Portada » Filosofía » Ética, Conocimiento y Alma: Un Recorrido por el Pensamiento de Platón y Aristóteles
Aristóteles plantea que el problema de la moral consiste en cómo alcanzar la felicidad (eudaimonía), que define como el fin último de la vida humana. Para él, la felicidad no es un estado pasivo, sino una actividad que se realiza en armonía con la virtud. En su obra Ética a Nicómaco, explica que las virtudes no son inherentes al ser humano, sino que se adquieren mediante la práctica constante. Además, define la virtud como el término medio entre dos extremos viciosos: el exceso y el defecto. Este «justo medio» es guiado por la razón y debe adaptarse a las circunstancias de cada situación. A diferencia de Platón, Aristóteles no conecta la moral con un mundo trascendente, sino que la considera una práctica concreta e individual. Sin embargo, también subraya la importancia del entorno social y político para la vida ética, pues considera que el ser humano es un «animal político» que sólo puede desarrollarse plenamente dentro de una sociedad bien organizada. Por ello, la moral no es únicamente una cuestión personal, sino también social. En conclusión, Aristóteles entiende la virtud como una disposición adquirida a través de la razón y la práctica, que conduce al bienestar individual y al fortalecimiento de la comunidad.
Para Platón, la realidad y el conocimiento se dividen en dos niveles fundamentales: el mundo sensible y el mundo inteligible, cada uno con características muy distintas. El mundo sensible es aquel que percibimos a través de los sentidos, es decir, todo lo que vemos, tocamos, escuchamos o experimentamos físicamente. Este mundo está marcado por el cambio constante, la imperfección y la temporalidad. Por ejemplo, un objeto como una flor puede marchitarse, cambiar de forma o desaparecer, lo que demuestra que nada en este nivel es permanente. Según Platón, el conocimiento que obtenemos de este mundo no es fiable ni verdadero, ya que se basa en percepciones superficiales o creencias momentáneas que no explican la esencia real de las cosas.
En contraste, el mundo inteligible es el ámbito de las ideas o formas, que Platón considera realidades perfectas, eternas e inmutables. Estas ideas no pueden percibirse con los sentidos, sino que solo se comprenden mediante el uso de la razón y el pensamiento. Por ejemplo, detrás de todos los objetos bellos que podamos ver, como una obra de arte o un paisaje, existe la idea eterna de la belleza en sí misma, que no cambia y que es la verdadera esencia de lo que entendemos como «bello». Para Platón, este mundo de ideas es la base y la explicación de todo lo que existe en el mundo sensible, como si las cosas que vemos fueran meras copias o reflejos de estas realidades más profundas.
El verdadero conocimiento, según Platón, no se obtiene observando con los sentidos, sino mediante un proceso intelectual en el que se asciende desde las apariencias particulares y cambiantes del mundo sensible hasta las verdades universales y eternas del mundo inteligible. Esto implica superar las limitaciones de lo que percibimos físicamente y buscar, a través de la razón, las ideas que explican y fundamentan toda la realidad. Solo al alcanzar este nivel de comprensión podemos entender plenamente el mundo y obtener un conocimiento auténtico.
Platón y Aristóteles desarrollaron visiones diferentes sobre el alma. Para Platón, el alma es inmortal y existe separada del cuerpo, al que considera una prisión que limita su verdadero propósito: alcanzar el conocimiento puro en el mundo de las Ideas. Según él, el alma pertenece a un plano superior e inmaterial y debe liberarse del cuerpo para regresar a ese mundo ideal. Además, divide el alma en tres partes:
Esta división muestra la lucha interna entre razón, emociones e instintos. Por su parte, Aristóteles plantea una visión más práctica y unitaria. Según su teoría del hilemorfismo, el alma es la forma del cuerpo, lo que le da vida y organiza sus funciones. Para él, el alma y el cuerpo son inseparables: cuando el cuerpo muere, el alma deja de existir. Clasifica el alma en:
La principal diferencia es que Platón defiende un dualismo estricto entre cuerpo y alma, mientras Aristóteles los concibe como una unidad. Sin embargo, ambos coinciden en que el alma define al ser humano: Platón la relaciona con un mundo trascendente, y Aristóteles, con el desarrollo práctico en el mundo sensible.
En conclusión, Platón y Aristóteles coinciden en que el alma es esencial para definir al ser humano, pero difieren en su relación con el cuerpo. Platón ve al alma como inmortal, separada y orientada hacia un mundo trascendente, mientras que Aristóteles la concibe como inseparable del cuerpo, enfocada en sus funciones vitales y racionales dentro del mundo sensible. Estas diferencias reflejan las bases idealistas de Platón y el enfoque práctico de Aristóteles.
