Portada » Lengua y literatura » Federico García Lorca y Miguel Hernández: Dos Pilares de la Literatura Española
Lorca afirmaba: «Si es verdad que soy poeta, lo soy por la gracia de mi trabajo». Su obra se caracteriza por un afán constante de perfeccionamiento.
Los temas principales en la obra de Lorca son la frustración, el destino trágico, la esterilidad, la imposibilidad de realización personal y la muerte.
Publica Canciones, Suites y Poemas del Cante Jondo, donde predomina el elemento andaluz. Los temas centrales son el dolor y la muerte, y se identifica lo popular con lo culto. Emplea versos de arte menor, de estilo conciso.
Escribe Romancero Gitano, donde se inclina por la tipología gitana. Simpatiza con los marginados y segregados, sintiéndose identificado con ellos, y eleva el mundo gitano a la categoría de tema literario, con un destino trágico. Los personajes están marcados por la frustración o abocados a la muerte. Hay un solo personaje real: la pena, que impregna toda la obra. Se observa una fusión entre lo culto, lo vanguardista y lo popular. El romance recupera con Lorca su antiguo brillo, y aparecen las metáforas más audaces y las expresiones más directas. Las imágenes inesperadas y chocantes recuerdan a la vanguardia.
En 1929, escribe Poeta en Nueva York, de carácter surrealista. Describe un mundo deshumanizado y tentacular, donde el poeta se rebela y desahoga. Aborda temas como el dinero, el desequilibrio del hombre con la máquina y la marginación de los negros, a quienes Lorca considera símbolos de lo más puro, inocente y primitivo.
En este libro, se aprecia la influencia del surrealismo, con el uso del verso libre e imágenes alucinantes y vanguardistas con las que construye visiones apocalípticas.
Escribe Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, que sigue la línea de las elegías. Esta elegía combina lo popular y lo culto, el verso largo, y se funde con el romance o el ritmo de la soleá, alternando imágenes surrealistas.
Posteriormente, escribe Diván del Tamarit, un libro con reminiscencias de la poesía arábigo-andaluza.
En 1936, escribe Sonetos del Amor Oscuro, que alude a su condición sexual, y con estos sonetos vuelve a la tradición sonetista de nuestra cultura.
Lorca es uno de los renovadores del teatro de la primera mitad del siglo XX, junto a Valle-Inclán. Los temas de su teatro son semejantes a los de su poesía: el deseo imposible, el conflicto entre la realidad y el deseo, y la frustración, que se manifiesta de dos formas: una metafísica y otra social, relacionada con las apariencias, los prejuicios y el concepto de casta. También aborda la esterilidad.
En su concepción del teatro, conviven la dimensión humana y la estética, la poesía y la realidad. Su teatro se aleja del teatro convencional, que desprecia el verso. Crea el grupo de teatro La Barraca, un proyecto didáctico que pretende dar a conocer a los pueblos de España a los autores clásicos.
Lorca admira a los clásicos, el teatro popular y el de títeres. Conoce profundamente la tragedia griega, a Shakespeare y el teatro de vanguardia. Cultiva todos los géneros: farsa, teatro de signos, tragedia y teatro surrealista.
Mezcla verso y prosa. Más tarde, reserva el verso para los momentos clave, climáticos y más líricos de las obras, como en Yerma, La Casa de Bernarda Alba o Bodas de Sangre.
Da mucha importancia al diálogo vivaz y chispeante. Utiliza símbolos, metáforas, comparaciones, y presenta fuertes connotaciones, hallazgos verbales e imágenes de todo tipo.
Escribe El Maleficio de la Mariposa, Títeres de Cachiporra, La Zapatera Prodigiosa y El Retablillo de Don Cristóbal.
Refleja el regreso de Nueva York y la crisis vital relacionada con su homosexualidad. En cuanto a lo estético, cultiva la estética surrealista. Aparecen sus «comedias imposibles», como El Público, donde acusa a la sociedad de la represión homosexual.
Así que Pasen Cinco Años aborda el tema de la frustración íntima y de los sueños.
En esta etapa, su producción aúna rigor estético y alcance popular. Pertenecen a este periodo los dramas y las tragedias rurales.
La mujer ocupa un lugar central, como protagonista o título de la obra, y representa la inocencia y la pasión.
Destacan Doña Rosita la Soltera o el Lenguaje de las Flores y las tres tragedias rurales: Bodas de Sangre, Yerma y La Casa de Bernarda Alba.
Miguel Hernández representa un puente entre la Generación del 27 y la poesía española posterior a la guerra.
Comparte con la Generación del 27 el amor por los clásicos y la poesía gongorina. También cultivó una poesía humana, alejada de la deshumanización del arte de Ortega y Gasset, y al mismo tiempo tiende un puente hacia una poesía centrada en el hombre.
Nadie lo superó en fuerza humana, arrebato emocional, sentimiento primitivo y recíproco.
Es un poeta dotado que conjuga la fuerza de la inspiración con el arte más riguroso, el arranque popular y el dominio de la técnica más diestra.
Su tono es apasionado y humanista, y se diría que la palabra brota directamente de su corazón.
Hay un equilibrio entre emoción y contención; es decir, controla el desbordante impulso emotivo con la razón, sometiéndolo a una sintaxis rigurosa y a una métrica encorsetada.
En su obra está presente un tríptico temático sobre la vida, el amor y la muerte. El amor amenazado, la vida amenazada por los presagios de la muerte.
Su primer libro es Perito en Lunas, compuesto de 42 octavas reales. Se percibe la moda gongorina y una elaboración metafórica deslumbrante y hermética.
Alcanza su plenitud con El Rayo que no Cesa, un libro compuesto en gran parte por sonetos, donde el rayo simboliza la pena que se clava en su corazón y tiñe todo con presagios de muerte. Hay un vitalismo trágico en todo el libro. Se compone casi en su totalidad de sonetos, molde estrófico que favorece el equilibrio entre desbordamiento y emoción. El artificio queda oculto tras la manera telúrica de la palabra. El libro contiene la «Elegía a Ramón Sijé». Sus tercetos encadenados descubren la profunda pena ante la muerte de un amigo.
Comienza la Guerra Civil y Miguel Hernández milita en el bando republicano. Empieza una poesía de compromiso social y bélico. Su poesía es ahora de combate. Aparecen poemas muy emotivos, como «Andaluces de Jaén» o «El Niño Yuntero», recogidos en su libro Viento del Pueblo, así como la canción «Canción del Esposo Soldado». El Hombre Acecha es otra de sus obras de esta época. En la cárcel compone Cancionero y Romancero de Ausencias, donde depura su experiencia y se inspira en la lírica popular. La métrica es adelgazada, con versos cortos y ritmos populares. El libro habla de su esposa e hijo, escrito desde la cárcel. Encontramos desnudez en la forma. Aquí aparecen las famosas «Nanas de la Cebolla».