Portada » Lengua y literatura » Poesía Española de Posguerra: Evolución y Tendencias (1940-1970)
La poesía española posterior a la Guerra Civil presenta características específicas marcadas por el exilio de autores como León Felipe y la muerte de otros como Federico García Lorca. Los poetas exiliados, aunque con diferentes trayectorias, compartieron temas recurrentes como la patria perdida, la evocación de la lucha y las ilusiones, evolucionando hacia un sentimiento de nostalgia.
En España, se observa una clara división entre los poetas afines al régimen franquista y aquellos que se oponían a él. Esta división se refleja en las distintas corrientes poéticas que surgieron durante las décadas siguientes.
Los poetas afines al régimen, conocidos como la generación de la poesía arraigada, publicaron una poesía de corte conservador y triunfalista. En contraste, la poesía desarraigada, cultivada por los poetas opositores, encontró un punto de inflexión en 1944 con la publicación de Hijos de la Ira de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso de Vicente Aleixandre.
Estas obras rechazaban la estética neoclásica y se centraban en el sufrimiento humano. Los temas principales eran la búsqueda de Dios y la angustia ante la muerte. Junto con la aparición de revistas como Espadaña, estas obras marcaron el comienzo de la renovación poética española.
Dentro de la poesía desarraigada, destaca la poesía existencial, caracterizada por la angustia ante la muerte y el paso del tiempo. Se trata de una poesía metafísica que profundiza en el dolor personal.
La poesía de esta década evoluciona hacia la poesía social, representada por autores como Blas de Otero. Las características de la obra de Otero incluyen:
La poesía social se caracteriza por su compromiso como medio de denuncia del dolor y las injusticias sociales, y como forma de lucha por el cambio social y político. Se preocupa por la realidad y la vida colectiva, con un tono narrativo, un lenguaje cotidiano y una tendencia al prosaísmo.
Además de Blas de Otero, destacan en la poesía social Gabriel Celaya y José Hierro.
A finales de los años 50, surge una nueva generación de poetas que representa la superación de la poesía social. Aunque muestran cierto escepticismo respecto a la función social de la poesía, comparten una voluntad de superar los esquemas establecidos.
Esta nueva corriente se caracteriza por la creación de una poesía de la experiencia personal, con una preocupación fundamental por el hombre. Se subraya el valor de la forma, del estilo y la palabra poética, y renace el interés por las posibilidades del lenguaje y los valores estéticos.
Destaca Claudio Rodríguez, cuya poesía se caracteriza por su originalidad expresiva y su intenso lirismo. Utiliza un lenguaje coloquial y muestra cierta tendencia al realismo, transformando objetos cotidianos en símbolos trascendentes. Su lírica intimista, marcada por la meditación en torno a la naturaleza y el paisaje castellano, se mantuvo ajena a modas y movimientos literarios. Sus principales características fueron, desde el punto de vista del contenido, una profunda intimidad en el canto a su tierra, y desde el punto de vista formal, un estilo concentrado y lleno de musicalidad en sus versos endecasílabos.
En 1970 se publica la antología Nueve novísimos poetas españoles, que reúne a autores conocidos como los novísimos. Estos poetas escriben en una sociedad de consumo y adoptan una nueva sensibilidad, rompiendo con el realismo típico de la literatura de posguerra.
Adoptan el gusto camp, incluyendo mitos del cine, el cómic, etc. Predomina el esteticismo y la preocupación por la forma. Rechazan la tradición literaria española y buscan influencias en poetas de otras lenguas. Algunos rasgos formales incluyen el desinterés por las formas tradicionales, la introducción de elementos exóticos, la experimentación con el ritmo y la musicalidad, y la desmitificación del lenguaje cotidiano.
Constituyen un nuevo vanguardismo, priorizando el estilo sobre los contenidos. Se interesan por la literatura en sí misma, no como herramienta para cambiar el mundo. Los autores más importantes de esta tendencia son Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero y Ana María Moix, entre otros.