Portada » Historia » Ascenso y Caída del Tercer Reich: De la Alemania Nazi a la División (1933-1989)
El arte moderno fue catalogado como degenerado, prohibiéndose toda producción realizada por judíos, así como todos los contenidos relacionados con el pacifismo, el humanismo, el liberalismo, la democracia, el marxismo o el comunismo. Una vigilada educación y el arropamiento constante a la juventud en todo tipo de actividades, especialmente deportivas, colaboraban, junto a la represión, en la obediencia popular. A la escenificación del poder del partido como poder popular le correspondía el resto, encargándose las SS, la policía interior del partido bajo dirección de Himmler, de castigar severamente las desviaciones, especialmente a partir de 1936 cuando la policía estatal y las SS pasaron ambas a estar dirigidas por Himmler. Contra judíos, gitanos, homosexuales y comunistas se puso en marcha todo el desarrollo técnico alcanzado en Alemania. El modernismo reaccionario cumplía sus más tenebrosos designios.
Al Führer le correspondía el nombramiento y sustitución de todos los cargos en el partido y en cada uno de los niveles de la administración, así como el mando supremo del ejército. En el Reichstag, cuyos miembros proponía Hitler y eran votados por la población en una única lista del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo), se sustanciaba, según la versión oficial, la unión del pueblo y su Führer. En todo el periodo, frente a 7 leyes emanadas del Parlamento hubo 987 del gobierno. Esta ausencia de división de poderes estaba en consonancia con el derecho nazi, donde la igualdad no tenía la validez recogida en el derecho liberal, pues el derecho a la vida pertenecía al pueblo alemán y no a los individuos concretos.
La política del Lebensraum (espacio vital) condujo inevitablemente a la guerra, tras una intolerable tolerancia de los países democráticos hacia la Alemania dirigida por Hitler que sólo pudo pararse, por la tardanza, con medidas de guerra. El abandono por parte de las democracias europeas de la España republicana fue otro elemento que animó al expansionismo alemán. El 3 de septiembre de 1939, Inglaterra y Francia declaraban la guerra a Alemania, con un saldo escalofriante de bajas civiles y militares. El 7 de mayo de 1945, tras el suicidio de Hitler, se firmaba la capitulación alemana en forma de rendición incondicional ante los americanos, y un día después ante los soviéticos. La división del mundo en bloques pactada en Yalta y Potsdam era ya un hecho.
La Alemania dividida es el producto, principalmente, de la responsabilidad germana en el inicio de la contienda, a la que hay que sumar el desencuentro entre los dos bloques que iban a representar los principales papeles durante la Guerra Fría.
La Guerra Fría se inició antes del fin de la guerra mundial y determinados comportamientos, como el abandono de la URSS por parte de los aliados, o la falta de beligerancia de los países democráticos con la España franquista, dieron razones para la desconfianza de Stalin. Las potencias occidentales no veían con malos ojos un enfrentamiento entre la Alemania nazi y la URSS de Stalin, por lo que el dictador soviético no dudó en firmar con el alemán un pacto de no agresión en 1939 a la espera de que las potencias capitalistas se enfrentasen entre ellas sin involucrar a la URSS. Tras la derrota nazi, la URSS apoyó una Alemania unificada, a la que esperaba atraer si no hacia su esfera de influencia, sí a una neutralidad que alejase su potencial peligro.
La falta de acuerdo tuvo un punto de inflexión en 1948, cuando los soviéticos decidieron bloquear la ciudad de Berlín cerrando sus carreteras, puertos y accesos ferroviarios. El territorio alemán había sido dividido en cuatro partes entre las potencias vencedoras, ya que los EE.UU. cedieron parte de su zona a Francia. El carácter emblemático de Berlín hizo que también esa ciudad, pese a quedar en la zona de ocupación soviética, fuera dividida en cuatro partes. El 20 de junio de 1948, las potencias occidentales hicieron una reforma monetaria y adoptaron otras medidas, como la fusión de las tres zonas, cuya meta era obvia: la creación de un gobierno alemán.