Portada » Filosofía » Explorando el Hedonismo y la Ética Kantiana: Placer, Felicidad y Deber Moral
La tradición hedonista se fundamenta en tres pilares:
El hedonismo epicúreo es individualista, ya que busca el mayor placer individual. En la modernidad, el hedonismo se transforma en social, dando lugar al utilitarismo. El utilitarismo sostiene que los seres humanos están dotados de sentimientos sociales, cuya satisfacción es fuente de placer. Entre estos sentimientos, destaca la simpatía, que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, compartiendo su dolor y su alegría.
El principio fundamental de la moral utilitarista es «la mayor felicidad para el mayor número posible de seres vivos», que sirve como criterio para tomar decisiones razonables. Esto genera una identificación entre lo que se considera moralmente bueno y la consecución de la felicidad, con implicaciones políticas significativas.
Experimentar placer es agradable, pero hay casos en los que las personas se sienten felices sin gozar apenas de los placeres. El placer consiste en obtener una satisfacción sensible, mientras que la felicidad consiste en autorrealizarse, lo que a veces produce placer y a veces no.
Un mínimo de bienestar físico y psicológico es necesario para ser feliz, pero las personas pueden tener a su alcance las condiciones que constituyen el bienestar y, sin embargo, no sentirse felices. Esto puede deberse a múltiples causas. El filósofo británico Bertrand Russell ha señalado algunas: miedo al aburrimiento, exceso de competitividad, estrés, envidia, sentimiento de culpabilidad, manía persecutoria y miedo al qué dirán.
A finales del siglo XVIII, Immanuel Kant propone un nuevo criterio moral. Considera evidente que los seres humanos buscan la felicidad y hacen uso de la razón para ello, pero argumenta que no todo el mundo concibe la felicidad de la misma manera. Una razón de este tipo solo puede formular consejos, teniendo en cuenta cómo es la persona, para aconsejarle qué debe hacer para ser feliz.
Nuestra propia razón es la que nos da leyes sobre cómo comportarnos para ser personas auténticas. Por eso, esas leyes mandan sin condiciones, y estas son los imperativos categóricos.
Kant propuso someter cada norma a un test para determinar si es una ley moral:
Los imperativos se dividen en:
Los pasos del test del imperativo se recogen en tres formulaciones:
Se llaman deberes positivos a aquellos que ordenan que se realice una determinada acción. En cambio, son deberes negativos aquellos que se formulan como una prohibición, mandando que no se debe hacer algo, por ejemplo, “no matarás”. A los deberes negativos se les llama también deberes perfectos, mientras que los deberes positivos son considerados como deberes imperfectos.
Los deberes negativos o perfectos son los más básicos y prioritarios, puesto que tratan de evitar el mal. El primer deber es no hacer daño a otro y, a continuación, si se puede y en la medida en la que se pueda, hacer el bien. Los deberes negativos exigen su cumplimiento a todos, en todo momento y aunque cueste algún sacrificio. Los deberes positivos o imperfectos no son tan exigentes; se puede hacer el bien en diversos grados.
En ocasiones, puede ocurrir que se tenga que optar entre dos deberes negativos o perfectos. Estos casos son, naturalmente, excepcionales. Entonces, tenemos que optar por el mal menor.