Portada » Filosofía » Antropología Filosófica y Ciencias Humanas: Una Relación Necesaria
Existen muchas ciencias humanas y una multiplicidad de antropologías. La antropología filosófica (AF) levanta suspicacias tanto en los filósofos como en los científicos. Entre los filósofos, porque muchas veces bajo ese nombre se hace historia de la filosofía, y otras, clases de antropología. Entre los científicos, porque creen que el saber del ser humano se construye con la ciencia, y que hoy en día carece de sentido hablar de antropología filosófica. Consideran una contradicción que, si es antropología, no puede ser filosófica. Por ello, la AF tiene que definirse en relación tanto con la filosofía como con la antropología científica. Si tiene que haber una antropología que no sea científica, significa que, además de la ciencia y de la religión, la filosofía también tiene algo que decir sobre el hombre.
El antropólogo científico debe tener una idea muy clara de los límites de su propia ciencia y no sacar conclusiones generales y filosóficas de sus estudios, excediendo el campo científico. La ciencia no nos puede decir qué es el hombre.
Una razón de que el ser humano no se pueda reducir a lo que digan las ciencias es que éstas solo ven lo que los humanos han sido o son, pero en los hombres anida la posibilidad de un futuro distinto. En la AF del siglo XX ha predominado una postura negativa respecto a las antropologías científicas. La mayoría de los autores parten de la descalificación del saber científico sobre el hombre. Un serio problema es que quienes hacen AF suelen mostrar una ignorancia de las ciencias humanas y de la antropología científica, que los incapacita para decir algo válido sobre el ser humano. Otro problema es el aspecto abstracto del ser humano que muestran esas AF, que prescinden de la realidad material y desconectan al hombre de las condiciones históricas concretas y las relaciones sociales en las que se forma.
Un saber filosófico sobre el hombre no debe definirse negativamente frente a las ciencias, sino que debe partir de la necesidad y de la inevitabilidad de esos conocimientos científicos. Hoy, para elaborar una interpretación sobre el hombre, se ha de acudir a todas las ciencias y saberes que tienen su objeto en diversos aspectos del hombre. Eso supone que las claves del ser humano, en cuanto a lo que es, están en la ciencia. Las ciencias han progresado en explicar qué es el hombre y desmontando falsas ilusiones, y hay que tener en cuenta lo que nos dicen para comprendernos.
Un valor muy importante de la ciencia es ser consecuente con ese movimiento implacable de destronamiento y humillación del orgullo del ser humano. Las ciencias nos dicen que lo que es el hombre no está en sí mismo, sino en lo otro, en la naturaleza y en la sociedad. En la Edad Moderna arranca la progresiva cascada de humillaciones del hombre.
Explicar lo humano, que es el objeto de las ciencias humanas, es disolverlo en los hechos de la naturaleza y de la sociedad, y ver que, detrás del pensamiento del ser humano, de su lenguaje, sus motivaciones, ilusiones… están, por un lado, la sociedad que se los ha transmitido, y por otro, el cerebro humano, máquina cuyo fin parece ser asegurar la supervivencia del código genético. Pero hay que admitir que lo propio de las ciencias no es hablar del hombre, el cual, para ellas, queda disuelto en los objetos de estudio. Las ciencias dejan de hablar del hombre para hablar de lo que saben: del lenguaje, el comportamiento, la cultura… Son ciencias humanas en ausencia de lo humano del ser humano, porque para ellas no existe. Pero el ámbito de lo humano no puede reducirse a los hechos, no puede reducirse a lo que es. Y ahí entra la AF.
Un modo de articular la AF con la ciencia es desde la vertiente del ser humano como proyecto. El ser humano es el conjunto de sus determinaciones biológicas, psicológicas y sociales, que la ciencia debe explorar e investigar, pero es también a la vez un proyecto a partir de lo que es, o sea, que es capaz de desmarcarse de lo que es, de ir más allá del comportamiento pautado de la tradición. No es sólo lo que es, sino que también transciende lo que es hacia lo que no es. Cualquier proyecto del ser humano que no tenga en cuenta las determinaciones biológicas, económicas, sociales, políticas, lingüísticas, carece de sentido. Los problemas del ser humano son problemas en los que laten preguntas que no se responden desde las ciencias humanas. Frente al cómo de las ciencias humanas, la filosofía añade el para qué al que ya no responde el saber objetivo. La ciencia responde qué somos. La filosofía pregunta quién somos.
La AF es, por tanto, un saber sobre el proyecto humano: sobre la indeterminación, la trascendencia o la mismidad del hombre, de ese hombre que anida en el escenario natural y social que lo constituye como ser.
Otro modo de articular la AF con la ciencia es la evaluación del sentido. Un aspecto básico de todo conocimiento del ser humano es el deseo de comprender a los humanos. Las ciencias humanas tratan de formular, expresar y transmitir el sentido que el ser humano se da a sí mismo y los proyectos que los hombres tratan de plasmar en la realidad. La antropología explica las culturas como sistema de reproducción de la vida social y modos de comprender el mundo y la vida humana.
Las ciencias humanas son, ante todo, conocimiento de cómo los seres humanos interactúan y resuelven los problemas. El objetivo de la AF es el proyecto de una humanidad universalmente emancipada y el camino es la crítica de las condiciones fácticas del sentido humano.