El problema de la realidad según Platón se refiere a la distinción entre el mundo sensible (el mundo que percibimos con los sentidos) y el mundo de las Ideas o Formas (un mundo trascendente y perfecto que solo se puede conocer con la razón).
Platón sostiene que lo que vemos en el mundo sensible es solo una copia imperfecta de las Ideas o Formas ideales, que son eternas, inmutables y perfectas. Por ejemplo, la belleza que percibimos en el mundo material es solo una manifestación imperfecta de la Idea de la Belleza que existe en el mundo de las Ideas. Así, las cosas en el mundo sensible participan de las Formas, pero no son las Formas mismas.
El problema es que, según Platón, las cosas sensibles no pueden ser el verdadero ser, porque están en constante cambio y son corruptibles. Las Formas, por otro lado, son perfectas, eternas y no están sujetas al cambio. Esto plantea la cuestión de cómo podemos conocer algo que no se encuentra en el mundo sensible, lo que Platón resuelve a través de la teoría del conocimiento basada en la rememoración (el alma humana conoce las Ideas desde antes de nacer y solo necesita recordar esas verdades al contemplar el mundo sensible).
Por lo tanto, el problema de la realidad en Platón es cómo conciliar el mundo sensible, cambiante e imperfecto, con el mundo de las Formas, perfecto y eterno. La realidad última para Platón no está en el mundo físico, sino en el mundo de las Ideas, lo que lo distingue profundamente de la visión de Aristóteles, quien sostiene que las Formas son inmanentes en la realidad sensible.
El arché es el principio o causa fundamental de todas las cosas, el origen o la sustancia primaria de la que surge todo lo demás en el universo. Para los presocráticos, el arché es lo que da origen al cosmos y explica la naturaleza de la realidad. Cada filósofo tenía una propuesta distinta sobre cuál era ese principio fundamental.
Tales de Mileto fue uno de los primeros filósofos griegos en proponer que el agua es el arché o principio fundamental del universo. Para Tales, el agua era el elemento primordial, ya que pensaba que todo lo vivo depende del agua y que el cosmos tiene su origen en ella. Esta es una visión materialista, ya que busca un principio físico que explique todo lo existente.
Pitágoras tenía una visión más abstracta. Para él, el número es el principio fundamental de la realidad. Creía que todo en el universo puede ser explicado mediante relaciones numéricas y que la esencia del mundo es matemática. Pitágoras consideraba que el cosmos está regido por armonías y proporciones matemáticas, lo que refleja una visión más idealista que la de Tales, ya que lo fundamental no es un elemento material, sino abstracto.
Demócrito, en cambio, fue el fundador del atomismo. Según él, el arché de todo lo que existe está en los átomos, pequeñas partículas indivisibles que se combinan de diversas formas para formar la realidad. Aunque compartía con Tales la idea de un principio material, su visión era más compleja, ya que los átomos son eternos e inmutables, y el cambio en el mundo es simplemente el movimiento y la combinación de estos átomos.
Relación: Los tres filósofos buscan identificar un principio único y fundamental para explicar el origen y la naturaleza de la realidad, pero lo hacen desde diferentes perspectivas. Tales ve todo como derivado del agua, Pitágoras lo hace a través de los números y las proporciones matemáticas, y Demócrito lo hace mediante los átomos.
Diferencias: La diferencia clave está en el tipo de principio que proponen: Tales se centra en lo material, Pitágoras en lo abstracto y numérico, y Demócrito en lo físico, pero desde la perspectiva de las partículas invisibles e indivisibles.
La teoría hilemórfica de Aristóteles sostiene que todas las cosas están compuestas por dos principios fundamentales: materia (hyle) y forma (morphé). La materia es el sustrato o base de la realidad, aquello que tiene potencialidad o la capacidad de ser transformado en diferentes formas. La forma es lo que organiza esa materia y le da estructura, determinando lo que una cosa es, su esencia.
La importancia de esta teoría radica en que Aristóteles propone una visión más integradora de la realidad que resuelve el conflicto entre el materialismo y el idealismo. A diferencia de Platón, que veía las formas como entidades separadas y abstractas, Aristóteles sostiene que las formas son inmanentes en la materia. Es decir, no existen por sí solas en un mundo aparte, sino que solo se realizan y se actualizan a través de la materia en el mundo sensible.
Además, Aristóteles introduce el concepto de potencia y acto para explicar el cambio. La materia, en potencia, tiene diversas posibilidades de ser transformada, pero es la forma la que la actualiza, dándole una forma concreta. Esto permite explicar cómo algo puede cambiar sin perder su esencia.