En 1848 el protagonismo obrero se desplazó desde Inglaterra al continente, donde se halló, en la Revolución de París, un punto de inflexión para el futuro del movimiento obrero.
La experiencia del fracaso llevó a las asociaciones obreras a plantearse si una república burguesa podría asumir los intereses de los trabajadores o si era necesaria una alternativa obrera. Así se cuestionó el sentido de la acción política y sindical, y se abrieron las puertas a nuevos planteamientos doctrinales poniendo fin a la actuación interclasista desarrollada hasta entonces.
El marxismo toma el nombre de Karl Marx quien, junto a Friedrich Engels, a mediados del siglo XIX, calificaron el primer pensamiento socialista de utópico y elaboraron una teoría que era un programa de acción para cambiar la sociedad: el socialismo científico. Su corpus doctrinal tuvo un primer referente en el Manifiesto Comunista, publicado en Londres en vísperas de la revolución de 1848. El marxismo se asienta sobre tres grandes ejes:
No tiene un cuerpo tan homogéneo. Todas sus propuestas critican la sociedad capitalista y proponen un modelo alternativo basado en la ausencia de la autoridad.
Estos dirigentes configuraron un ideario libertario que proponía la anarquía como modelo de sociedad.
La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) fue creada en Londres en 1864 por delegados de asociaciones obreras inglesas, francesas y emigrantes políticos italianos y alemanes. Posteriormente incorporó sociedades obreras de distintos países y personalidades involucradas en la lucha social. Se organizó en secciones nacionales y tenía un Consejo General dirigido por Marx, que redactó los estatutos y el manifiesto inaugural donde se establecían sus principios básicos.
La emancipación de la clase obrera debía ser obra de los trabajadores, que conquistarían el poder político para acabar con la sociedad burguesa e implantar el socialismo. Los primeros congresos de la AIT se celebraron en Ginebra, Lausana y Bruselas. Se adoptaron acuerdos para impulsar las movilizaciones obreras en cada país y se definieron unas medidas que influyeron en las reivindicaciones obreras. Estos acuerdos no impedían la existencia de discrepancias internas que llevaron al enfrentamiento abierto desde 1869 entre Marx y Bakunin.
Las delegaciones de los países más industrializados apoyaban las ideas de Marx y las de los países más agrícolas, daban apoyo a las tesis bakuninistas.
A partir de 1868, la Internacional vivió con preocupación la creciente tensión política y militar entre Francia y Alemania, e hizo un llamamiento al movimiento obrero que mostrara la clara oposición a la guerra. Pero el conflicto estalló en julio de 1870. Francia fue derrotada en la batalla de Sedán y el ejército alemán llegó a las puertas de París, lo cual provocó el hundimiento del Imperio de Napoleón III que quedó prisionero en Bismarck. Se formó en 1871 un gobierno encabezado por Thiers de carácter conservador que preparó la capitulación ante los alemanes. Las clases populares de París no aceptaron ni al gobierno ni sus intenciones y se produjo una insurrección popular. El gobierno tuvo que abandonar la ciudad y refugiarse en Versalles.
Para poder organizar la defensa frente a los alemanes se realizaron más elecciones que llevaron a la constitución de la Comuna de París: un gobierno popular que correspondía al ideal de una república democrática y social.
En mayo, las tropas de Versalles y los prusianos consiguieron tomar París. El bombardeo sobre la ciudad se inició el 1 de mayo y el 21 la ocuparon definitivamente tras una semana de lucha. La represión fue durísima, el obrerismo francés quedó desarticulado y tardaría años en recuperarse.
El enfrentamiento ideológico entre Bakunin y Marx estaba incubando una crisis en la AIT, que la guerra franco-prusiana y la derrota de la Comuna precipitaron de forma irreversible. La participación de los internacionalistas en la Comuna de París había sido minoritaria, pero la AIT fue ilegalizada en la mayoría de países y sus miembros resultaron perseguidos.
La ruptura entre los dos sectores se formalizó en el Congreso de la Haya, 1872, cuando la mayoría ratificó la decisión de proceder a la formación de partidos obreros nacionales como nueva forma de organización propia del proletariado. Los bakuninistas no aceptaron la resolución, fueron expulsados y formaron una nueva organización.
La AIT muy debilitada se trasladó a Nueva York, donde perduró hasta 1876, año en el que se disolvió. Se había consolidado la primera gran escisión en el movimiento obrero entre marxistas y anarquistas.
En definitiva, la AIT puso las bases para la creación futura de partidos socialdemócratas.