Portada » Historia » Cronología y Desarrollo de la Guerra Civil Española: Batallas Clave y Evolución Política
La batalla de Madrid se presentó como un punto de inflexión crucial al inicio de la guerra en noviembre de 1936. Los sublevados avanzaron con relativa facilidad, lo que llevó al gobierno de Largo Caballero a trasladarse a Valencia, anticipando la caída de la capital. En Madrid, se formó una Junta de Defensa, liderada por el General Miaja y el teniente coronel Rojo, quienes organizaron la defensa con el apoyo de las Brigadas Internacionales. Los intentos de tomar Madrid se produjeron por la carretera de Extremadura y por Guadalajara.
Los fracasos en la batalla de Madrid obligaron a Franco a reorientar sus objetivos hacia el frente norte, en la Cornisa Cantábrica, una zona rica en recursos mineros e industriales. La ofensiva en el norte culminó con la toma de Bilbao (junio de 1937), Santander (agosto) y Gijón (octubre). En Asturias, los mineros resistieron en las montañas, adoptando tácticas de guerrilla conocidas como maquis.
Las batallas de Brunete (cerca de Madrid) y Belchite (en Aragón) fueron iniciadas por el gobierno republicano, que contaba con cierto respaldo económico y la ayuda militar de la URSS. En Belchite (agosto de 1937), el ejército republicano intentó llegar a Zaragoza, pero la ofensiva fracasó. La República se concentró entonces en la recuperación de Teruel, lograda a principios de 1938. Sin embargo, las tropas franquistas recuperaron la ciudad un mes después, generando desánimo entre los republicanos. Mientras el presidente Negrín abogaba por resistir, otros sectores consideraban la posibilidad de negociar la paz.
La Batalla del Ebro fue el último intento republicano de cambiar el curso de la guerra. La República actuó cerca de la desembocadura del Ebro, buscando una situación que facilitara un acuerdo de paz con Franco. El ejército republicano sufrió grandes pérdidas, con más de 100.000 muertos, y el camino quedó libre para que Franco tomara Cataluña, que cayó el 26 de enero de 1939, llegando a la frontera de los Pirineos en febrero.
El final de la guerra era inminente tras la caída de Cataluña. El coronel Casado y el socialista Julián Besteiro, partidarios de la paz, se opusieron a Negrín, que deseaba continuar la guerra. Los comunistas se enfrentaron a los «casadistas» en Madrid. Franco exigió una rendición incondicional e inició la última campaña, denominada de la Victoria, para tomar la capital, que cayó el 28 de marzo de 1939. El 1 de abril, Franco firmó su último parte de guerra.
La guerra civil dividió a España en dos zonas, cada una con una evolución política propia que influyó en el desarrollo del conflicto.
El levantamiento de julio de 1936 desencadenó un proceso revolucionario en la zona republicana. El gobierno de José Giral fue incapaz de imponer el poder central. Surgieron múltiples poderes revolucionarios locales y regionales, controlados por anarquistas, socialistas y comunistas. Los anarquistas buscaron llevar a cabo la revolución y la colectivización de la tierra.
La falta de unidad política y las divisiones se acentuaron con el tiempo. Los enfrentamientos entre grupos armados fueron frecuentes, como en mayo de 1937, cuando se enfrentaron anarquistas y comunistas del POUM con los socialistas.
Los gobiernos de la República tuvieron que lidiar con la guerra y la falta de unidad. En septiembre de 1936, el presidente Azaña encargó gobierno a Largo Caballero, que incluyó a socialistas, comunistas, republicanos, nacionalistas catalanes y vascos, y por primera vez, a anarquistas, con Federica Montseny como ministra. Los enfrentamientos de Barcelona en mayo de 1937 llevaron a Azaña a encargar un nuevo gobierno a Juan Negrín, sin anarquistas. La situación se complicó con el avance franquista. Los Trece Puntos de Negrín no lograron evitar el desmoronamiento final: Azaña dimitió, y Casado, Besteiro y Miaja se rebelaron contra Negrín, buscando una rendición que Franco rechazó.
La vida en la retaguardia republicana estuvo marcada por el hambre, el desorden económico y la necesidad de racionamiento. Los bombardeos en ciudades como Madrid fueron constantes, obligando a la población a buscar refugio.
La represión en la zona republicana se caracterizó por la incapacidad del gobierno de imponer el orden, especialmente al inicio. En Madrid, el miedo a la infiltración franquista llevó a purgas y ejecuciones, como las de Paracuellos del Jarama, y a la creación de un Servicio de Información utilizado por los comunistas en la represión.