Portada » Arte » Francesco Borromini: Innovación y Maestría en la Arquitectura Barroca
Francesco Borromini nació en 1599 en el seno de una familia de artistas. En su juventud, trabajó como artesano y, a los 20 años, decidió trasladarse a Roma, siguiendo la tradición de su tío abuelo, Carlo Maderno. A continuación, se detallan algunas de sus obras más destacadas:
En esta obra, la contribución de Borromini consistió en añadir unos ángeles que rematan las columnas salomónicas del Baldaquino de San Pedro, una pieza central en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
En el patio del Palacio Spada, Borromini creó una obra maestra de falsa perspectiva. Hizo parecer que el pasillo es mucho más largo de lo que es en realidad, al igual que la estatua al final del mismo. Esto lo consiguió colocando una rampa ascendente en el suelo y disminuyendo la escala de las columnas a medida que se acercan al final. De esta forma, creó una ilusión óptica que hace creer que el pasillo mide unos 37 metros, cuando en realidad mide solo 8 metros.
En la fachada del Oratorio de los Filipenses, Borromini colocó una «piel» sobre la original, generando una tensión cóncava-convexa. Con estuco y ladrillos, creó una fachada en un solo plano. Grandes columnas ocupan los dos niveles inferiores, y todo queda rematado con un frontón semicircular.
Borromini recibió el encargo de construir una iglesia y un convento: San Carlo alle Quattro Fontane. La fachada, su última obra (terminada por su sobrino), está realizada en travertino. La iglesia fue construida entre 1638 y 1641.
Los papas encargaron a Borromini la modernización de la Catedral de Roma, San Juan de Letrán. Mantuvo la planta basilical y unió los pilares de dos en dos.
En la Plaza Navona, Borromini colocó un hito (obelisco) en la plaza. La parte inferior de la fachada de Santa Inés en Agonía (1653-1661) es la atribuida a Borromini, quien se esforzó en crear una fachada que integrara la cúpula, la fachada oblonga y las torres, buscando resolver los problemas planteados en el Vaticano. La fachada encurvada crea una sensación de dinamismo, adelantando las torres y retrotrayendo la fachada, lo cual permite la percepción de la cúpula enmarcada entre las dos torres. Las pilastras de la cúpula encuentran su continuación en los soportes inferiores, dando una sensación de unidad y continuidad al conjunto.
La fachada del Colegio de Propaganda Fide posee una enorme personalidad y juega con los mismos elementos perspectivos que el Oratorio, utilizando el movimiento de planos a través de la curvatura. El piso superior es un añadido de principios del siglo XVIII; originalmente, se remataba con una reja. La fachada se organiza, al igual que el interior, mediante pilastras sin capiteles, recibidas directamente a la cornisa. Los motivos decorativos de las ventanas juegan con las encurvaturas y adornos manieristas, contrastando con la estaticidad de las pilastras. En la parte principal, se utilizan estípites apilastrados con remates de molduras muy vistosos.
San Andrés de la Fraternidad era una iglesia clasicista manierista que se encontraba sin rematar en su cúpula y campanario, obra de la cual se ocupó Borromini. El campanario es muy caprichoso y heterodoxo, con cornapuntas, movimientos del entablamento, cariátides, etc., en una concepción enteramente orgánica de la arquitectura. El tambor está construido en ladrillo.
El convento de San Carlo alle Quattro Fontane fue lo primero en ser construido, entre 1634 y 1637. Los materiales usados son pobres, como el ladrillo estucado y pintado, materiales con los que Borromini se encontraba muy cómodo. En esta fachada, se muestra su sentido anticlásico al no utilizarse columnas, pilastras ni órdenes. La puerta está guarnecida por pilastras cajeadas dispuestas al bies, perpendiculares al muro, coronadas por un frontón curvado. Esto se basa en experiencias propias realizadas en San Pedro del Vaticano y el Palacio Barberini. Las formas escultóricas se encuentran sometidas a las formas arquitectónicas, como el querubín cuyas seis alas se adaptan para servir de base. El claustro es oblongo, con esquinas achaflanadas convexas. Las columnas se encuentran pareadas, alternando tramos largos con cortos y arcos con entablamentos, generando una variedad visual y un ritmo que evita la sensación de agobio creada por la estrechez del patio y la escasa iluminación. El ritmo se hace más diáfano en el piso superior adintelado y con una balaustrada. Borromini utiliza casetonamientos procedentes de la antigüedad, usando criterios de perspectiva ilusionista para crear una sensación de bóveda de cañón más profunda, decreciendo su tamaño hacia su vértice. Los casetones de la cúpula repiten cruces griegas, emblema de la orden de los Trinitarios, y octógonos, que también reducen su tamaño hacia su cenit, pareciendo la cúpula más alta para el espectador. Otro factor que contribuye a esta sensación es la luz procedente de unos tragaluces situados en el tambor de la cúpula, ocultos a la vista por una crestería.
La Iglesia de los Santos Lucas y Martina tiene planta de cruz griega y una fachada muy teatral, como si se tratase de un retablo. Posee una multitud de elementos estructurales y aparecen parejas de columnas casi exentas. El piso superior mantiene la composición, pero reducido en altura y rematado por el escudo papal. En el interior, hay multitud de columnas que le confieren muchos nervios, propios del barroco.
Venecia tiene un rostro fuertemente renacentista, pero también un peso muy importante del gótico. Aunque el barroco tendrá un gran peso, no será tanto como el renacentista.