Portada » Lengua y literatura » Claves para entender las obras maestras de la literatura española: El Quijote, Los Pazos de Ulloa y La Celestina
Dentro de la clasificación de narradores, encontramos la figura del narrador transcriptor. Este, aunque narra en primera persona, actúa como un mero transmisor de los hechos de otro personaje. Al no haber participado activamente en la historia, apenas llama la atención sobre sí mismo. Un ejemplo de este tipo de narrador lo encontramos en Don Quijote de la Mancha, donde el propio Cervantes utiliza en ocasiones la primera persona («… de cuyo nombre no quiero acordarme…»), a pesar de no ser un personaje de la historia.
El Quijote se compone de dos partes, cada una precedida por un prólogo: la Primera Parte (1605) y la Segunda Parte (1615).
Es importante reconocer la autonomía y singularidad de cada una de estas partes, a diferencia de la imagen tradicional de El Quijote como un solo libro. Además, si consideramos la teoría de que Cervantes inicialmente pretendía escribir una novela corta al estilo de sus Novelas ejemplares, cuya extensión abarcaría los seis primeros capítulos de la Primera Parte (correspondientes a la primera salida de don Quijote), la complejidad de la composición de la obra se hace aún más evidente.
Estructuralmente, ambas partes de El Quijote guardan una relación innegable con el género del libro de caballerías, tanto desde el punto de vista interno como externo. Al igual que en estos, Cervantes narra las aventuras de su protagonista a través de un relato itinerante. Don Quijote abandona su hacienda en tres ocasiones, regresando a ella otras tantas. La diferencia fundamental de la Segunda Parte radica en la evolución de los personajes y los acontecimientos, en relación con el conocimiento que estos tienen de la Primera Parte de El Quijote, e incluso del Quijote de Avellaneda.
La locura de don Quijote también experimenta una evolución en la Segunda Parte. Mientras que en la Primera Parte sufre alucinaciones relacionadas con el mundo de la caballería, en la Segunda Parte, los personajes, conocedores de su comportamiento, intentan hacerle creer situaciones inexistentes, basándose en la experiencia de la Primera Parte. Don Quijote se presenta como un personaje conocido, incluso por sí mismo, al igual que su escudero. Esta innovación narrativa aporta credibilidad y realismo a la obra.
Es interesante observar cómo a lo largo del libro se produce una inversión de la situación común en la novela, lo que ha llevado a hablar de la sanchificación de don Quijote y la quijotización de Sancho. Mientras el espíritu de Sancho asciende de la realidad a la ilusión, el de don Quijote declina de la ilusión a la realidad. El cruce de estas dos curvas tiene lugar en la tristísima y cruel aventura en la que Sancho encanta a Dulcinea.
Aunque Avellaneda no hubiera escrito su Quijote apócrifo, Cervantes habría continuado escribiendo una Segunda Parte, ya que dejó el camino preparado al especular sobre una supuesta tercera salida de don Quijote hacia Zaragoza en el último capítulo de la Primera Parte. Sin embargo, la publicación del Quijote de Avellaneda provocó cambios y referencias que enriquecieron y dieron originalidad a la Segunda Parte del libro.
Cervantes conocía la tendencia de los autores de libros de caballerías a dejar inconclusas sus historias. Por eso, él siguió esas pautas, pero, previendo que lo que le había sucedido con Avellaneda pudiera repetirse, al final de su Segunda Parte de El Quijote decide dar muerte a su protagonista, cerrando definitivamente su relato.
Los Pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán se desarrolla en diversos espacios. El primer lugar que encontramos es el camino real de Santiago a Orense, por donde Julián se dirige hacia los Pazos. Julián viene de Cebre, es decir, de la ciudad. Los Pazos constituyen el lugar principal de la obra, ya que la mayor parte de la acción transcurre allí.
La casa del marqués es descrita con detalle por la autora, quien nos va mostrando las diferentes habitaciones a lo largo del relato. Entre los lugares más destacados se encuentran el comedor, con sus muebles viejos y sucios; la cocina, caracterizada por la suciedad y el desorden; y la biblioteca, que Julián organiza en uno de los primeros capítulos.
La casa del tío del marqués también juega un papel importante en la historia, ya que el marqués pasa un tiempo allí con sus primas. Otros lugares menos significativos son la casa de Limioso, el lugar donde Perucho se lleva a la niña, etc.
La autora destaca la contraposición entre el campo y la ciudad, describiendo a los personajes según su lugar de origen, tal como se hacía en el Realismo y el Naturalismo, donde el medio condiciona a los personajes.
Por ejemplo, Manuel (el tío) se presenta como un personaje de ciudad: más sedentario, con aversión a la caza y modales más refinados.
En cambio, el marqués destaca como un personaje de campo: más bruto, amante de la caza y todo lo relacionado con el campo, y menos educado.
Calisto, personaje de La Celestina de Fernando de Rojas, constituye una parodia de las características del amor cortés y de su mayor representante literario durante el final de la Edad Media.
El amor cortés se caracteriza, frecuentemente, por ser un amor adúltero y, por tanto, secreto. El poeta oculta el objeto de su amor sustituyendo el nombre de la amada por una palabra clave (senhal) o seudónimo poético.
Calisto subvierte todas las características del amante cortés ideal, que no era otro que Leriano. En primer lugar, es atrevido y temerario en su primer diálogo con Melibea, a quien le expone sus intenciones abiertamente, sin guardar ninguna espera callada. No tiene reparo en hacer públicos los favores que va recibiendo de Melibea, contraviniendo el obligado secreto amoroso (quiere salir a la calle con el cordón de su amada y no tiene reparo en permitir la presencia de Lucrecia durante sus citas). En estas, Calisto se comporta de forma atrevida y alocada, no decorosa. No hay espiritualidad platónica en el deseo de Calisto hacia Melibea. Tan solo en su reclusión inicial Calisto se comporta como un amante cortés que padece la enfermedad de amor.
Calisto se muestra en todo momento como un esclavo de sus pasiones, pero lleno también de impulsos egoístas. Olvida incluso sus obligaciones de señor, malpagando a sus criados y apartándolos de su conciencia cuando son ajusticiados. Es paradójico que Calisto muera queriendo socorrer a sus nuevos criados, cuando ha olvidado lo propio con Pármeno y Sempronio.
Este cuento narra la visita de la protagonista a unos amigos, Josefina y Alberto, dos años después de su última visita. Estos tienen un niño enfermo, que la dejó confundida con extrañas palabras durante su última visita, y la explicación de estas palabras da inicio al cuento.
Durante el encuentro, Josefina y Alberto no se muestran muy felices de verla y actúan de forma extraña, especialmente al hablar de su hijo. La protagonista descubre que el niño vive aislado del mundo exterior, hasta el punto de haber creado su propio lenguaje. No entiende por qué sus padres lo aíslan, pero percibe que él quiere escapar e intenta facilitarle este proceso.
Cuando llega el momento de la fuga, le sucede algo extraño y no puede llevarla a cabo. Debido a las extrañas circunstancias, la protagonista decide huir. En el camino, se encuentra con el coche que se supone que la debe llevar a su casa. El conductor le habla de esa gente y pregunta por su hijo, y aquí termina el cuento.